Dijo Charles Bukowski, escritor norteamericano fallecido en 1994, dando a entender que entre las dictaduras y las democracias abusivas solo existe una mayoría incompetente, que “la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”.
Muy razonable pensamiento, porque en la práctica, lo que siempre hemos tenido en Colombia son dictaduras democráticas, abusivas, excluyentes, selectivas e injustas. Y lo que legitima esta democracia de papel, es un sistema electoral corrupto, unas ramas del poder público sin independencia alguna, unos entes de control politizados y unos medios de comunicación alienados con el poder. Todo no es más que una pantomima bien montada.
Triné hace un par de días: La democracia es una fiesta de ricos con tres salones V.I.P. (política, negocios y educación) y dos salones para el pueblo (electoral e impuestos). Una tuitera complementó el comentario respondiendo que para los pobres también estaba el salón de la guerra.
Para los ricos están las oportunidades de educación, los grandes negocios del Estado, la banca, el fácil acceso al crédito y a los altos cargos de nombramiento en la política, la Policía y el Ejército. No existe la más ínfima posibilidad de que la banca, con ganancias fabulosas, los medios de comunicación cada vez con mayor influencia y poder de chantaje, y los grandes contratos del Estado recaigan en colombianos de bajos recursos.
Para el pueblo, para los marginados, la democracia solo tiene tres salones. Uno electoral, otro tributario y uno en el campo de batalla. Porque los pobres solo sirven para votar, para pagar impuestos y para ir a la guerra. Es la cruda realidad. ¿O alguien ha visto al hijo de un ministro, congresista, un poderoso industrial o un presidente de la República en el monte defendiendo a la patria con un fusil en sus manos? No. Pero si los vemos votando para legitimar el sistema y tributando para alimentarlo.
Con el agravante de que en el salón electoral no se refleja la voluntad popular. La compra de votos, el fraude en el conteo de los sufragios, el alto costo de las campañas y el alineamiento de los medios de comunicación con los sectores corruptos de la política, distorsionan los resultados que reflejan esa voluntad popular. A los cargos de elección popular no llegan los mejores, ni los candidatos con mejores intenciones, ni los más capaces, ni los más honrados. A los cargos de elección popular llegan, con contadas excepciones, los más adinerados, los más hampones, y los que más contactos tengan en el gobierno, los bancos, las mafias violentas y la prensa.
En conclusión, nuestra democracia es un vaso muy grande, que son los poderosos, sobre un plato muy pequeño, que son los pobres. Para que los pobres puedan entrar en juego, se necesita que el vaso de los ricos se llene y se rebose. Solo así caerán las sobras sobre el plato para que el pueblo se mate por ellas.
Deteriora el panorama la falta de educación de las masas, que es parte de la premeditación con la que las mafias del poder en Colombia han diseñado el sistema. Pueblo ignorante no hace preguntas. Pueblo ignorante cree lo que diga la prensa alienada. Pueblo ignorante se deja distraer con pan y circo. Pueblo ignorante se deja apretar la soga hasta el límite. Pueblo ignorante idolatra a sus verdugos. Pueblo ignorante paga con el sudor de su trabajo los huecos fiscales que dejan el derroche, los privilegios y la corrupción. Pueblo ignorante se resigna. Pueblo ignorante reza y acepta su tragedia como voluntad divina. Pueblo ignorante defiende a sus falsos mesías. Pueblo ignorante no mastica las noticias. Pueblo ignorante se equivoca para el lucimiento de la justicia. Pueblo ignorante no protesta y si protesta, tenemos un aparato represivo infalible, con mayor presupuesto que la mala educación que hace a las masas ignorantes.
Una pequeña muestra, que corrobora lo dicho, es Agro Ingreso Seguro. Programa del gobierno que regaló plata a los ricos terratenientes mientras Icetex presta dinero a estudiantes pobres a quienes cobra intereses y pide fiadores. Sin contar que al campesino pobre le toca ir al paro para que le garanticen un precio razonable a su producción, empeñada por bancos agiotistas, a veces, del mismo Estado, y en competencia con productos extranjeros subsidiados.
El aparato de justicia no funciona diferente. Paramilitares amparados por élites de derecha, pagan cinco años de cárcel a pesar de descuartizar a cientos de personas. Expresidentes acusados de corrupción con pruebas gravísimas, son hoy secretario de Unasur y senador de la República. Y jóvenes talentosos que deberían estar en la universidad aportando al desarrollo del país, están en las cárceles pagando largas condenas por robar celulares, pagar con un billete falso, robar un caldo de gallina o por tocar las nalgas de alguien en el humillante y congestionado transporte público.
En la banca es igual. El crédito es para los que tienen. De la única manera que funciona la democracia en este sector es cuando los bancos se quiebran. De inmediato los gobiernos democratizan sus pérdidas y hacen que el pueblo las asuma.
Pero como no existe un sistema de gobierno menos traumático, sigámosle apostando a la democracia. Pero luchemos por una democracia donde en realidad quepamos todos. Donde la voz del más humilde tenga igual valor que la voz del más poderoso. Donde ricos y pobres puedan tener acceso de calidad a los servicios de salud y educación. ¿Cómo? Quitándoles los votos que los legitiman. Puede ser mediante el voto en blanco o el abstencionismo siempre y cuando uno u otro representen el sentir de las mayorías con contundencia.
Mientras cambiamos las cosas. Mientras tomamos conciencia de que la única manera de acabar con una falsa democracia es una democracia real, démosle otro significado etimológico a la palabra. Que no sea demos (pueblo) cratos (gobierno) gobierno del pueblo. Que sea demos (del verbo dar) cracia (plutocracia) Demos a la plutocracia. O más fácil, bauticémosla como los hechos la evidencian: Bandidocracia. El gobierno de los bandidos.