Polémica ha desatado en las últimas semanas que la influencer ahora se jacta de llevar a su lado 24/7 a un guardaespaldas como si ella fuera un político o una figura pública que tiene en riesgo su seguridad, si fuera así no se la pasará de shopping, de paseo con amistades y hasta en yates rumbeando sin temor. Causó mucha indignación que Luisa Fernanda W tenga seguridad privada y use a su guardaespaldas como la niñera de su bebe Máximo y, como si fuera poco, lo ponga a trabajar como su fotógrafo personal al mejor estilo de una diva criolla recién llegada a Hollywood que inclusive esta orgullosa de publicar fotos acompañada de su guardaespaldas, si, como si se tratará de su su cartera.
La hazaña le salió mal. No es para menos. A Luisa Fernanda W se le olvidó el recorrido que emprendió desde abajo para llegar a donde está. La influencer parece no acordarse que era una jovencita humilde perteneciente a la clase media baja de Medellín que llegó a la cima gracias a la fidelidad de sus seguidores. Luisa Fernanda Cataño Ríos en vez de contribuir e invertir sus recursos aportando valor, que sume y no reste, a una sociedad colombiana tan aporreada por el arribismo y las desigualdades o preferir formarse académicamente dado que es un referente para adolescentes, prefiere pagar seguridad privada que hagan juego con su imagen y sus publicaciones en Instagram. La decadencia de los influencer no tiene límites.
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