Me niego a vivir, aceptar y callar ante el hecho reiterado y persistente de que la opinión pública colombiana se comporte como una jauría hambrienta de sangre —dispuesta a destruir vidas, moralidades, carreras y prestigios, y destrozar a sus aleatorias víctimas hasta los huesos— cada vez que una voz anónima, para más piedra, señale a cualquiera para ser objeto de linchamiento.
Hasta que no se demuestre fehacientemente lo contrario, yo le creo a Ciro Guerra.
Vamos por partes. Catalina Ruiz-Navarro utiliza la figura del anonimato para escribir y novelar ocho historias de acoso y abuso por parte de Ciro Guerra a igual número de damiselas.
Primer punto
¿Por qué anónimas, más si son ocho? Sin que le pasara absolutamente nada, Patricia Casas, la mujer de Hollman Morris, solita dio la cara —en prime time en el programa de Vicky Dávila—, contrató abogado y destruyó irremediablemente la carrera política del padre de sus hijos.
¿Qué creen? ¿Qué Ciro Guerra va a contratar a los Rastrojos y al Clan de Golfo para perseguirlas, capturarlas, secuestrarlas, asesinarlas y desaparecerlas? ¡No seamos ridículos! Si estas denunciantes anónimas pusieran la cara, si tuvieran los ovarios para hacerlo, todo el país las aplaudiría y respaldaría, pero así no. Lo siento, si se acepta este modus operandi, en el futuro puede ser víctima cualquiera. Usted podría ser el próximo y entonces no le resultaría tan gracioso.
Segundo punto
Conocí a Ciro Guerra en el Festival de Cine de Cartagena y no tiene en lo absoluto el perfil de acosador, ni mucho menos de violador. No es coqueto, ni anda buscando viejas. Es un hombre serio, reconcentrado, superenfocado en sí mismo y obsesionado enfermizamente en su trabajo.
Tercer punto
Estoy en desacuerdo con el feminismo radical de Catalina Ruiz-Navarro, la autora del artículo, que ve a los hombres como enemigos a los cuales hay que destruir y llevar a la muerte psíquica y moral para vengar milenios de iniquidad contra las mujeres.
Cuarto punto
Es un hecho cierto que Catalina Ruíz-Navarro ha sido acusada de plagio: está comprobado que plagió apartes de su tesis doctoral. En consecuencia, yo pondría en duda cualquier cosa que venga de ella.
De hecho, por mucho menos que eso el eminente columnista Hernando Gomez Buendia fue echado de Semana y casi que condenado al ostracismo
Quinto punto
Mi propia experiencia: durante años fui a todos los festivales de cine internacionales, vistos por muchos como una oportunidad para el flirteo, el romance y el sexo salvaje, ocasional y sin consecuencias, y sé cuáles son los directores están en ese plan... Ciro Guerra no es uno de ellos.
Recuerdo, por ejemplo, que en una oportunidad, en un cóctel en el Hotel Caribe, un director de cine paisa (exitoso, muy famoso y que ha estado en Cannes) me abrazó por la cintura y me dijo obscenamente al oído (con voz de gamín): "Uy mamasita, la he visto toda la noche, mi amor, cómo está de linda. Vamos pa' mi habitación que allá tengo regalitos pa' usted". Como no estaba interesada en sexo, le sonreí y seguí mi camino. Si un hombre adulto, en cualquier circunstancia, invita a una mujer adulta a su habitación es un pedido de permiso explícito para fornicar. ¿Qué tal que yo hubiera aceptado ir a la habitación de este director de cine por regalitos y ahora, veinte años después, le dé una entrevista a Catalina Ruíz-Navarro acusándolo de acoso y abuso?
También, en otra oportunidad fui abordada a la salida de un evento por uno de los mejores cronistas del país, quien me invitó a comer arepas donde Eparquio Vega y a tomar vino en la Tertulia de El Tejadillo, en las murallas de Cartagena. Conversamos como cuatro horas y, cuando llegó la hora de irnos, me convidó a que tomáramos un taxi juntos, pues íbamos en la misma ruta. En el camino me invitó a irnos al Motel Villa Campestre, yo le dije que no y, a pesar de mi negativa, le pidió al taxista que enrutara para allá. Me enfadé y le grité al conductor que volviera a la ruta original o de lo contrario me tiraba del carro. El cronista me miró feo y no nos volvimos a dirigir la palabra. Como al año nos reencontramos, me pidió perdón, superamos el hecho y ahora somos amigos entrañables.
Y esas no son las únicas anécdotas de mi acervo personal. En una oportunidad, en un evento en un penthouse en Barranquilla (en el que estaban directores de cine, cantantes, músicos y escritores internacionales), el mejor poeta de esa ciudad se pasó de copas, hizo mala bebida y empezó a acosar a una examante suya, que en ese momento estaba con el que era su actual amante. Como con ella no pudo, vino a mí a decirme que siempre había querido follarse a dos poetas. Le respondí: “Okay, te deseo suerte”. El tipo fue tan insistente que me tocó despedirme e irme y aun así me siguió hasta el ascensor e intentó sacarme por la fuerza. Dos veces más tuvo ese comportamiento en público estando bebido, y siempre bueno y sano me llamó a disculparse. Si yo fuera una feminista radical publicaría su nombre y le acabaría la vida profesional y su reputación, pero no.
***
Los hombres son seres humanos, que no se nos olvide. No los veo como mis enemigos. Ellos son criados en un sistema patriarcal que les recalca que deben ser fuertes, conquistadores y agresivos en la seducción. Además, están atrapados en un mundo lleno de deseo, testosterona y símbolos y mensajes subliminales de sexo, tetas y culos a cada instante y lugar, y mujeres que se hacen las difíciles pero que ante la agresiva insistencia ceden y otras que se sienten ofendidas y los demandan por acoso y les acaban la vida.
Los mensajes son contradictorios y el mundo cambia y nos arrastra. Las tensiones entre machismo y feminismo, seducción y acoso son muy tenues y difíciles de definir.
Soy feminista, trabajo por el aborto libre, la igualdad y la equidad, y no veo a los hombres como un reto a destruir, la historia no es contra ellos sino de la mano de ellos. Ellos también están llenos de miedos, complejos, inseguridades y carencias, están trapados en un mundo que les exige el éxito y el poder. El único feminismo exitoso es el que entiende a los hombres, los perdona y los ama.
Así que lo siento mucho, pero me separaré una vez más del rebaño unánime de linchamiento y creeré en Ciro Guerra hasta que se demuestre lo contrario.
Y un respetuoso mensaje para Catalina Ruiz-Navarro: feminismo sí, pero no así.