En las últimas horas, desde fuentes oficiales de la institucionalidad se ha “confirmado la muerte” del temido comandante de las disidencias de las FARC, producto del acuerdo de Paz firmado en 2016 entre el gobierno colombiano y la guerrilla más antigua del mundo; las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Común – FARC.
La muerte de Guacho, ha suscitado gran intriga en las redes sociales por las formas como las fuerzas militares han querido comprobar que sí fue abatido el narcotraficante alias ´Guacho´. Tras las ya pasadas declaraciones del ministro de Defensa en las que, en el mes de agosto pasado comunicó que había sido abatido alias Guacho, pero que él mismo dejó sin fundamento al exponer que el jefe disidente no había muerto en el operativo, sino que el uso de un chaleco antibalas le había salvado la vida, en esta ocasión la opinión pública se ha mostrado escéptica ante las afirmaciones entregadas por el mismo presidente de la Republica en las cuales afirma que el jefe de las disidencias de las FARC fue abatido por la fuerza pública.
Algunas de “las inconsistencias” que ha debelado la opinión pública, partiendo de la foto publicada por la institucionalidad en la cual se aprecia el que sería el cadáver de alias ´Guacho´, son: Primero, la imposibilidad de apreciar un característico lunar en el lado derecho del rostro del disidente. En la imagen prueba (la compartida desde la institucionalidad), es imposible apreciar este lunar, el cual y dado el ángulo de la foto, sería de fácil reconocimiento. Segundo vendría ser el hecho que, al momento de ser “abatido” el jefe se encontraba con unas botas de muy buen aspecto (nada parecidas a las trajinadas que estamos acostumbrados a ver gracias a la inclemencia de la selva).
No es mi intención “atizar el fuego” de la polémica que se ha suscitado alrededor de la supuesta muerte de alias Guacho, sino mostrar, desde mi perspectiva, por qué ha pasado esto. Uno de los elementos detonantes ante esta situación es la presión del gobierno para dar este golpe. Desde las últimas acciones condenables e incomprensibles de Guacho –el secuestro y posterior asesinato de los tres periodistas ecuatorianos, el también secuestro y vil asesinato de la pareja de comerciantes en la frontera Colombo ecuatoriana-, las relaciones diplomáticas entre estos dos países han sufrido ciertos altibajos. El aumento del negocio de la marihuana, la inseguridad en los territorios y la criminalización de lo social, producto de Guacho fue otro elemento de presión que tenía el gobierno colombiano para dar con su paradero más temprano que tarde.
Otro de los elementos que fue el camino que nos llevó a este problema, es la pérdida de credibilidad en las instituciones. ¿Cómo confiar en una fuerza pública que no ha sido capaz de llegar a los territorios donde antes operaban las FARC y brindar seguridad? Uno de los grandes problemas del pasado gobierno es esa incapacidad operacional de brindar seguridad en los territorios que antes “pertenecían” a la guerrilla. Aunque se entiende que es un problema nada nuevo, este gobierno poco ha hecho para solucionarlo. Permitir, por su incompetencia, la presencia de las disidencias, es algo condenable a la fuerza pública.
Además de esa ya larga ausencia del Estado en los territorios, otro problema de confianza en las instituciones se presenta con la Fiscalía. El ente investigador se ha visto envuelto últimamente en grandes escándalos que giran alrededor de las denuncias del Senador del Polo Democrático, Jorge Enrique Robledo, en las cuáles asegura que el actual Fiscal general tiene grandes vicios sobre la investigación que se adelante a los primeros lugares en la lista del bochornoso caso de Odebrecht. Actuando primero como representante legal de una de las firmas involucradas en el escándalo y después investigando “a fondo” las actuaciones de la misma, el “honorable” Fiscal General pierde toda credibilidad. Eso es investigarme yo mismo, o es prácticamente lo que hizo Álvaro Uribe con los paramilitares “negociar yo con yo”. ¿Qué muestras de imparcialidad y seriedad puede dar el fiscal, si primero defiende a la firma y después la investiga?
El Instituto de Medicina Legal ha sido también detonante de este problema que hoy nos lleva a preguntarnos si es cierto o no que Guacho está muerto. Para despejar todo manto de dudas sobre esto, el cuerpo (con exagerado esquema de seguridad) fue trasladado hasta las instalaciones de Medicina Legal en Bogotá, donde esperan practicarle todas las pruebas que hacen falta para comprobar que sí se trata de Alias Guacho.
¿Cómo creer en el Instituto de Medicina Legal? Recordemos que hace poco este Instituto salió a decir a la opinión pública, con relación al caso de la muerte del Ingeniero Pizano (testigo clave en el escándalo de Odebrecht) y de su hijo, que se habían encontrado restos de cianuro que habrían conducido a las muertes. Medicina Legal aseguró que se habían encontrado estos restos y que la información era confiable. Días después, desde el sindicato de trabajadores de Medicina Legal llegaban informaciones que le era imposible al Instituto encontrar estos restos en el cuerpo de Pizano. Entrado en cólera el director del Instituto, Carlos Valdés, salió a desmentir dichas afirmaciones, aduciendo que nadie sabía los avances científicos con los que contaba el instituto. Días después el Instituto cambia la información y expresa que no se encontraron restos de cianuro en el ingeniero Pizano.
Tal información, la basó en un rastro que encontró en una toalla que se encontraba en el baño del ex controller de la Ruta del Sol II. Supuestamente y con las afirmaciones del director del Instituto, se conoció que en la toalla se encontraba una mancha de sangre que permitió comprobar que no hubo ingesta de cianuro. Contradiciéndose él mismo el director Calos Valdés sale después a decir que la mancha de la toalla no era sangre, sino saliva. Una fuerte polémica se alzó tras estas declaraciones, pues no se comprende cómo el director va expresar algo que no fue arrojado en las pruebas que fueron hechas al ingeniero Pizano. Este fue el motivo que llevó a Valdés a renunciar a su cargo por, supuestamente “cometer errores” que habían puesto en tela de juicio la credibilidad del Instituto. La explicación que se me ocurre para que el director haya dicho una cosa que no demostraban los estudios es que este y su equipo se encontraban jugando al “teléfono roto” donde empezaron diciendo algo y el director terminó por decir algo que no puede estar más alejado a la realidad.
Si repensáramos la manera como se hacen y se ven las instituciones, seguramente esta “confusión” no estaría pasando. Tenernos que preguntar dos y tres veces si es verdad lo comunicado oficialmente, es muestra de unas instituciones que no tiene credibilidad y es muestra también de un gobierno que ha instaurado dentro de sus lineamientos la política de la mentira a sus ciudadanos. Sólo por eso, nos preguntamos si es verdad la muerte del temible ´Guacho´.