Cada vez son más los debates sobre la necesidad de incluir la perspectiva de género, esto responde a un llamado que se hace desde organismos internacionales para acoger los parámetros en la formulación, ejecución y evaluación de políticas y alcanzar la igualdad entre géneros.
La perspectiva de género está muy bien desarrollada en los trabajos académicos y está presente como requisito para la aprobación de programas y proyectos de desarrollo, generalmente los que buscan financiación de organizaciones de cooperación internacional, pero aún hay mucho desconocimiento sobre lo que significa y lo que implica una perspectiva de género, para qué y cómo se hace. En este artículo busco responder a estas preguntas con el propósito de ofrecer unos mínimos sobre el tema.
¿Qué es la perspectiva de género?
Lo primero es entender que género no es lo mismo que sexo, género responde a una construcción social y sexo a una condición biológica.[1] Lo segundo es recalcar que cuando se habla de género no se está hablando exclusivamente de mujeres, sino de las relaciones que se establecen entre mujeres, hombres y personas identificadas como no binarias o LGBTTTIQ+ por motivo de su identidad.
Si bien es cierto que sexo y género son diferentes, los dos conceptos están inmersos en un sistema que ordena y define a la sociedad,[2] y en ese ejercicio se impuso la idea de que las mujeres en muchas ocasiones resultan incapaces para tomar decisiones por ser fácilmente influenciables, suelen tener carácter voluble y en su mayoría son más susceptibles a las emociones, además de tener características como la delicadeza y la ternura propios de su instinto maternal y ser más eficaces para las tareas del cuidado y no para las que las que implican fuerza o decisión.
Por su parte se espera que los hombres puedan ser capaces de enfrentarse a toda clase de vicisitudes para demostrar su hombría y fortaleza, que sean los proveedores por lo que es razonable que ganen más, y también que sean protectores. Estas ideas se crearon con base en imaginarios basados en la biología que no son inofensivos, por el contrario, configuran una estructura que funciona como mecanismo de dominación del más fuerte sobre el débil, es decir que las mujeres resultan siendo seres menores a los hombres y por ende las dominadas.
Esos imaginarios están relacionados con los estereotipos, que son las expectativas sociales que se tiene de las personas de acuerdo con su sexo, y los roles o actividades que socialmente se les asignan; son creencias que se valoran como ciertas y que han sido aprendidas y reproducidas. Como han estado ahí por tanto tiempo se han naturalizado y es difícil identificarlas.
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Tomar los estereotipos como verdades hace que se interfiera en la capacidad de decisión que tiene una persona frente a su proyecto de vida. Es importante evidenciar cuales son esos prejuicios y asociaciones vinculantes entre sexo – género y roles, y trabajar para desmontarlos porque constituyen obstáculos para la igualdad de oportunidades, ya que estereotipos y roles promueven prácticas sexistas que restringen el desarrollo pleno del potencial de las personas y reproducen desigualdades.
En respuesta a esto se emplea la «perspectiva de género». La propuesta de «Gender mainstreaing» se escuchó por primera vez en 1975 en un discurso de Naciones Unidas para referirse a la necesidad de ver el género de manera transversal, dada la ineficacia de políticas neutrales que habrían aumentado las brechas entre hombres y mujeres.
Con la intención de prestar especial atención a la contribución de las mujeres en el desarrollo y en la paz de las naciones, se promovieron una serie de conferencias mundiales (México, Copenhagen, Nairobi y China). En la cuarta (1995) se incorporó la «perspectiva de género» que se ofreció como una estrategia para alcanzar la igualdad sustantiva entre géneros.
Perspectiva de género es un conjunto de enfoques, métodos y procesos que se implementan a manera de herramientas para alcanzar el objetivo de la igualdad sustantiva de género. Con ella se busca evidenciar las necesidades de mujeres y de hombres, y sus experiencias en el intento por satisfacer esas necesidades, de manera que sus prácticas, saberes, conocimientos y experiencias sean insumos para la elaboración, implementación y evaluación de planes, programas y políticas en todas las esferas de la vida, para que mujeres y hombres se vean cobijados y beneficiados de manera igualitaria.
