¿Por qué nunca habrá paz en Oriente Medio?

¿Por qué nunca habrá paz en Oriente Medio?

Es una paradoja que en Tierra Santa donde se originaron las religiones monoteístas, judaísmo, cristianismo e islam se haya convertido en un campo de batalla

Por: Carlos de Uraba
enero 11, 2024
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¿Por qué nunca habrá paz en Oriente Medio?

Es más que una sentencia bíblica, es una maldición imposible de exorcizar.

Es una paradoja que en la Tierra Santa donde se reveló la palabra de Dios a los profetas y se originaron las tres religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam, se haya convertido en un sangriento campo de batalla.

En Gaza (rebautizada Gush Katif) o en Cisjordania no cesa el genocidio sionista, bulle el odio y el rencor, a causa de la imparable espiral de violencia infringida por los ataques aéreos y terrestres.

Solo hay una obsesión y es la de vengarse. La palabra paz significa venganza; vengar la muerte de mi padre, de mi madre, de mis hijos, de mi abuelos, de mi familia, o de las amistades. A los supervivientes los corroe la rabia y la impotencia y no hay más remedio que empuñar las armas o inmolarse forrados de dinamita. Los héroes y mártires irán al paraíso mientras los cobardes se consumirán en el infierno.

Por Allah que ya viene el Mahdi a Dar el Islam (el territorio de Allah), ya regresa Jesús para instaurar el reino de Dios en la tierra y también el Mashia Ben David, descendiente directo del rey David, ungido para gobernar tanto al pueblo judío como a toda la humanidad. El único capaz de conjurar el sello de la bestia islámica. Abominar a Jesús, el falso Mesías, hijo de la prostituta María, un hechicero que realizaba milagros pues hizo pacto con el demonio como reza en el Talmud. Los cristianos afirman que el mesías es Cristo, el hijo único de Dios y que los gentiles o herejes judíos y musulmanes deben arrepentirse y abrazar al salvador. Hay que elegir entre la conversión o la hoguera.

Los libros revelados ya sea la Torá, el Talmud, el Corán, los hadices, la Biblia y evangelios nos narran infinidad de catástrofes con los que Dios, Allah o Yahvé castigaba a los pecadores, los apóstatas, herejes y paganos. Las tres religiones monoteístas están regidas por el más estricto fundamentalismo. Los dogmas de fe son irrefutables: nadie puede poner en duda las sagradas escrituras y una mitología milenaria donde prevalece el mesianismo y las profecías apocalípticas del Armageddon o fin del mundo. Porque se acerca el día del juicio (resurrección) al Qiyamah o la venida del falso mesías del Dajjal.

Este es un mundo muy espiritual donde la vida es teología: los delirios místicos, cadenas de oraciones, misas, salat o sabat, mientras los devotos se dan cabezazos contra el muro de las lamentaciones, más golpes en el pecho, abluciones, genuflexiones, llanto, imprecaciones, juramentaciones, ayunos de cuarenta días y cuarenta noches, llamados a la serenidad y la paciencia confiados en la resurrección de los muertos. Oremos que Allah nos dará la victoria ¡Allahu akbar! Mi señor Adonaí Elohim nos protege, ¡Viva Cristo rey! porque ya sean árabes, judíos o cristianos cada uno es dueño de su propia verdad y se autoproclaman elegidos por Dios.

Son las raíces históricas de una constante que se viene repitiendo desde tiempos inmemoriales y que impregnan todas las actividades políticas, religiosas y culturales. Los libros sagrados (el Corán, la Biblia, la Torá los Hadices o el Talmud) están escritos en un contexto apocalíptico y profético: somete, mata a tu enemigo judío, dicen los evangelios cristianos; mata a tu enemigo cristiano, dice el Talmud judío, y el Corán ordena decapitar a los infieles cristianos y judíos. Tales principios teológicos están grabados en el ADN y se transmiten de generación en generación. Las cosas son muy complejas pues ni siquiera hay paz entre los propios musulmanes con la confrontación entre chiíes y sunníes. Y los muy hipócritas juran que predican la clemencia y la misericordia.

Se ha sembrado la violencia, el odio y la venganza y así se cumple al pie de la letra la ley del Talión: ojo por ojo diente por diente. El crimen y el castigo. Degollar vivos a sus enemigos, mutilar, cortar la yugular, decapitar. Estos son los principios por los que se rigen las religiones monoteístas que han derivado en el más estricto fundamentalismo.

Occidente y la ONU crearon el estado sionista, lo armaron y lo financiaron. El horroroso genocidio cometido contra el pueblo palestino es el origen del Némesis que ha alterado el equilibrio geopolítico de la región más candente del planeta. La espiral de violencia es incontenible, las amenazas no cesan estamos entre la espada y la pared. No es la paz sino la guerra la que mueve las ruedas de la historia. El pasado 7 de octubre 1300 judíos cayeron abatidos, fusilados, torturados y secuestrados en la operación “Diluvio de Al Aqsa” lanzada por Hamas. Una de las mayores tragedias en la historia de Israel. Inmediatamente el gobierno de Netanyahu ha dicho que no le temblará la mano a la hora de consumar la venganza. “Los palestinos deben pagar un alto tributo en sangre”. Los rabinos ortodoxos bendicen a los soldados o jayalim para que no tengan misericordia y “exterminen a esas cucarachas”

¿Contra quién descargar la indignación? El único consuelo que queda es el de la venganza. El pueblo palestino es la víctima propiciatoria inmolada en el altar de los sacrificios. ¿Cómo va Israel a garantizar su supervivencia rodeado de enemigos musulmanes que han jurado borrarlo del mapa? Solo con el poderío armamentístico y las bombas nucleares que esconden en silos secretos.

