Caso 1. El señor Argemiro Pérez está reportado en Datacrédito, motivo por el cual su vida crediticia ha muerto. Ni siquiera puede pedir un préstamo para pagar sus deudas. Y todo porque la empresa de celulares a la que había comprado un teléfono lo reportó a la entidad de riesgo para que lo mataran comercialmente. ¿Qué hizo Argemiro? Exactamente lo mismo que hace con millones de usuarios la empresa de celulares: Incumplir. Nunca le brindó el servicio 24 horas que él tuvo que pagar. La señal no entró cuando él más la necesitaba y sus llamadas se caían siempre. Pero Argemiro no tiene amigos en el poder, ni fiscales amigos, ni dinero para comprar jueces.
Caso 2. El joven Ramón Buitrago abre una cuenta en un banco para que sus padres consignen allí su cuota mensual de sostenimiento en la ciudad a donde ha llegado a cursar sus estudios universitarios. Un día se queda “en rines” como dicen los de su edad y acude al cajero a sacar sus últimas 20.000 “barritas”. Y ¡oh sorpresa! Solo encuentra 4.000. ¿Qué pasó? El costo de los anteriores retiros, el costo trimestral de la tarjeta, el 4 por mil y otras deducciones acabaron con su reserva. Mientras tanto, el dueño del banco, que obtiene ganancias anuales en billones, sigue comprando periódicos, hoteles, otros bancos y su capital se triplica en menos de una década. Ahora el presidente de turno, que le debe favores de campaña, pide a micrófono abierto que el Banco de la República le permita al “pobre banquero”, elevar las tasas de usura
Caso 3. El señor Javier Munévar acaba de pagar 890.000 pesos del impuesto de rodamiento de su carro modelo 2012. Ha dejado de hacer muchas cosas que anhelaba por cumplirle a su ciudad. Sale de su casa y en la esquina, justo antes del semáforo, un cráter echa a perder su llanta trasera derecha. El rin también sufre y no se sabe si los amortiguadores. Como si fuera poco, como está en un trancón, llega la policía de tránsito y le exige sus documentos y los del vehículo. Don Javier los exhibe con orgullo porque siempre los tiene en regla. Sin embargo el policía saca su libreta y empieza a hacerle un comparendo. Don Javier no entiende lo que está sucediendo. “Está en pico y placa señor” le explica el agente. Don Javier mira la fecha en su reloj y cae en la cuenta del error. Sin embargo alega para disipar su entendible rabia: ¡Qué mierda, acabo de pagar el impuesto de un año y solo me permiten andar en mi carro tres días a la semana!
Este corto relato representa el drama de millones de personas que viven en las grandes urbes de Colombia. Pagan impuestos cumplidamente para que las ciudades mantengan las calles en buen estado y para disfrutar de su vehículo pero ni una ni la otra cosa. Las calles revientan sus llantas y solo pueden movilizarse la mitad del tiempo que están pagando. Esto sin contar que desde hace dos años, y sin mediar palabra, otros millones de colombianos terminamos pagando 140.000 pesos por la revisión técnico-mecánica que antes costaba lo mismo pero era válida por dos años. Es decir, un alza del 100 % y que yo recuerde nadie dijo nada. Vamos aceptando las imposiciones arbitrarias con una resignación que raya en el autismo. ¿Por qué?
Caso 4. Este sí es personal. Quise entrar a hacer unas compras de última hora alsupermercado “Jumbo” del Centro Comercial Santa fe. Al llegar, nos dijeron que el hipermercado en mención estaba cerrado. Entonces quise salir pero me tocó pasar por la caja. En un trino que puse a los 10 minutos del incidente pueden ver la fotografía del recibo: 2.100 pesos por tres minutos. Es decir, 700 pesos por cada minuto cuando lo máximo autorizado es de 95 pesos el minuto. Pero no es todo. Según denuncias del concejal Javier Palacio, los parqueaderos asociados a centros comerciales solo pueden cobrar 48 pesos por minuto. Y es lógico. El usuario va a comprar, a hacerles el gasto a los dueños de los locales. Por esta vía del cobro desmedido e ilegal, según denuncias del mismo concejal, los parqueaderos se embolsillan la medio bobadita de 180.000 millones de pesos al año. ¿Por qué?
Caso 5. Juan y su novia Estela llegan al aeropuerto de Santa Marta a tomar el vuelo de las diez de la noche con destino a Bogotá. Para no llegar tarde, han tenido que tomar dos taxis. A las aerolíneas hay que cumplirles o mueres. Al llegar al aeropuerto se encuentran con que la aerolínea ha cancelado el vuelo por problemas mecánicos. Otra pareja que hay allí les dice que es por falta de pasajeros. Sin dar explicación alguna los citan para el primer vuelo del siguiente día. La pareja, que ya está sin dinero tiene que pagar una noche más de hotel porque la aerolínea no asume el costo. Eso lo dice el contrato que firmamos, casi siempre sin leer. Entonces, al día siguiente, salen para el aeropuerto con el tiempo requerido pero los sorprende un trancón en la vía y llegan justo cuando el vuelo se ha cerrado. Alegan, hablan con Raimundo y todo el mundo y nadie les da una solución distinta a la de pagar: “Si se quieren ir en el vuelo de las once de la mañana tienen que pagar una penalidad”. Este es un caso de miles. Nadie puede cambiar un tiquete sin pagar, nadie puede llegar tarde. Pero cuando les da la gana, las aerolíneas retrasan los vuelos, los aplazan, los acumulan, los cancelan y nos hacen perder conexiones sin que nadie pueda decir absolutamente nada. ¿Por qué?
No alcanza el espacio para mencionar otros casos aberrantes como los que suceden con las EPS, los peajes, la gasolina, el Icetex y sigue una lista larga de exabruptos.
Pero, ¿por qué suceden estos abusos? Una sola respuesta. Porque nosotros lo permitimos. Porque el abusador analiza a la víctima y solo resuelve atacarla cuando muestra síntomas de pasividad. Y eso es lo que hemos sido siempre. Una sociedad pasiva, sumisa, masoquista. ¿Hasta cuando? Hasta que todos les quitemos a los políticos el poder. Porque los abusos nacen de su poder. Poder que ponen al servicio de los poderosos, aunque en todas sus campañas digan que van a trabajar por el pueblo. Mientras no asumamos que somos sujetos de derecho, que podemos protestar, que podemos disentir, que podemos vetar empresas abusivas, ellas no dejarán de abusarnos por sécula seculórum.
Algún día aprendemos el significado de la frase“desobediencia civil”. Ese día nos temerán y nos respetarán como nunca lo han hecho.