Más fácil cae un mentiroso que un cojo dice algún refrán popular, aunque no sé a qué viene recordar esta máxima si Ernesto Samper Pizano no es cojo (creería) ni mentiroso (dudaría) y es del señor (ejem) Samper Pizano de quien vengo a hablar hoy sábado.
¿Y eso?
A la profunda indignación que (me) produce uno de sus tuits (pensaba que Uribe era el único tuitero presidente; pero no, Samper también está de inconformista y revoltoso en 140 caracteres) cuando escribe sin sonrojarse que ya va siendo hora para que el alcalde Petro de un paso al costado. Que sería una decisión digna, se atreve a decir. ¡Le invita a que dimita!
Y ahí se me vino a la cabeza aquello que el cura predica pero no aplica, o lo del burro burlándose del orejón y recordé sus años de gobierno diciendo y repitiendo aquí estoy y aquí me quedo y me mantengo y todo fue a mis espaldas y hasta que no haya sentencia ejecutoriada yo soy inocente y hasta dijo algo de un elefante.
Y hablando de inocentes o culpables, merece anotarse que tampoco venimos a hablar de Petro, un triste y pésimo alcalde del cual ahora no vale la pena gastar tinta.
Se habla de Ernesto Samper, quien en estos momentos da lecciones de ética y decencia y él es el último indicado para decir quién debe quedarse y quién debe renunciar.
Porque los suyos fueron cuatro años de deshonra. El suyo fue un gobierno que se monta con las platas del narco, con una campaña financiada por la mafia, y que es absuelto por una triste comisión de acusaciones de un triste órgano legislativo, con toda la prensa encima, las verdades sobre el tapete y la gente diciendo más bajo no podemos caer señor Samper, renuncie señor Samper, y el señor Samper se limitó a decir aquí estoy y aquí me quedo.
Y se rió, imagino, con sonora carcajada, ya que dicen que tiene un magnifico sentido del humor. Alguien que se burla del país de esa mágica manera debe tener un contagioso sentido del humor. Y con ese espléndido sentido del humor es que el país tragó entero con el cuento del todo vale, se puede ser presidente subido con los dineros de la mafia, que todo vale, que eso no importa, que qué más da, que apenas fueron ocho mil millones, ocho mil traquetas cajas con devaluados traquetos pesos. El señor Samper con su inusitado humor ayudó a cimentar el todo vale en la jerga colombiana, todo vale ya que todo fue a mis espaldas, y digan lo que digan aquí estoy y aquí me quedo.
Una humorística clase de ética y decencia.
Y simplemente, dentro de la indignación, le pido al señor Samper que por qué no se calla, que siga con sus chistes flojos de monjas y conventos, que si quisiéramos una guía del buen proceder jamás se la pediremos al peor presidente que ha tenido este país. Peor que Andrés Pastrana, que ya es mucho decir. Uno por indigno, el otro por inepto. Pero no estamos hablando ni de Petro ni de Pastrana, sino de Samper Pizano.
Y hablando de Samper Pizano, creo que no sobra mencionar brevemente a Daniel, el hermano periodista, quien con valentía, decisión y estudios destapó muchas de las cochinadas que ocurren en nuestro país, un investigador de los buenos que no dejaba tranquilo a los burócratas de turno y siempre les sacaba a relucir sus pequeños o grandes desfalcos, sus trapos sucios (todo ello antes de Samper presidente), y quien en días pasados, en su columna habitual de El Tiempo y hablando de Horacio Serpa (vicepresidente de su hermano el presidente Ernesto) lo tildó de “respetable y transparente veterano de batallas duras”. ¿Pensará lo mismo de su propio hermano, que es un respetable y blablablá? Seguramente sí y sus razones tendrá, válidas ellas, y aquí solo me limito a recordar aquella frase de Groucho Marx donde decía con sus bigotes manchados de carbón “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.
Aunque aclaro que no hemos venido a hablar ni de Petro, ni de Pastrana, ni de Serpa, ni de Daniel. Unas cortas líneas sobre Ernesto Samper Pizano, alguien que no puede pedir integridad moral careciendo de ella.
Fecha de publicación original: 15 de marzo 2014