Es la segunda vez en 130 años de historia de la Policía Nacional que un general en retiro es llamado de nueva a filas para que asuma el mando de la institución. El precedente lo sentó en 2002 el entonces presidente Álvaro Uribe cuando decidió que Teodoro Campo, un veterano que compartía los postulados de su “seguridad democrática” debía uniformarse de nuevo y retomar sus soles y el bastón del mando.
El presidente Gustavo Petro acaba de emular su decisión al sacar de la reserva activa al general William Salamanca que, después de haber vuelto a vestir de civil, se venía desempeñando desde finales de 2022 como cónsul general de Colombia en Miami.
En ambas decisiones mediaron circunstancias de crisis. Campo volvió al servicio para suceder al general Luis Ernesto Gilibert, quien presentó su renunciado agobiado por denuncias de corrupción de las que eran blanco oficial de su círculo más cercano. Uno de ellos era el entonces coronel Royne Chávez, a quien a él llevó al cargo de seguridad de la Casa de Nariño en tiempos de la administración de Andrés Pastrana. El otro, el general Edgar Bejarano, su secretario privado, cuestionado entonces por esquilmar recursos que estaban a su cargo.
Hoy, cinco lustros después, el general Henry Armando Sanabria se va en medio de cuestionamientos sobre ineficiencia y debilidad en el ejercicio del cargo en que, según sus críticos más acérrimos, puso su fe religiosa por encima de las necesidades del servicio.
Lo sucede el general William Salamanca, un hombre que durante el gobierno de Iván Duque emprendió un proceso de depuración de la Policía desde el cargo de Inspector General. Sus decisiones firmes le generaron en ese momento fuertes enfrentamiento con el general Óscar Atehortúa, director de la fuerza, a quien le removió investigaciones por irregularidades en la construcción de proyectos de vivienda cuando estuvo al frente de la dirección administrativa.
El nuevo director de la Policía es un hombre considerado de línea dura en el campo operaciones y alguien que valora la inteligencia estratégica. Petro confió en él desde la época de la campaña y después, su elección, le encargó la coordinación del empalme con Duque en materias de defensa y seguridad.
Curiosamente, en sus informes de empalme el general Salamanca previó un mayor endurecimiento de las más radicales de la guerrilla del ELN que buscaría fortalecerse militarmente y ganar así mayor interlocución ante una eventual reanudación de las mesas de diálogo.
Durante la transición del gobierno de Duque al de Petro Salamanca desarrolló una agenda con sectores claves para la reformulación de la política de seguridad ciudadana, incluidos empresarios y líderes sociales. Al cabo de cada encuentro solía enviar memorando o memorias ejecutivas al presidente Petro. En algún momento su nombre sonó como posible consejero presidencial en seguridad e incluso como Ministro de Seguridad, una cartera que aunque no ha sido creada, sí figuró entre las propuestas de campaña presidencial.
Sin embargo, el jefe del Estado decidió al servicio consular mientras preparaba la reestructuración de las Fuerzas Armadas que hoy parece estar en marcha con los frecuentes cambios que se dan en las filas de la Policía y las Fuerzas Militares.
En una primera fase, el presidente le apostó a una línea de mando compuesta por generales jóvenes y con formación académica en materia de Derechos Humanos y resolución de conflictos. Ahora, con las frecuentes acciones radicales del ELN –grupo de encabeza sus prioridades en materia de paz total- el presidente parece haber optado por un endurecimiento en el mando sin sacrificar los avances obtenidos a partir del regreso de la guerrilla a la mesa de negociaciones.
Por su experiencia en la conducción de operaciones bajo el fuego, como lo demostró durante el gobierno de Juan Manuel Santos cuando estuvo al frente de unidades especializadas, el nuevo director de la Policía parece hecho a la medida de las expectativas presidenciales.
Le esperan grandes retos, a partir de la recuperación de la moral de las unidades que se vio afectada por las políticas del general Sanabria, a quien varios de sus subalternos señalan como responsable del retiro de oficiales y suboficiales experimentados y de los pobres resultados obtenidos en materia de seguridad ciudadana.
No es descartable que la reestructuración el mando policial sea un punto de avanzada en reformas que se harán extensivas también a las Fuerzas Militares. Las primeras evidencias de que así ocurrirá se desprenden de los frecuentes retiros de oficiales que estaban listos para llegar a destinos superiores.
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