Con la lista de discos de Rolling Stone pasa lo mismo que con esa frase del mundo de la gastronomía que afirma que el cliente siempre tiene la razón. ¿Cómo puede tener la razón alguien que no sabe qué carajo hay detrás de la preparación de un plato, del esfuerzo del chef, del servicio del local?
Esto fue exactamente lo que pasó con la lista del periodista argentino, radicado en Los Ángeles, Ernesto Lechner. Una selección que, según él me explica, no era más que una "carta de amor al rock latino" y que remarca un hecho bastante triste: no importa qué experiencia tengas o qué nivel de esfuerzo dediques, los idiotas siempre se creerán con motivos para atacar.
Todo comenzó semanas atrás, cuando Lechner consultó con algunos colegas sobre si algunas de sus elecciones eran las más adecuadas. Entonces sólo habían cinco discos colombianos (Diamante Eléctrico, Génesis, Aterciopelados, Banda Nueva y Carlos Vives) y el de Juanes aún no estaba. “Lo adoro como persona, pero no sé si deba estar en esta lista”, comentó entonces. Días más tarde, conversando con una amiga, entendería que el legado del paisa como artista latino dentro de USA es demasiado gigante (discos incluidos), que no podía ignorarlo.
Entre esos cinco discos, me sorprendió que un periodista de la edición estadounidense de Rolling Stone tuviera en cuenta un álbum tan importante para los inicios del rock colombiano como La gran feria (Banda Nueva) o que prefiriera el único disco fallido de Carlos Vives, ese que también es uno de sus trabajos más hermosos. Allí, Lechner le dedica a Vives esta frase que es digna de ponerse en un cuadrito: “Dirigido con un toque punky por el productor de Elvis Costello, Sebastián Krys, El rock de mi pueblo presenta un caso creible de que el vallenato es el equivalente colombiano del rock".
Carlos ha intentado de explicar esta conexión muchas veces, pero de forma más modesta, refiriendo las conexiones del género musical de los acordeones con el blues de New Orleans. Lo han encendido a madrazos. Ahora lo dice un no colombiano, y desde una de las revistas de rock más importantes del mundo.
Pero ese es otro problema, porque según Lechner comenta, casi nadie leyó la puta lista. El tipo pasó meses tratando de explicarle a los gringos (recordemos que está escrita en inglés) por qué el rock latino tiene 50 discos memorables, álbumes que deben escuchar… y a la gente lo que le importó fue si el disco de ‘Benito Cámelas’ estaba en una posición más arriba o más abajo que uno de Fito Páez.
“Aquí es donde Páez –un niño prodigio del teclado de la ciudad de Rosario– alcanzó la cima de sus habilidades como compositor, y El amor después del amor capturó cada matiz y los giros de un momento privilegiado”, anota Lechner sobre el también autor de “11 y 6”.
Ernesto Lechner es un tipo tan dedicado, que desde hace meses (tal vez años) está armando en Spotify listas de los clásicos del pop. Lo sorprendente es que cada una de estas selecciones va dividida por el año en que salieron las canciones (1950, 1951, 1952 y así). Imagínense ese trabajo tan berraco!!! Varias de ellas reúnen entre 100 y 150 canciones.
¿Objeciones a su lista? Claro que las tengo. Para comenzar me parece injusto que no exista un lugar para Maná. Me pregunto qué es lo que hace bueno o malo a un álbum y si un disco de rock latino que –en su época– convirtió todas las canciones en clásicos (¿Dónde jugarán los niños?) no tendría que haber sido incluido. También me asalta la duda de saber por qué entre discos tan excepcionales de Mon Laferte o de Natalia Lafourcade, no hay uno de Shakira.
Ahí me falta Fijación oral, que es el que tiene las dos canciones más famosas que Shakira hizo con Cerati (“No” y “Día especial”). Porque no olvidemos que “La tortura” es también una canción de rock –o mejor digamos con estructura de rock, para evitar la ira de los puristas–. Supongo que la razón fue que no quería generar alboroto. Lechner es también la persona que este año armó el museo dedicado a Shakira en Los Ángeles y la barranquillera le prestó exclusivas prendas para montarlo.
Yo también habría sumado álbumes de rock preciosos como Caja de música de Monsieur Periné, Rappa-mundi de los brasileños de O Rappa o el Ríndanse terrícolas de Chancho en Piedra. Una banda chilena que hace años nos llegaba por MTV y que durante toda su trayectoria se ha dedicado a fusionar ritmos como el rock, el punk y el metal con el funk y la música disco.
De igual manera aplaudo que Ernesto Lechner también considere que La pipa de la paz es una de las principales obras del rock colombiano y latino. Porque como bien dice él en su reseña: “La banda más refinada que alguna vez ha emergido de Colombia, Aterciopelados, lanzó muchos discos superlativos. Producido en Londres por Phil Manzanera de Roxy Music, este es el que suena como un tren de carga descarrillado”.
Y también celebro que la lista realmente sea una puerta de entrada para todo el que quiera conocer la historia del rock latino. Para lograr esta hazaña, discos como Este fuerte viento que sopla de los uruguayos de No Te Va Gustar, Bueninvento de Julieta Venegas (el último disco de la mexicana antes de volverse continentalmente famosa) o el Abraxas de Santana (“un mago de la guitarra con inclinaciones espirituales, que se sentía cómodo tocando blues, jazz fusión o un estándar de Tito Puente”) son fundamentales. ¿Teniendo un antecedente como Carlos Santana, cómo podemos ser tan obtusos a la hora de pensar la música latina o el pop en clave de rock?
Así que mi principal intención con esta columna es que usted querido lector, si vio la polémica lista de discos de Rolling Stone y no se detuvo mucho en ella, se anime a darle una segunda oportunidad.
En lo personal, en lo poco que lo conozco, he aprendido a admirar a Lechner y contagiarme de su experiencia y de lo que –a la distancia– parece ser una enorme calidez humana. Y solo espero que si algún día también me veo en la necesidad de cerrar alguna de mis redes sociales por exceso de intolerancia, la gente sea –por lo menos– un poco menos agresiva y poco racional de lo que fueron en esta ocasión.
Pero no menos importante, también espero que entendamos que detrás del trabajo de otros hay una preparación, un esfuerzo y hasta un servicio. Y que si vamos a criticar, por lo menos debemos tener conocimiento de lo que vamos a comentar y, como mínimo, chequear la Wikipedia antes de hablar de más.
Es la mejor forma de no quedar como un pelotudo. Nadie quiere verse así.
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