Tan descomunales han sido las inversiones en propaganda desinformativa y terrorífica de la burguesía mundial en contra del comunismo que hasta no hace mucho tiempo los padres trataban de proteger a sus hijos cuando veían a alguien que tildaran de comunista, inclusive de socialista y liberal. Estas amenazas continúan, para comprobarlo basta escuchar a los actuales exponentes colombianos de la ultraderecha quienes tienen la manía de asustar a la población con ogros frankensteines como terrorismo, ultraizquierda, castrochavismo. En tierra de ciegos pega bien esa cizaña.
En Colombia hemos escuchado hasta altos purpurados eclesiales invitando a matar liberales porque “eso no es pecado sino limpieza social”. Por eso, ni en Colombia, ni en México, ni en ninguna parte debería extrañarnos la decapitación e incineración de los enemigos políticos. Esa práctica es universal y tan antigua como la humanidad y no es sólo de los yihaidíes del Isis o de los extremistas islámicos. ¿Acaso olvidamos tan pronto la “Santa Inquisición” y las “Cruzadas”?
Lo peor de todo es la ignorancia general de los pueblos acerca de los cambios contemporáneos. Las Naciones Unidas han proclamado declaraciones universales, convenciones y acuerdos sobre derechos humanos, derechos de la mujer, derechos de los niños, etc., etc. Desde su creación en 1945 la ONU ha realizado una inmensa labor en pro de la paz y la convivencia universal por evitar una tercera guerra mundial. Sin embargo, no existe un compromiso serio por parte de todos sus miembros; se imponen siempre los intereses grupales, nacionales, particulares y regionales sobre los universales. Los países más comprometidos incorporan las declaraciones, convenciones y acuerdos a sus respectivas Constituciones, de tal manera que se obligan a su cumplimiento.
¿Por qué temer al comunismo cuando en él se encarna el supremo valor de la sociedad, la solidaridad entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza? El comunismo significa igualdad, fraternidad, democracia plena, bienestar para todas y todos, felicidad compartida, emulación y no competición; sociedad sin monarquías, sin dictaduras ni satrapías; toma de decisiones mediante el predominio de las ciencias y de la racionalidad mayoritaria. Siempre he entendido el comunismo como el sinónimo más apropiado de humanismo, el mejor ideal del ser humano, la plena realización de la declaración universal de los derechos humanos que, como dijera José Saramago “si se respetan esos 30 artículos no hacen falta más Programas Políticos”.
Es difícil alcanzar los niveles de conocimiento, de renuncia a la superioridad sobre nuestros congéneres, una cultura ciudadana universal, respetuosa de las creencias individuales, de la sexualidad individual, de la diversidad de opiniones políticas. El comunismo sería la mejor solución para los problemas del mundo actual, pero por ahora imposible. Tendremos que avanzar muchos siglos para tomar esta alternativa.
Claro que si la ciencia demuestra que el capitalismo es el sistema que mejor se adapta a nuestra naturaleza humana y que es imposible cambiarlo, que sigan las guerras, las masacres, la explotación, la esclavitud de cuarta generación, la pobreza generalizada; que siga el puñadito del 1% de la humanidad apoderándose de todas las riquezas de la tierra; que sigan las mentiras, las traiciones, la competencia por los podios de todo tipo; que gobiernen los peores humanos, los más ventajistas, los más ladrones. Y que continúe la farsa. Cantinero, póngame Cambalache y sírvame otro!
Armenia-Quindío, 6 de Febrero de 2015
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