La pandemia del COVID-19 trastocó todos los escenarios de la vida cotidiana, alteró sus contextos, desnudó realidades y motivó nuevas formas de relacionamiento e interacción humanas, propios de la naturaleza de una especie eminentemente social. Esta pandemia distancia, aleja, confina, encierra, divide, aisla, separa, disuade, intimida, eleva a valor supremo el antivalor de la desconfianza en todo y en todos.
Es así como se instaura la “cultura del miedo”, Erick Fromm escudriña esta parte del comportamiento humano, encontrándose con individuos menos libres, reflexivos y solidarios, al tiempo que gobiernos y sistemas políticos, al igual que individuos más autoritarios, agresivos, violentos. De esta manera estamos ante comportamientos antinatura pues desconocen la esencia humana: una especie que es y se realiza con, para, por y junto a sus semejantes.
El ámbito educativo no es la excepción, muta de manera repentina de una educación tradicional o presencial a una educación soportada en las nuevas tecnologías, virtualidad y educación remota, parecido a como cuando un bebe pasa a caminar, sin haber aprendido a gatear previamente, un cambio demasiado brusco. De otra parte, se habla indistintamente de educación virtual y educación remota como si fueran lo mismo, a pesar de guardar mucha relación y complementarse, son dos cosas distintas.
Una educación virtual es un sistema integral de tecnologías, equipos y conectividad, ambientes virtuales y disponibilidad de contenidos digitales todo el tiempo, esto es, las 24 horas del día en los 7 días de la semana. Un medio a través del cual interactúan comunidades del conocimiento mediante el uso de herramientas electrónicas o aplicaciones del ciberespacio, requiere de un ecosistema tecnológico robusto, planeación, inversión, tiempo, ajuste y familiaridad entre todos los miembros actuantes, acompañamiento tutorial del profesor, adiestramiento del estudiantado, tipos y horarios preestablecidos de interacción, etc.
La educación remota es la herramienta utilizada en Colombia para atenuar y sobrellevar los efectos de la pandemia en el entorno educativo, un medio también de emergencia, de acuerdo con las circunstancias, los recursos, la disponibilidad, ingenio, creatividad y compromisos maestro-estudiante, modalidad acorde a las condiciones de desigualdad e inequidad reinante, incorporando una mixtura de recursos tradicionales y tecnologías de última generación para facilitar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
En la educación remota se utilizan las tradicionales fotocopias, textos, guías, libros digitalizados, radio y televisión; redes sociales como Messenger, Facebook, WhatsApp, correo electrónico, dispositivos móviles; medio de conexión sincrónicos como Zoom. Meet o Skype; plataformas como Educlass, Edmodo o Classroom, por citar algunas, y la infaltable acción del maestro. En cierto modo la educación remota, dista mucho de la virtual, a pesar de apoyarse en la conectividad y equipos tecnológicos, se trata de una educación asistida con presencialidad remota.
A pesar de todas estas consideraciones, el gobierno nacional sigue insistiendo tercamente en el retorno a clases bajo la modalidad de alternancia, esto es, varios días de la semana en la escuela y los días faltantes, con trabajo remoto o en casa, empezando este mes de agosto con los estudiantes de 10° y 11°. Las evidencias demuestran que esta es una decisión insensata, irresponsable, en contra de las evidencias que demuestran la falta de condiciones para garantizar a las comunidades educativas los derechos a la vida, la salud, la educación y el trabajo en condiciones dignas y bioseguridad.
De seguir insistiendo en la alternancia, los maestros han manifestado acudir a las vías legales, la desobediencia civil y demás recursos posibles, por lo pronto, este 12 y 13 de agosto de 2020 realizaron un paro nacional virtual de 48 horas, con el fin de rechazar, visibilizar y plantear alternativas de cara al inminente holocausto escolar al que se enfrentan las comunidades educativas, consolidando un frente común con padres de familia, estudiantes, directivos, administrativos, vigilantes, manipuladoras de alimentos y comunidad en general.
Adicionalmente, se reclama al gobierno conectividad gratuita, mayores recursos para la educación a través de la reforma al sistema general de participación, renta básica para las familias más vulnerables, matricula cero para los estudiantes de las universidades públicas, mejoramiento del sistema de salud de los maestros, cumplimiento de los acuerdos firmados entre el Ministerio de Educación Nacional (Men) y la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), ajuste del calendario escolar, jornada laboral y evaluación de desempeño en ambientes de pandemia, no a la alternancia ni presencialidad, solamente educación asistida con presencialidad remota el resto del año lectivo 2020.
Sí las instituciones educativas del sector público no garantizan una educación en condiciones de universalidad y calidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje en ambiente de “normalidad”, mucho menos podrá garantizarlo en condiciones de “anormalidad”, lo cierto es que la anormalidad prevalece en nuestras escuelas, la pandemia simplemente ha desnudado carencias, limitaciones, necesidades y afugias infraestructurales, técnicas, físicas, tecnológicas, pedagógicas, humanas y financieras en su dimensión real.
