Alguien dijo alguna vez que el fútbol gusta tanto porque es el escenario donde se proyecta permanentemente la esencia y la pureza del ser. Porque es el teatro de la vida donde se plasman todas sus angustias e ilusiones, todo su dolor y toda su esperanza. El futbol deja ver toda la grandeza humana, pero también toda su hipocresía. La inmensidad y la insignificancia de la vida, nuestro arrojo y nuestra cobardía; todo nuestro ser, comprimido en la perfección de una esfera.
Pues todo eso es el futbol. Es prosa y es poesía. Por eso, mientras que algunos lo ven como el deporte perfecto, para otros es simplemente una mafia abominable. Un deporte maravilloso para unos o un juego violento para otros. Si hay alguien que aún no entiende porqué tanta euforia detrás de un partido de fútbol, es simplemente porque no se ha dado cuenta, que el fútbol es mucho más que correr detrás de una pelota. Por favor, déjeme explicarle:
Si usted se siente pequeño e insignificante, el fútbol le ofrece una oportunidad para crecer y mejorar su autoestima, obviamente, a través del esfuerzo y la dedicación. Si alguna vez se siente soberbio y arrogante, el futbol lo pondrá de cara al espejo y le ayudará a ubicarse en su verdadera dimensión. Si siente que está solo, el fútbol es una tribu de puertas abiertas, en donde podrá ser partícipe del trabajo colectivo, pero también llegar a distinguirse en su grandeza individual.
Si cree que lo entiende todo, el fútbol le mostrará cuan equivocado está. Si siente que no sabe nada, el fútbol le ofrece una oportunidad de aprender y conocer el mundo a través de él. En el fútbol, una buena estrategia puede vencer a un escuadrón de hábiles guerreros, pero al mismo tiempo, una estrategia cuidadosamente concebida, puede ser vencida por la genialidad y el heroísmo de un solo soldado. El fútbol es mortal y celestial.
Para los que aún no se han dado cuenta, el fútbol es un deporte que cautiva en cualquier lugar del mundo, porque, consciente o inconscientemente, todos nos sentimos representados en él. Allí encontramos otra oportunidad, un desquite. Un espejo, una esperanza o una ilusión. Por supuesto, siempre y cuando se mire el juego, como una oportunidad de aprendizaje, porque en torno a él, se ciernen todas las codicias y la rapacidad humana. Todos los intereses mezquinos. Igual que la religión sobre la espiritualidad, la pedagogía sobre la educación o la ley sobre la justicia.
