808 niños murieron en 2015 por causas asociadas a la desnutrición. 18 personas mueren a diario por las mismas causas. Más de 30 niños menores de 5 años han fallecido este año por probables casos de desnutrición. 3 de cada 5 niños contraen complicaciones por deficiencias alimentarias.
Estos no son datos traídos de Somalia, Zimbabwe, Haití, Congo o Eritrea. Estamos hablando de Colombia. Sí, Colombia, el país más feliz del mundo, el de la “Prosperidad para todos”, el del Cero a Siempre. En un país serio esto hubiera desembocado en una tormenta política sin precedentes, con la caída de ministros, directores de Bienestar Familiar e incluso del mismo Presidente de la República.
A parte de la vergüenza que supone un Estado incapaz de garantizar siquiera que sus miembros no mueran de física hambre, lo que muchos ignoran aún son las consecuencias que a futuro pueda tener para el desarrollo de un país el reiterado número de niños que mueren por desnutrición, como lo presentado en La Guajira a lo largo del año, o su deficiente alimentación.
Una infancia con desnutrición se convierte en un costo añadido al ya de por sí sistema de salud en crisis que tiene Colombia, corroído por la corrupción, la politiquería y los negocios particulares de los dueños de las EPS. Se estima que la segunda causa de muerte en niños menores de cinco años se debe a la Enfermedad Diarreica Aguda, mal generado por la desnutrición en este segmento de la población. A futuro, un niño mal alimentado va a presentar complicaciones de crecimiento, problemas dermatológicos y dentales, entre otros.
Son conocidos los múltiples casos en los cuales la desnutrición se convierte en un factor de deserción y repetición escolar. En 2011 El Diario del Magdalena identificaba que la principal razón de abandono de estudios en su departamento se debía a la desnutrición, y cómo los programas de alimentación no cubrían a toda la población escolar. Además la desnutrición va relacionada a un mal o bajo desempeño académico. Según la organización Save The Children, los niños con desnutrición crónica presentan un 20% menos de posibilidades de aprender a leer que un niño en condiciones alimenticias normales, un 19% más de posibilidades de equivocarse en la lectura de una frase sencilla como “Me gustan los perros” o cometer más errores en la resolución de básicas preguntas numéricas. Este es un mal que además se extiende a la deficiente alimentación escolar que reciben los estudiantes de secundaria, media y pregrado de todo el país. Hay que ver cómo un gran porcentaje de estudiantes universitarios asiste a clases sin desayunar, o pasa el día sin almorzar, simplemente porque no tiene con qué hacerlo.
¿Cuántos ingenieros en potencia ha perdido Colombia porque murieron por causas relacionadas al hambre? ¿Cuántos futuros oncólogos vieron truncadas sus capacidades por una alimentación deficiente? ¿Cuántos brillantes juristas han tenido que abandonar sus estudios por desnutrición? Son respuestas que jamás sabremos y cuyo costo es incalculable. Pero contrario a la reacción que se podría esperar de cualquier gobierno, el de Juan Manuel Santos redujo este año el presupuesto para la alimentación escolar en un 50% frente a 2015, como ya lo denunciaron algunos líderes de los maestros y la misma Procuraduría. Incluso, el mismo Vicepresidente de la República lamentó el recorte de presupuesto para el sector de agua potable en el país.
@LeoGomezBotero