Shakira alguna vez le dijo a García Márquez, su amigo, que si ella no podía cantar se moría. Su vida ha sido eso, subida en un taburete a los tres años cantando sus primeros versos o subida en el Stade de France cantando ante ochenta mil personas, convirtiéndose en la artista latina más influyente de la historia, Shakira, como una alondra, lo único que ha sabido es desplegar su canto.
Shakira ahora no puede cantar y la extrañamos. Al menos a mí me hace falta. Siempre pensé que no la soportaba, que me parecía una cabra chillona, que era otro vil producto de Emilio Estefan. No sabía que me gustaba, es que como todo pelado noventero con ínfulas de roquero, andaba en el Dirt de Alice in chains y el Ten de Pearl Jam, sin reconocer que Pies descalzos me influenció hasta el punto que veinte años después, cada vez que me emborracho, luego de Loving Cup o I'm Not Like Everybody Else pongo, ciego de tequila, Quiero, la balada esa maravillosa de su primer gran disco. Los amigos se emputan cuando la canto a pulmón herido pero qué le voy a hacer…. soy uno más de los shakirinianos enclosetados.
A Shakira, como los grandes artistas, no la quieren tanto en su país. En Argentina despreciaron siempre a Cerati y en Inglaterra Mick Jagger es considerado un fósil insepulto. Acá le reprochamos que sus grandes amores hayan sido extranjeros: Oswaldo Ríos, De la Rúa, Piqué. Se lo sacamos en cara porque los colombianos somos envidiosos y horribles. Le hemos dicho que es la hija de la sirvienta, que es una bruja malvada con su personal, que los músicos de su banda no la quieren y, el último desprecio que le hemos hecho los colombianos es que su enfermedad nos ha importado un pepino.
Shakira vivió una tragedia a principios de noviembre: sus cuerdas vocales se le rompieron. Tuvo que salir en Twitter a decir que la gira de El Dorado, con la que pensaba quitarse de encima las malas críticas de sus últimos discos y las rabias que le da Piqué, quedaba cancelada. Muchos se alegraron en redes. Pusieron en tela de juicio un pasado glorioso en donde compartió escenario con Aerosmith, Green Day y Madonna, como si esto fuera algo normal para un cantante latinoamericano. Incluso muchos creyeron que era una excusa para tapar la verdad: que estaba deprimida porque su relación con Piqué parece zozobrar sin remedio. Nada de esto es cierto. El 29 de noviembre viajó con Tonino, su hermano, a Boston a ser atendida por el mejor laringólogo del mundo, Steven M. Zeitels, el mismo que operó a Adele. La operación fue efectuada y ahora deberá esperar unos meses, no forzarse, no dejarse sofocar por la presión mediática, tomarse su tiempo. Igual no volverá a ser la misma. Desde que era niña su profesor en el primer coro infantil en el que estuvo le advirtió: no debía esforzarse tanto en los glissandos, no debería cantar como una cabra, algún día se le partiría la voz.
Pusieron en tela de juicio un pasado glorioso
en donde compartió escenario con Aerosmith, Green Day y Madonna,
como si esto fuera algo normal para un cantante latinoamericano
Shakira no solo tiene el oído perfecto como lo han dicho tantos expertos, no solo siempre ha sido una niña prodigio, —aprendió a leer a los tres años— sino que tuvo una capacidad de trabajo que la llevó a ser un hit en los Estados Unidos. A sus 41 años está cansada, agotada. Lleva dos décadas soportando las críticas de frustrados como yo que la criticamos porque cantó con Maná, porque mientras estuvo con De la Rúa habló argentino y ahora que está con Piqué habla catalán y ve los partidos del Barcelona así haya repetido hasta la saciedad que odiaba el fútbol. Este pueblo destruye a sus ídolos y por eso es que Botero se largó a Francia, Gabo y Vallejo a México y Shakira a Barcelona. El exilio ha sido el único antídoto ante la tristeza de haber sido despreciada, vilipendiada en Colombia.
Ahora la tristeza de Shakira se transforma en una oscura depresión. Después de esta operación difícilmente será la misma. ¿Qué será de la alondra ahora que ya no puede cantar?