La publicación de un link para que los doctores manifestaran su intención de ser partícipes del nuevo gobierno terminó en una tremenda burla. El viernes 2 de septiembre de 2022 –en la noche, para evitar la reacción mediática– muchos y muchas recibieron un mensaje que parece pensado para una tapa de gaseosa: "gracias por participar". Se usa la palabra "selección".
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La pregunta es: ¿cómo se da dicha selección sin un proceso de verificación de antecedentes? Cuáles fueron los criterios para descartar a quienes "quedaron en el camino". ¿Fue una cuestión de "ojo clínico"? ¿Fue cosa de un comité de sabios con "licencia para manosear"? ¿Fue un destacamento propio de procederes stalinistas?
¿Se trató de un grupo de banokons o de ekobios tirando la taba o leyendo muebles adivinatorios? ¿Fue un grupo de funcionarios jóvenes a los que se les dio un cursillo de epistemología? A qué se le dio valor. Cuál era la apetencia.
Sin duda, una apuesta muy sensible a la esperanza de muchos terminó por ser un acto de discriminación. Ante el cual quedan todas las dudas. ¿No es el principio de transparencia concomitante al principio sustantivo de publicidad en los procesos de mérito? En ese sentido, lo realizado por la Presidencia de la República es un absurdo. Una desfachatez. Y si se quiere, una bellaquería.
En gran medida, desconoce toda lógica y experiencia en tanto a la selección. A no ser que los "criteriosos" sean cultores de la "selección natural" o del "instinto" –el más funcionario el de conservación, de conservación del puesto– Sin soportes técnicos, ¿se dejaron llevar por corazonadas? Las posibles respuestas tal vez nos resulten aterradoras.
Principalmente a aquellos que gustamos de la relación entre lo disciplinar y lo exacto. ¿Cuáles fueron los conceptos, qué metodología se usó, cuáles son las hojas de ruta, qué vocaciones se priorizaron"? Las preguntas volverán con insistencia en este texto. ¿Fue una Universidad? ¿Una ruleta? ¿Una loteria? ¿Un bingo? ¿Una comisión "leslutheriana"?
¿Tiraron los nombres ante un ventilador y se quedaron con los que cayeron encima de la mesa? ¿Eso se licitó, se cumplió con un mínimo de requisitos legales, obedeció a algún propósito amplio diferente a "hacer amar al líder"? O, simplemente, a alguien se le ocurrió: "vamos a burlarnos de los profesionales con Phd.".
Ya circula el chiste: "al único doctor que llamaron fue a Enrique Peñalosa". Es que todo terminó entre la comedia y la farsa. Posaron de magnánimos, pero al final de cuentas se pensaron una dinámica en la que se pasan por la faja el derecho a la igualdad.
Así sin "prudencia", quién dijo que esto es ciencia. Se les escuchó gritar: ¡descarten de entrada los doctores en humanidades! Alguien les dijo: "pero, nosotros somos la Colombia Humana". Le contestaron: "no señor, nosotros ahora somos gobierno". Y rugieron las Toyotas, mientras los supraacadémicos decidían.
Como quien diseña un juego de mesa o practica uno de cama dejaron de lado cualquier preocupación por las maneras y por el respeto. En ese sentido, hay que decirlo, dicha torpeza es rayana con la ilegalidad. Sí, porque la tontearía ya parece ser una de tantas tradiciones delictivas.
Y solo hay forma de asirla con descripciones propias del grotesco. De frente a las cuales cada cual tendrá la opción de hacer preguntas particulares. ¿Se me descartó por negro, por bajito, por gordo, por no sonreír en las fotos, por judío, por cristiano, por blanco, por costeño, por pastuso, por el apellido, porque me gusta la champeta, por calvo, etcétera?
La claridad procedimental no requiere de jurisconsultos, a todos aquellos y aquellas que manifestaron su interés se les debió permitir la carga de documentos. No hacerlo violenta todos los principios del garantismo.
De ahora en más la frase: ¡nosotros hicimos la Constitución del 91! Tendrá quien la reciba con un: "pero no se la leyeron".
La resolución de la idea reduce de forma carnavalesca cualquier lectura de las competencias o pertinencias. Está por fuera de cualquier esquema de lo serio y lo muy serio. Sólo le corresponde la categoría "entretenimiento". Porque se saltaron cualquier consideración de matrices o de indicadores.
