¿Por qué nos sorprendemos? La formación de los superhuracanes se predijo hace 30 años

¿Por qué nos sorprendemos? La formación de los superhuracanes se predijo hace 30 años

Aunque hasta hace algunos años los huracanes por encima de la categoría cinco eran raros, hoy son la norma. ¿Qué hay detrás?

Por: edgar giraldo alzate
septiembre 12, 2018
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¿Por qué nos sorprendemos? La formación de los superhuracanes se predijo hace 30 años
Foto: Pixabay

Los huracanes nos recuerdan lo insignificantes que somos los humanos frente a la magnitud de los desmanes de una naturaleza desbordada. Pascal decía que somos una simple brizna de hierba… pero somos una brizna pensante.

Los huracanes que por esta época afectan al hemisferio norte ocasionalmente arañan a La Guajira y a San Andrés. En Colombia gracias a la barrera natural de la Sierra Nevada de Santa Marta y a la distancia de la costa al interior prácticamente estamos a salvo.

Por otro lado, aunque los huracanes por encima de la categoría cinco eran más bien escasos hasta hace unos años, hoy son la norma. En la medida que el problema del calentamiento global ha empeorado, aumentó el número de huracanes/año y su potencia.

Cada año los daños son más graves y aumenta el número de víctimas. Puerto Rico, Cuba, Cayo Hueso en la Florida y el Sur de Texas aún no se recuperan de los desastres del año pasado. New Orleans es una ciudad en plena reconstrucción todavía, a pesar de los años.

Los miamenses, por su parte, son unos magos en este tema y han adquirido una gran experiencia en áreas claves: evacuaciones, construcción de albergues, manejo de flujos por medio de bombeo en los canales, levantamiento de diques, educación de la gente y sobre todo solidaridad. Mientras un mismo huracán pasa desapercibido en la Florida, en otros estados puede ser un desastre de mayores proporciones. En este aspecto Miami es una ciudad modelo para el resto del mundo.

James Hansen, un científico de la NASA, nos enseñó por primera vez la relación entre los gases invernadero y el calentamiento global. Primero, advirtió sobre el peligro de los gases fluorados, pues en la década de los 70 estos eran los propelentes de los aerosoles que al liberarse estaban destruyendo la capa de ozono. Luego, impulsó una campaña exitosa para que dichos productos fuesen retirados del mercado.

Este investigador fue uno de los pioneros en demostrar la relación entre gases invernadero y sobrecalentamiento, una verdad ya aceptada en el mundo, excepto por algunos fanáticos religiosos y cierta minoría dentro de un partido político —los mismos que niegan la evolución—.

Como resultado de sus estudios este exprofesor de Ciencias Ambientales de la Universidad de Columbia presentó en 1988 ante el Congreso testimonios científicos sobre climatología, que ayudaron a crear conciencia nacional sobre el problema del sobrecalentamiento.

Más tarde, en el 2009, publicó su libro Storms of my grandchildrens (Tormentas para mis nietos), en donde prevenía que en la medida que la concentración de los gases invernadero aumentaran empezaría un efecto dominó de causa y efecto: a mayor consumo de combustibles fósiles, más CO2 y gases contaminantes, más pérdida de la capa de ozono, más calentamiento, mayor derretimiento de los polos, más agua en el mar, más evaporación, más vapor de agua, hasta llegar al actual caos medio ambiental.

Finalmente este desbalance de temperatura ocasionaría una alteración de las corrientes altas de la atmósfera (los llamados jet stream sobre ambos hemisferios que corren de oeste a este y viceversa), que alterarían el tamaño, la frecuencia y el curso de los huracanes de abajo. ¡Esto es lo que exactamente está ocurriendo en nuestros días!

Por supuesto que Hansen está lleno de enemigos, empezando por los lobistas de la industria del carbón y del petróleo. De hecho, de inmediato un colega suyo, Jim Hollingsworth, publicó una revisión refutándolo y acusándolo de exagerado por convertir un estudio de ensayo científico en panfleto político, por apelar a “sus nietos” y adornar un tema serio con elementos emocionales.

El problema de fondo es que solo somos brizna de hierba, no solo pensante sino furiosamente consumistas. Por tal razón se nos olvida pensar y nos dedicamos a devorar las golosinas y cachivaches que la sociedad de consumo nos ofrece, incluyendo el mayor de todos los juguetes: el automóvil. Peor aún, la publicidad desbordada nos domesticó, haciéndonos creer que este un símbolo de estatus social y éxito. ¡Ja…Ja!

¿Tiene Jansen la razón? Verifíquelo usted mismo. Al comenzar la era industrial el CO2 era de 250 ppm. (partes por millón), cuando este libro se publicó estaba en 380 ppm., y este preciso momento —cuando usted lee esta nota— marca 405.52 ppm. Si no lo cree visite la página www.CO2now.org y conozca en tiempo real la concentración de CO2, dada por el observatorio de Mauna Loa en Hawái.

Entonces cada vez que en la prensa y en la televisión pasen las películas de un huracán en un país lejano que no es el suyo, recapacite y piense que no escucha la furia de la tormenta, sino el dolor de la misma naturaleza que clama su compasión. Usted que es “brizna pensante” durante su vida productiva emitirá con su automóvil 50 toneladas de CO2 a la atmósfera. ¿Está usted haciendo algo para remediar el problema?

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