En el esquema epistolar que han adoptado los dirigentes de las Farc y el ELN, Timochenko y Gabino, le han dejado saber a sus bases que están trabajando unidos en pos de crear una verdadera “democracia” y además les advierten que esto no será fácil "frente a un Gobierno profundamente reaccionario, neoliberal, comprometido hasta el tuétano con los intereses de las transnacionales y el imperialismo norteamericano, militarista, guerrerista y oligárquico".
Todos estos calificativos los usan en una carta que se conoció en los medios de comunicación como regalo de aguinaldo, el 25 de diciembre. Se trata de un corto mensaje unificado en el que no dan detalles sobre cómo construirían ese supuesto gobierno Democrático, ni cómo avanzarían en la unión de las dos fuerzas de la subversión.
Pero sí dejan traslucir que hay avances significativos en esa alianza estratégica para consolidarse como una sola fuerza político-militar y llaman a sus bases a dejar atrás las viejas rencillas y “los tratamientos incorrectos” de sus contradicciones. En otras palabras, parece que se han alcanzado más acuerdos en las montañas de Colombia, que en La Habana entre gobierno y Farc.
Esta nueva comunicación cae como un baldado de agua y enfría un poco el entusiasmo con el que se había cerrado la última ronda de conversaciones en Cuba.
¿Qué interés pueden tener los jefes guerrilleros en poner las cosas en términos tan difíciles? Tanto fundamentalismo en las calificaciones que le dan al gobierno, solo se equipara con la dureza con que el ministro de la Defensa se refiere a la guerrilla, pero la diferencia es que mientras Pinzón parece una rueda suelta dentro del engranaje gubernamental, Timochenko y Gabino son la cabeza de sus respectivas organizaciones.
Decir que el gobierno de Santos es profundamente reaccionario es por lo menos una exageración. Califican así a un presidente que se rige por una Constitución democráticamente acordada, que cumple las leyes y respeta las instituciones. Un mandatario que ha propiciado las condiciones para una negociación de paz sin cortapisas y mantiene una línea de conducta de respeto por los derechos humanos. Puede o no gustarnos los resultados de estos casi cuatro años de Santos, pero que hay democracia en Colombia, imperfecta claro está, pero democracia al fin y al cabo, es algo difícil de negar; a no ser que quien lo niegue tenga una mirada intolerante y antidemocrática.
Ahora, en lo referente al manejo económico que los jefes guerrilleros consideran neoliberal, aunque es una generalización inexacta, no sería un impedimento para que se pactaran en La Habana modificaciones al sistema encaminadas a corregir los excesos de una economía que, según ellos, privilegia los intereses de las multinacionales y la oligarquía.
En gracia de discusión aceptemos que es necesario construir una verdadera democracia en Colombia. Entonces no queda más remedio que preguntarnos ¿cuál es el modelo alternativo que farianos y elenos construirán como alternativa al que tenemos?
¿Habrá acaso respeto por el sistema electoral? O, por el contrario, ¿los gobernantes se elegirán a dedo y por tiempo indeterminado? ¿Respetarán la división de poderes o aplicarán la ley mediante consejos de guerra y fusilamientos como lo han hecho durante toda su existencia insurreccional? ¿Entenderán las Farc que una sociedad democrática es aquella en la que se respeta el disenso y se garantiza la existencia de una prensa libre e independiente, así sea de oposición? ¿Permitirán la iniciativa privada o impondrán una economía totalmente centralizada y estatizada?
El presidente Santos ha acogido como nuevo mantra el consejo de Mandela de concentrarse en lo que se discute en la mesa de La Habana y no dejarse distraer por lo que se diga o se haga por fuera, como sería en este caso la nueva epístola guerrillera. Sin embargo, es inevitable que a la opinión pública sí la influencien las palabras de Timochenko y Gabino. Impresiona que sigan repitiendo clichés sin contenido, meros panfletos ideológicos. Sé que le están hablando a la tropa, a la guerrillerada como acostumbran decir, pero también le hablan a colombianas y colombianos que queremos creer en el proceso y anhelamos que se concrete la paz. Entonces, ¿por qué mostrar una cara tan antidemocrática? ¿De qué les sirve una posición tan inflexible?
PD/ A mis lectores habituales o esporádicos mi gratitud por su compañía en este año que termina y mis mejores deseos de prosperidad en el que comienza.
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