Colombia ha estado en paro desde el pasado 28 de abril. Nadie imaginó que las protestas fueran a durar tantos días. Tampoco nadie creyó que la gente iba a vencer el miedo y a salir a la calle a exigir sus derechos. Básicamente, los ciudadanos salieron a protestar por la reforma tributaria que el gobierno del presidente Duque quería implantar.
Supongo que muchos reconocen que el hueco fiscal es enorme debido a la pandemia, sin embargo, la ciudadanía se encuentra cansada de ser siempre la que se echa al hombro todas las responsabilidades fiscales del país. Aunque sé que está mal decirlo, pero, cuando me refiero a ciudadanía, específicamente hablo de la clase media y la clase baja, es decir, las clases trabajadoras.
Ha sido tanto el descontento de muchos sectores que, en medio del tercer pico, uno de los más agresivos hasta ahora de la pandemia, la gente decidiera salir a exponerse. Es necesario decir que resultó ser más peligroso el Estado y sus instituciones policiales que el mismo virus. Temblores ONG, ha registrado el abuso y la violencia policial: 31 muertos, 216 víctimas de violencia física, 77 heridos de bala y 10 víctimas de violencia sexual.
Estos abusos policiales y el no reconocimiento del jefe del ejecutivo de los atropellos y los abusos, ha ocasionado que la ciudadanía siga en las calles, exponiéndose, no solo al letal virus, sino a terminar desaparecidos, o asesinados, o mutilados, o lisiados. La pregunta es: ¿por qué siguen actuando como suicidas?
Actúan como suicidas porque prefieren la muerte a ser indiferentes ante la desgracia de los más desprotegidos de este sistema inmisericorde. Porque prefieren el riesgo a morir a seguir siendo testigos de cómo en el país siguen matando a los líderes sociales y a los excombatientes de la extinta guerrilla. Porque eligen el peligro antes que ser ciegos ante el despilfarro de los que se hacen políticos no por servirle a la democracia sino por llenarse los bolsillos. Porque prefieren el insulto antes que permitir que un caudillo malvado siga rigiendo los destinos del país como si fuera la finca del terror.