En medio de los tiempos convulsos que se viven, producto de la pandemia y de los intempestivos cambios económicos y políticos que ha provocado, causa un desconcierto que personajes que dicen ser la encarnación del cambio (sin implicar que eso sea bueno necesariamente) y del pueblo, como el senador Gustavo Petro, con su habitual demagogia barata y populismo reivindiquen ante la gran tribuna de seguidores desinformados que poseen a Ernesto Guevara de la Serna, asesino y símbolo de la dictadura comunista cubana —que, mientras es vista con admiración desde los iPhone capitalistas, es para quienes la han padecido sinónimo de opresión y pobreza—.
De hecho, es demostrable con facilidad que figuras del nivel del Che Guevara tienen más de mito que de realidad, entre otras muchas, por las siguientes razones:
-Fue un psicópata, que lejos de matar por “justicia”, lo hacía por placer. De ahí que en carta escrita a su progenitor afirme textualmente: “Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar”. Siendo conocida su postura acerca del debido proceso, del que decía era una formalidad burguesa innecesaria, prefiriendo siempre el fusilamiento ante otras alternativas, incluso de sus excamaradas, a los que por los motivos más mezquinos dio de baja, dando cabida a su sobrenombre labrado a pulso del “carnicero de La Cabaña”, permitiendo atribuirle centenares de víctimas, ya sea a mano propia o bajo su supervisión.
- Lejos de encarnar al progresista moderno, Guevara se caracterizó quizás por su procedencia acomodada y elitista, de despreciar a las minorías hoy “reivindicadas” por la izquierda. De manera que afirmaba de los negros eran personas con poco apego al baño y borrachos sin ninguna aspiración de progreso. Por su parte, frente a los homosexuales, fue conocido su rol activo en la creación de los campos de concentración destinados a ellos y otros sujetos incómodos al régimen, siendo vistos como enfermos y carentes de idoneidad, para ser revolucionarios, donde según varios testimonios, se erigía imitando a los nazis, el eslogan: “El trabajo os hará hombres”. Finalmente, de los indígenas bolivianos, les achacaría ser hediondos y piojosos, mostrando el absurdo del indigenismo y sus iconos.
- Pudiendo agregarse que el Che al ser ascendido en 1969 a presidente del Banco Nacional de Cuba contribuyó significativamente a destruir la otrora boyante economía cubana, incluyendo en su proceder expropiaciones por 25.000 millones de dólares a cubanos y solo 1.000 pertenecientes a estadounidenses, contrariando el mito existente frente a la materia. Destacándose el impúdico guerrillero, también como un entusiasta de la violencia irracional, al punto de ser un enérgico partidario de los misiles soviéticos en territorio isleño, que casi provocan la tercera guerra mundial e incontables muertes inocentes, de no haber acabado la crisis, muy a su pesar, sin disparar una bala.
- Finalmente, la principal objeción a este personaje histórico corresponde a su papel vital en el establecimiento del comunismo en Cuba, el cual dejaría atrás esta nación, de ser el tercer país de Latinoamérica con el PIB más alto, un salario promedio de acuerdo con la OIT, similar a varios países europeos superando a Holanda y Francia (1958); participando sus trabajadores del 66,6% del producto nacional bruto casi igualando a Estados Unidos con un 70,1%; líneas de ferrocarriles tres veces superiores a la superpotencia del norte y una cantidad de médicos y dentistas superior también a naciones del viejo continente. Sin mencionar que en el temprano 1959 la isla encabezaba la Hispanoamérica en número de personas que sabían leer y escribir, contando con mayor cifra de televisores por habitante, que China o Rusia. Para pasar a ser un territorio, donde el sueldo mínimo ronda los 15 dólares mensuales ($57420) y la miseria es generalizada (incluso la capacidad de importación de 1958, excedía un 66% la de 1994). Siendo una falacia difundida pensar que el “bloqueo económico” fue la causa del desastre, cuando la extinta Unión Soviética brindó una ayuda económica tan elevada que superó por cuatro el dinero del Plan Marshall, que permitió la reconstrucción de la Europa de postguerra, demostrando fue el fanatismo ideológico marxista y no el supuesto imperialismo, el único culpable.
Luego, los estudiantes, dispuestos en la actualidad a inmolarse por causas muertas, ejemplifican la absoluta desinformación reinante, desconociendo hechos notables como el encarcelamiento del líder estudiantil Pedro Luis Boitel por mostrar su inconformidad con el establecimiento socialista, muriendo tras una larga huelga de hambre. Asimismo, respecto a los sindicatos, que siguen viendo ridículamente en el capitalismo a un enemigo, está la emblemática frase de Guevara, que hoy escandalizaría: “Los trabajadores cubanos deben acostumbrarse poco a poco a un régimen de colectivismo. De ninguna manera los trabajadores tienen derecho a huelga”.
Conclusión y reflexión sobre el petrismo
Pese a comprender, con relación al séquito ciego de petristas, su preferencia por rescatar artículos de hace 20 años de alguien expresando algún tipo de simpatía por Uribe (el Hitler colombiano para ellos) o incluso de forma demencial aludir que por una foto se pertenece o no a una corriente política, es dable abogar por la reflexión subyacente sobre si es su propio candidato quien paulatinamente va develando lo poco infundado que tiene, tildarlo de “castrochavista”, no por rumores de terceros, sino fruto de sus propias declaraciones sumadas a las cuestionadas aquí, como aquellas que exaltaban a Chávez, su condición de gran líder latinoamericano o al negarse a llamarlo dictador en entrevista con Jorge Ramos.
Así que frente al insistente reclamo de opinadores supuestamente independientes, del tipo Wally, Colombiano Indignado o el profesor Gilberto Tobón, de porqué no apoyamos en segunda vuelta a su caudillo mesiánico, la respuesta más sensata sería que usando la experiencia de nuestros vecinos u otras latitudes, cuando Castro se oponía a Batista, los bolcheviques a los zares, y el comandante a la clase dirigente de su país, se concluye que la indignación respecto al statu quo ciega e irreflexiva, al igual que pasó en esas naciones, puede conducir a una situación mucho peor que la actual, si no se posee claridad, comprendiendo que no cualquier cambio de rumbo es deseable.
Para cerrar, se constituye como un hecho relevante que el propio Castro negara varias veces ser comunista en los reportajes estadounidenses, haciendo lo mismo su aprendiz venezolano, pareciendo una audaz estrategia: posar de moderado, mientras no se tiene el poder, pero mostrar el más funesto radicalismo izquierdista gobernando. ¿No es lo que hace Petro?
Fuente: Márquez, N. (2017). La máquina de matar: biografía definitiva del Che Guevara (Primera ed.). Grupo Unión.