"Comunista", le gritan los fanáticos de derecha a Daniel Coronell en el estadio de Miami. Sin sonrojarse llaman así a un empresario de origen judío y socio de un canal de televisión que genera puestos de trabajo, que vive y trabaja en Estados Unidos. En otras palabras, Daniel Coronell es todo lo contrario a un comunista, es el mejor ejemplo de lo que es un capitalista.
"Capitalista, neoliberal", le gritarían los fanáticos de izquierda y ahí sí tendrían razón. Sin embargo, lo que para la extrema izquierda es un insulto, para este servidor es un elogio. Ojalá en Colombia primara el sistema capitalista, pero no es así. Colombia nunca ha salido del feudalismo medieval que predominó en la colonia. De hecho, la revolución industrial del siglo XIX no pasó por acá, mientras en Estados Unidos los ciudadanos creaban riqueza y progresaban a punta de trabajo, creatividad e innovación.
En Colombia los ricos eran los criollos, herederos de los españoles, dueños de las tierras y la minería, y monopolizadores del comercio. Jamás se preocuparon por crear industria, no la necesitaban, sus tierras producían suficiente riqueza con la que se compraban los productos ya fabricados por los países de la revolución industrial y los vendían a sus súbditos al precio que querían. Por eso, más que la tierra, su verdadero tesoro es el monopolio, esa mala hierba que no permite que el capitalismo puro germine en Colombia y la mantiene estancanda en la colonia.
Para ilustrar un solo ejemplo utilizaré la metodología de los porqués:
Problema:
Las exportaciones caen todos los años.
¿Por qué?
Sale más barato comprar los productos ya terminados que producirlos en Colombia.
¿Por qué?
Entre otras razones, en Colombia cuesta más que en otros países llevar el producto desde la fábrica hasta el puerto donde se exporta.
¿Por qué?
Entre otras razones, porque no tenemos tren.
¿Por qué?
Porque los dueños de las tractomulas, que son unos pocos, ricos y poderosos señores que tienen gran influencia en la política, no han permitido que los proyectos ferroviarios prosperen. Incluso han llegado al punto de pagarle a la gente para que construya sus viviendas ilegales en los ferrocarriles con el fin de sabotear al tren y que la carga se siga transportando al precio que ellos quieran en sus camiones, mientras al ciudadano de a pie le toca compartir las pocas carreteras con estos monstruos.
Es decir, si tuviéramos un sistema ferroviario, podríamos tener las carreteras despejadas y menos deterioradas para el transporte de pasajeros, nuestros productos serían más competitivos, habría menos accidentes y menor contaminación. Pero no, unos pocos señores mantienen el privilegio a costa de perjudicar a todo un país. Vaya y dígales algo, paralizan el país completo con sus famosos paros camioneros.
Los señores de la izquierda quisieron aplicar un remedio que salió peor que la enfermedad, el comunismo, ese sistema que va contra la naturaleza individualista del ser humano, que castra los sueños y pretende volver a todos los seres iguales. Lo aplicaron en Cuba y ahora en Venezuela con resultados desastrosos. Otros señores de izquierda propusieron algo más light, el socialismo, que básicamente es quitarle la plata a través de impuestos a los que tienen ingresos legales para subsidiar a los más necesitados. En otras palabras, quitarle al menos pobre para darle al pobre. A Gustavo Petro lo investigaron y le impusieron una multa multimillonaria que no podría pagar así viviera mil años por aplicar esta formulita, se puso a bajar la tarifa de TransMilenio subsidiándola con dineros públicos, es decir con plata de todos los que juiciosamente pagamos impuestos usemos o no usemos TransMilenio. La tarifa efectivamente bajó, bien por lo pobres y los operadores de TransMilenio, que siguieron recibiendo su tarifa normal; pero mal por los que no usan TransMilenio y de cuyos impuestos se subsidió la tarifa.
Si fuera un capitalista puro y sensato, Petro habría podido bajar la tarifa de TransMilenio y de paso ahorrarse la multimillonaria multa aplicando la libre competencia. Hoy en día la operación de TransMilenio está monopolizada por unos cuantos que imponen sus tarifas y tratan al pasajero como se les da la gana porque no tienen competencia. No hay opción. Ponga cuatro empresas serias a competir con tarifas y servicio en los carriles de TransMilenio: que el usuario pueda escoger si se monta en este bus amarillo, rojo, azul o verde. Luego, libere las tarifas y verá que en poco tiempo el precio del pasaje baja por sí solo y la calidad del servicio mejora. ¿O no sucedió lo mismo con las empresas de celulares? Cuando el servicio lo ofrecían únicamente Claro y Movistar hacían lo que querían con el cliente. Después, se promovió la competencia y quitaron la nefasta cláusula de permanencia y llegaron otras empresas como Tigo y Avantel, y las tarifas y el mejor servicio llegaron solitos sin necesidad de que el gobierno nos quitara a unos para darle a otros.
Sin traumatismos ni revoluciones, el capitalismo le ha dado una mejor calidad de vida a millones de personas. Si no es así, ¿por qué la gente prefiere vivir en el capitalista Estados Unidos y huye de la socialista Venezuela y de la feudalista Colombia?