¿Quién va a apagar esta conflagración? Que cese de una vez por todas los bombardeos y el lanzamiento de misiles, los obuses que disparan los tanques, el traquetear de las ametralladoras. Pero la suerte está echada y ni Allah, ni Jesucristo o Yahvé pondrán fin a esta locura bélica. Esperamos un milagro y elevamos al cielo las cadenas de oración, misas, salat o sabat, en las sinagogas, mezquitas o iglesias, mientras los devotos se dan cabezazos contra el muro de las lamentaciones, más golpes en el pecho, abluciones, genuflexiones, imprecaciones, juramentaciones, llamados a la serenidad y la paciencia. Oremos que Allah nos dará la victoria ¡Allahu akbar! Mi señor Adonaí Elohim nos protege.

De nada vale sentarse a conferenciar porque ya se agotaron los argumentos válidos de comprensión y entendimiento. Después de la destrucción, la demolición entera de ciudades, y los miles de muertos y heridos ahora quieren convocar por enésima vez una conferencia de paz. Y por qué no en un paradisiaco balneario con hoteles de cinco estrellas donde los negociadores atendidos por hermosas escorts disfruten de opíparos banquetes antes de firmar una magistral declaración de “buenas intenciones” y fraternidad universal.

Ya no hay ninguna esperanza por más cumbres que se convoquen, reuniones urgentes del Consejo de Seguridad de la ONU, ruegos de la Asamblea General para un alto el fuego en Gaza, las infructuosas negociaciones secretas por parte de los mediadores internacionales o la vía diplomática que hace denodados esfuerzos para sentar en una mesa de negociación a las partes implicadas. Porque debe primar un diálogo civilizado. Pero lo cierto es que todo se queda en pura retórica y discursos memorables. En las últimas décadas se han dilapidado millones y millones de dólares sin que se llegue a concretar un tratado de paz justo y duradero. La comunidad internacional está “muy preocupada” porque es urgente que de una vez por todas resuelva la eterno conflicto bélico en Oriente Medio. ¿Será posible reestablecer la confianza o se repetirán una vez más la farsa mentirosa de los tratados de Oslo? ¿Resucitar la fracasada creación de dos estados? EE.UU. busca desesperadamente la firma de un tratado de paz entre árabes e israelíes, pero hay que invertir en la paz y es necesario pagar un alto precio. Y esto solo se resuelve a punta de millones y millones de dólares; promesas de ayuda humanitaria o a la reconstrucción. Y lo más perverso es que los palestinos han sido traicionados por sus propios hermanos árabes que los utilizan como moneda de cambio. Incluso han confesado en sus encuentros con Antony Blinken que quieren normalizar sus relaciones con Israel si cesa la “agresión” a Gaza y reconocen un estado palestino. Aunque la hoja de ruta ya está marcada desde los Acuerdos de Abraham patrocinados por Donald Trump.

¿Con tantas las amenazas y rencillas es posible que los judíos y musulmanes se estrechen las manos y se abracen jurándose amor eterno? ¿A quién le entregamos el premio Nobel de la Paz 2024? ¿Alguna personalidad de reconocido prestigio? ¿Tal vez Netanyahu o Biden? porque así se hizo un día con el terrorista de Menájem Beguín. Se ha sembrado el miedo, el caos. Es imposible hablar de desarme sino de un rearme total que va a elevar hasta el infinito las ganancias de la industria armamentística. La guerra produce mayores réditos económicos que la paz, porque la paz no es más que un estado de armonía muy simbólico, muy romántico e idealista que se escenifica con poéticas ceremonias de suelta de palomas, velitas, izada de banderas blancas y coros celestiales. Un cuento de hadas con un minuto de silencio en homenaje a las víctimas. Tenemos que perdonarnos, amarnos los unos a los otros y que prevalezca la paz y el amor. "Haz el amor y no la guerra"

No habrá paz, nunca habrá paz en Oriente Medio, no lo veremos nosotros y quién sabe si las próximas 1000 generaciones porque la venganza está grabada a fuego candente en la conciencia y la memoria colectiva. Como olvidar todos los crímenes la Nakba y la Naksa, o la reciente operación “Espadas de Hierro”; demasiadas injusticias, la destrucción, el despojo de las tierras, el desplazamiento forzado, las cárceles, ejecuciones extrajudiciales. Las nuevas generaciones marcadas por el fanatismo y la rabia han elegido el terror y la venganza. ¿Una rama de olivo o el kalashnikov? Hay que decidirse de una vez por todas pues lo único que heredarán será el humillante estatus de refugiados.

Los hebreos se sienten cercados por todos los frentes, asediados por los cuatro puntos cardinales: Líbano, Irán, Siria, Irak, Yemen o Gaza y tienen que bunquerizarse, atrincherarse. Blindados por completo con muros electrificados, alambradas y campos de minas para defenderse de los “terroristas árabes” Israel sabe que los tienen en la mira y no tendrán un minuto de tranquilidad.

Jamás habrá paz en Oriente Medio y solo nos queda resignarnos a las fatalidades del destino. Como la solución de dos estados es completamente inviable el gobierno sionista propone que lo más “humanitario” es que los palestinos se exilien en el algún país de África, de Europa o América Latina. Entre más lejos mejor porque todos son “terroristas”. Solo encontrarán la paz en el éxodo.

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