Mande Iván, tome el control Duque fue el nombre de la columna que publiqué un día antes de que el presidente Iván Duque tomara posesión del cargo. Lo traigo a colación ahora que el país político nacional y medios de comunicación han hecho por estos días toda clase de análisis de su estilo de gobierno, su falta o poco liderazgo, que luce apocado y viviendo aún a la sombra y figura del expresidente Álvaro Uribe.
En ese momento escribí literalmente: “Creo que el mayor reto político y de gobierno que asumirá el nuevo presidente Iván Duque desde mañana, será precisamente ser eso, el presidente de los colombianos. Tomar las riendas del Estado, ejercer como comandante en jefe de las fuerzas armadas, direccionar las relaciones internacionales del país, no dejar hacer agua la economía, velar por la seguridad interna y aminorar la violencia (tal altamente deteriora en los últimos meses), trabajar por mejorar la infraestructura competitiva del país y las condiciones de vida y posibilidades de mejores ingresos para millones de compatriotas”. Pues bien, parece que no me equivoqué.
Y, añadí en otro aparte: “Que sea él quien dé las directrices una vez haya sopesado las variables, los riesgos, los recursos con que cuenta y las incidencias de esas decisiones. Lo peor que le puede pasar comenzando es que el país político y el país real se den cuenta de que para mover un papel, estampar una firma o algo más, deba consultarle o tratar de congraciarse con el expresidente Uribe. No hay nada que disguste más al ciudadano colombiano de hoy que el servilismo, por el servilismo..”. Tengo que decir entonces que el tiempo me dio la razón sobre mis preocupaciones y que el mandatario nacional parece vivir hoy.
Por aquel entonces, y lo tengo que reiterar ahora que se cumplen siete meses de mandato, el colombiano quiere verlo cometiendo sus propios errores, desaciertos y corrigiéndolos por él mismo, con iniciativa y autonomía de jefe de Estado, sin que —y lo expresé— “actúe con el menor cálculo político frente a si le conviene o no a Uribe X o Y decisión, si José Obdulio se despeina, Paloma se despluma o María Fernanda se mantiene fuera de sus cabales, debido a ello”.
Además, de que efectivamente ese comportamiento lo podría llevar al peor de los mundos para poder gobernar con buen viento y buena mar y, por el contrario, conducirlo a aguas tormentosas que es lo que parece estar avizorando el panorama con la minga campesina, sector educativo alerta, la salud mostrando su descontento, presión internacional e interna frente que implemente los acuerdos con las Farc y la JEP, la oposición ganando terreno en las encuestas y fortalecida frente a las batallas electorales del orden regional que se aproximan; se ubicó donde muchos esperaban para darle el palo. Dije en le columna de agosto: “porque está en el peor de los mundos. La oposición esperando que actúe como muñeco de ventrículo para decir: “lo advertimos”; los incrédulos esperando constatar que no tenía el temple, las agallas ni la experiencia, para exclamar lo mismo; y los uribistas purasangre (forma peyorativa de llamar a alguien como si fuese un caballo o un animal) que les consulten hasta el color de la corbata que se pondrá, porque si no lo hace lo llamarían ‘traidor’”.
Como entonces lo indique y lo repito hoy: se le debe pedir a Duque cabeza fría, pies en la tierra, oídos sordos a los áulicos, mucho temple y carácter para mandar y desarrollar su propia impronta de gobierno. Aún tiene mucho tiempo para corregir, redireccionar esfuerzos, ser él mismo y mandar de manera autónoma. Para que explique y desarrolle el Plan Nacional de Desarrollo, su apuesta por la economía naranja, la famosa equidad, generar más empleo, batalle la inseguridad, combata a los narcos que hoy parecen de nuevo envalentonados frente al Estado y la sociedad porque salieron de su letargo y bajo perfil.
Y como esta es una columna de una columna, pues cierro como entonces: “Así que mande Duque, tome el control Iván. No creo que haya un solo colombiano, a menos de que esté enfermo de mente y alma que desee que a usted le vaya mal, porque sería irnos mal a todos. Como dicen por ahí, es como desear que al piloto del avión donde vamos todos le dé un infarto y se caiga el vuelo”.