Yo no marcharé el próximo jueves, no porque desconozca que este país está inmerso en un círculo vicioso de inequidades e iniquidades, sino porque me niego a caer en el juego mezquino y antipatriótico de aquellos que quieren tomarse el poder cabalgando sobre la ira, la desesperación y el hastío del pueblo colombiano.
No marcharé, porque es mi convicción que los cambios estructurales de una nación se hacen a través de pactos sociales, de amplios consensos ciudadanos y mediante el poder que otorgan las urnas de la democracia, jamás exacerbando odios de clase, demonizando a quienes no piensan igual y levantando a unos en contra de otros!
No marcharé, porque me rehúso a ser idiota útil de aquellos que pretenden desestabilizar a un gobierno elegido democráticamente para sumir al país en un caos del que ansían salir anticipadamente victoriosos y saciar su sed de poder y revancha!
Marcharé, con firmeza y alegría, cuando sea el pueblo colombiano en pleno el que salga a las calles, en paz y sin odios, para llegar a acuerdos de fondo y sobre lo fundamental, sin estigmatizaciones, sin ánimos revanchistas, sin exclusiones de ningún tipo, y con el único propósito de fundirnos en un solo abrazo para superar todo aquello que nos divide y todo aquello que nos impide convertirnos en aquello que estamos llamados a ser como sociedad, como pueblo y como nación!
No marcharé este jueves, en suma, porque estoy convencido de que jamás la manipulación, la rabia, la polarización maniquea, la mezquindad, la mentira y el ansia desbocada de poder serán capaces de transformar a una sociedad y cambiar el destino de un país.