¿Para qué una perspectiva de género?
Necesitamos una perspectiva de género para construir una sociedad más justa y democrática. Uno de los pilares de la democracia es la participación, por lo tanto, es necesario estudiar los índices de participación por género y también qué es lo que determina la participación de mujeres y hombres en la toma de decisiones. Así mismo, el grado de igualdad de género es un indicador de democracia, en concordancia con esto, la desigualdad de género es síntoma de un malestar en la democracia.
Pese a que la perspectiva de género incluye el análisis de los comportamientos de mujeres y de hombres, la idea de su implementación está encaminada en dilucidar los aspectos en los que tienen lugar las desigualdades, por ejemplo en los roles y posiciones que ocupan las mujeres y los hombres en el acceso a empleo formal, en las brechas salariales, en la participación en cargos directivos y posiciones de toma de decisión, en las tareas de cuidado no remunerado de terceros como menores, personas enfermas o discapacitadas y adultos mayores, en el acceso y conclusión de ciclos escolares, o en las tareas del hogar, entre otras.
De acuerdo con el Informe sobre Inequidad Mundial,[3] los índices de desigualdad incluyen la distribución de la riqueza, la desigualdad ecológica que está estrechamente vinculada con la económica por la diferente responsabilidad frente al cambio climático, el inequitativo acceso a la salud que vimos reflejado en el impacto de la pandemia del Covid-19 –que exacerbó las desigualdades entre hombres y mujeres– y las desiguales condiciones de vida que tienen las mujeres en comparación con los hombres, lo que nos pone frente a la necesidad de una justicia social, que indiscutiblemente implica una justicia paritaria.
Según lo acordado en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible[4] –aprobada en el año 2015 por 193 estados miembros de naciones unidas– se estableció un plan de acción de 17 objetivos “a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia.” Vinculado al objetivo primordial de erradicar la pobreza para alcanzar un desarrollo sostenible, la Agenda trazó 169 metas en aspectos económicos, sociales y ambientales.
Aunque los objetivos comprometen a todos los países firmantes, sabemos que no todos parten desde el mismo punto y algunos (como el nuestro) enfrentan retos mayores, especialmente por la relación entre mujeres y pobreza, lo que alerta sobre la urgencia sin dilaciones de una perspectiva de género en las políticas, partiendo del hecho comprobado de que la igualdad de género es requisito para la paz y la prosperidad sostenibles.
Si vemos el punto de igualdad de género en la Agenda 2030, este incluye la misión de empoderar a mujeres y niñas, debido a que ellas enfrentan diversos obstáculos de orden social que les imposibilitan, por ejemplo, el libre acceso a la educación y cualificación, y eso se ve reflejado en sus trabajos y salarios, si se promueve su empoderamiento a la profesionalización, no solo se aportará a la igualdad sustantiva, también se impulsará el avance económico, tecnológico y científico del país.
Tenemos entonces que es necesaria una perspectiva de género para avanzar en el desarrollo humano sostenible. De no implementarse, se incurriría en la reproducción de formas discriminatorias que perpetuarían la violencia por la injusticia que implica impedir a las mujeres el pleno goce de derechos, se tendrían a las instituciones y organismos como perpetuadores de esas discriminaciones, y por ende a los entes de control como responsables del incumplimiento con los compromisos asumidos en tratados internacionales.
¿Cómo se implementa la perspectiva de género?
Es importante reconocer que el término fue tomado de los debates feministas, con el que se propuso identificar contextos de opresión y corregir las dinámicas que perpetúan las discriminaciones hacia las mujeres, por eso no debe desligarse de su origen ya que puede caerse en el lugar común de limitarse al uso de una letra al final. La perspectiva de género implica la aplicación de las herramientas, métodos y teorías para cuestionar las causas y prácticas discriminatorias y proponerse las transformaciones necesarias para erradicarlas, por tanto, debe ser transversal, es decir que se tenga en cuenta en todos los sectores y en sus diferentes niveles.
