El tema es sensible, pero si nos despojamos de la actitud meramente emocional se termina entendiendo el planteamiento. No se trata de desconocer la historia, pero después de 484 años es tiempo de reescribirla y desclasificarla.
Es por eso que ya es hora de quitar sin violencia la estatua de Sebastián Moyano en Cali, muy pomposamente llamado Sebastián de Belalcázar. Su retiro debe ser un aterrizaje suave y una acción concertada.
Además, del monumento debe ser reemplazado por algo más fresco, novedoso y renovado. Sin embargo, está claro que los ortodoxos de la academia de la historia lógicamente se opondrán a esto, pues tocaría fibras sensibles del statu quo reinante.
No obstante, no está de más contemplar sustituirla por una relacionada con algo que haya representado una transformación trascendental y significativa en nuestra vida y cultura vallecaucana.
El cambio puede ser por una gran obra artística, con motivo científico, musical , deportivo, cultural, poético, religioso, social o incluso una temática comprometida con la paz. A la larga, la idea es reemplazar la estatua de Belalcázar por algo que dignifique la cultura vallecaucana. Vivimos en otro momento histórico.
Sin desconocer el valor histórico de la estatua de Belalcázar, incluidos pasajes fuertemente negativos, que significaron crímenes de lesa humanidad, infringidos a la población indígena y el esclavismo a la población afro, seguir venerando después de 484 años a un aventurero y sus violentos secuases expresidiarios, que vinieron a violar, robar, saquear y a exterminar indigenas, ya no funciona.
Tuvimos suficiente, ya se veneraron falsamente y endiosaron por muchos años a quienes no se debía. En España no le rinden culto a través de una estatua a ningún aguerrido indígena ni a un férreo cacique.
Para cerrar, esa estatua está en mora de ser retirada y sustituida por un lindo motivo, más cercano, más cálido y mas amable que estos conquistadores españoles con su espada asesina y su cruz envangelizadora.