Para que Estados Unidos lleve a cabo tal operación, puede apoyarse a través de otro país latinoamericano como Colombia, gracias a que es un aliado estratégico de la OTAN, y cuenta con 7 bases disponibles para las fuerzas norteamericanas. No obstante, Donald Trump requiere primero convencer al congreso para realizar la invasión, es decir, debe legitimar una “guerra justa” frente a Maduro. En ese caso, no puede argumentar la presencia de armas de destrucción masiva tal como se hizo en Irak, ni la existencia, en el caso de Vietnam, de contingentes comunistas dentro de la población campesina. Por lo cual, es más probable que continúen las medidas diplomáticas y las sanciones económicas, como las mejores armas políticas para desgastar el régimen de Nicolás Maduro.
Por otra parte, un inminente conflicto armado con Venezuela implicaría una guerra sumamente peligrosa para los estadounidenses, a raíz de la cercanía con su propio territorio y el consecuente envío masivo de armamento, buques y aviones, que desplegarían Rusia e Irán, con el apoyo logístico de Cuba y Bolivia. Esto implicaría que la presencia e intervención de múltiples actores, hagan de cualquier intervención militar una prolongada guerra de desgaste, alejándose así una segura y rápida transición hacia un gobierno pro estadounidense.
Adicionalmente el ejército venezolano es una de las instituciones más fortalecidas y beneficiadas por el presupuesto nacional, especialmente desde la carrera armamentística adelantada desde los primeros gobiernos de Hugo Chávez. La labor de la Guardia Nacional Bolivariana, los colectivos chavistas, y parte de la población que aún defienden la “revolución bolivariana,” harían más difícil el desgaste interno y la división política del gobierno de Maduro, dado que los anteriores blindarían a Maduro cargados por el notorio discurso antiamericano del chavismo.
Como parte de las rivalidades políticas por el poder o la influencia sobre el territorio Venezolano y su población, entre Putin, Xi Jinping y Erdogan, con el fin de contener las pretensiones estadounidenses en América Latina, tales mandatarios han apostado un notable capital político y económico que se incorpora a la nueva dinámica internacional experimentada en los últimos años en Oriente Próximo, donde Siria ha sido eje clave para el desarrollo de los intereses ruso-chinos en la región.
El apoyo comercial, diplomático, y militar de Rusia, Turquía y China hacia Venezuela, podría permitir en los próximos años construir una salida conjunta a la crisis migratoria, el desempleo y la hiperinflación, el hambre y la pobreza que viven buen número de los venezolanos, a cambio de desligarse cada vez más de su producción petrolera. Mientras se sostenga una relación fluida con tales potencias, es más factible una salida a su crisis interna, a la par que irónicamente se compromete la futura soberanía de los venezolanos frente a las mismas.