Las propuestas deben partir por establecer un marco de referencia que unifique conceptos y permita ver la valoración que tiene para mujeres y para hombres, la implementación de acciones sociales, económicas o legislativas que quieran emprenderse. En el diseño de los lineamientos debe partirse del papel que han desempeñado mujeres y hombres en la gestión de políticas, evidenciar sus necesidades y expectativas de manera diferenciada, y reconocer las realidades locales y contextuales, es decir sus experiencias con base en referentes culturales, etarios y geográficos (territoriales), según sus contextos sociales y económicos.
No puede perderse el foco de la igualdad sustantiva, es decir que no se trata de igualar a las mujeres con los hombres, sino reconocer las condiciones diferenciales y otorgar oportunidades para que las condiciones en cada caso resulten ser equitativas y justas, lo que puede implicar que en ocasiones se tengan medidas distintas en beneficio de quienes estén en desventaja. En este orden de ideas deben priorizarse las vulnerabilidades y sobre ellas definir una ruta de acción que les dé respuesta de manera efectiva, para eso hay que involucrar a las comunidades y fortalecer los procesos organizativos locales que ya existen o incentivar su creación para garantizar la sostenibilidad y articularlos con la propuesta. Como ocurre en la mayoría de los casos, hay muchos espacios que están restringidos de manera física o simbólica para las mujeres, por eso la propuesta también debe incentivar y garantizar su participación, ya que incluir a las mujeres y a las organizaciones de mujeres en el diseño e implementación de programas, proyectos o leyes, abre los espacios de decisión para una participación paritaria y empoderara a las mujeres en la toma de decisiones.
Es por eso que, en lo que se plantee debe priorizarse a las mujeres para que sean beneficiadas de las acciones emprendidas, por eso debe desarrollarse una estrategia que logre el ejercicio de participación plena efectiva y sustantiva de las mujeres, además de procurar impulsar proyectos socioeconómicos enfocados en el mejoramiento de la calidad de vida de las mujeres y las niñas, y ofrecer condiciones para promover espacios libres de violencia de género.
Es decir, hay que partir del hecho de que la perspectiva de género es un mecanismo para incluir de manera intencionada los intereses de las mujeres y sus necesidades acordes con sus ideas de desarrollo, y que se aplica como una medida urgente para que se garanticen sus derechos.
Por eso es necesario identificar la situación de las mujeres y sus roles en las comunidades a las que pertenecen, también identificar actividades y emprendimientos que puedan vincularse con el plan, proyecto o ley que se planee, y que esa información esté desagregada por género para poder definir los focos de desigualdad y los obstáculos.
Además, debe garantizarse que la recopilación de información, su sistematización y los informes, documentos, planes, proyectos y políticas, incluyan una perspectiva de género, es decir que se elaboren con la intención de diferenciar qué efectos tiene una medida para los hombres y qué efectos para las mujeres. Las propuestas deben responder de manera efectiva a posibles abusos que a largo plazo puedan verse reflejados en brechas de género.
Una de las barreras más grandes a las que se enfrenta la perspectiva de género, es al descrédito infundado por sectores de derecha en contra del feminismo, que han construido una narrativa en la que se equipara la perspectiva de género con ideologías que impulsan la homosexualidad o mujeres que asumen roles masculinos que pone en riesgo el modelo de familia católica, y, por tanto, el mal funcionamiento del sistema imperante que ha ordenado nuestras sociedades. Es entonces un reto que nos compete por igual, desmontar esas falacias para que podamos avanzar hacia una sociedad mejor, más justa y en paz.
[1] Para profundizar en estas diferencias, puede consultar el libro “Dimensiones de la diferencia. Género y política” de la antropóloga Marta Lamas, publicado por CLACSO 2022, disponible en: https://www.clacso.org/dimensiones-de-la-diferencia-genero-y-politica/
[2] Este sistema que ordena y dirige ha sido llamado patriarcado, para profundizar sobre la normativa patriarcal puede consultar texto de la historiadora Joan Scott: “Feminismo e historia” en J. W. Scott, 1996. Feminism and History (págs. 109-122). Universitat de Barcelona.
[3] https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2021/12/WorldInequalityReport2022_Full_Report.pdf
[4] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/2015/09/la-asamblea-general-adopta-la-agenda-2030-para-el-desarrollo-sostenible/