No es una cosa de voluntades ni de pareceres, no se trata de asuntos que se resuelvan a capricho, es un asunto legal.
No puedes convocar a "los doctores de la patria", con énfasis en la segunda o y en última a, y después tratar el asunto como si definieras el "crew" para la logística de un concierto o de un festival gastronómico.
Aquí va la imagen de aquellas películas sobre la recesión de los 20 en la que un hombre de sombrero dice ante un grupo parado en una pared: "tú, tú y tú, al camión". Suena Rafael: "escándalo, escándalo, es un escándalo".
Mientras el líder piensa que a sus pies los doctores cantan "El tamborilero". En una sociedad digna, lloverían demandas, acciones colectivas y demás usos de la legalidad que parecen no ser concordantes con "el vivir sabroso". Sí, porque, de pura sabrosura, nos agarraron las posaderas.
Investigadores e investigadoras de las más diversas naturalezas recibieron chulos o tachones sin saber bien por qué. Sin una objetiva presentación de requisitos mínimos, sin una tabla de ponderación de competencias, experiencias, publicaciones, labores artísticas y demás.
Con la premura del que mueve un rebaño no se da una lectura técnica de los aportes empíricos o teóricos de quienes son sujetos del esfuerzo disciplinar.
Eso no importa, ni que se diga, porque con el "imperativo rodolfista" todo se resuelve con la desgracia de lo escueto. Como si se tratase de una peluqueada para ingresar al "servicio militar".
La Presidencia pretende llenar todos los espacios para que no queden dudas. No importa que en todas las regiones haya alguien preguntando: ¿soy descartado por mis posiciones políticas, por mis convicciones religiosas, por el origen, por que no he hecho trabajos "sobre el tumbao que tienen los duros al caminar"?
La "idea" terminó por ser la continuidad del desprecio que en una sociedad se siente por los intelectuales, los maestros, los sujetos críticos.
Esos que no necesitan hacer pasar un master como maestría y que no soñaron nunca con la posibilidad de hacer un doctorado de 4 días en Harvard como el ex "subpresi".
En fin, seguro nadie dará respuesta y nos sonará la melodía "el gran silencio es la pura sabrosura". Y "nos tragaremos el sapo" de haber sido parte de aquella vez en la que a algún genio se le ocurrió usar los medios y recursos del Estado para violentar los derechos de las personas más formadas del país.
Porque el cómo en esta ocasión no cabe en los límites de las sospechas metódicas. ¿Stalkear, le preguntaron a algún conocido, miraron los comentarios que el "partícipe" ha hecho?
De ser así, eso es más un perfilamiento que un estudio de lo técnico que define a un profesional con Doctorado. En otras palabras, todo un "trabajo de inteligencia".
Dado entre los nuevos límites del marketing político: el reality y el circo. Ante los cuales hay que pedirle a quienes nos hicieron vivir una pasada de pulgar arriba o pulgar abajo que nos libren de tragar las plumas y dejen ver ya "manquesea" el buche.
Porque sabe a hiel la consciencia de que pasamos del Gobierno de la Vueltas al del Cambio, "la sencilla", la "moneda de cobre", a la que le cuesta comprender expresiones como, y disculpan la insistencia, "el cumplimiento de requisitos legales".
Y lo digo porque nos forzaron a entrar en ese código en el que renunciamos a la comprensión desde conceptos, a la participación teórica o la consideración de lo metodológico para esperar que nos digan: "bueno, y hasta luego y disculpen por lo poquito".
Palabras tras las que sólo queda resignación, porque esta idea terminó en algo que solamente se responde de forma o vergonzosa o cínica.
Mientras seguirá campeando la idea de que estudiar no sirve para la nada y que siempre será mejor hacerse asiduo de algún partido o directorio que de los laboratorios, los gabinetes de experimentación, las parcelas demostrativas, los archivos históricos o las bibliotecas.
¿Si necesitaban a los doctores dispuestos a creer que "petrista" es más un título que un adjetivo para que hicieron un llamado?
Todo lo pudieron resolver como la costumbre les dicta: con la recomendación, con el acto de genuflexión o con la lectura de las voluntades.
No hay diferencias en las diversas escalas y digo hoy ante lo nacional lo que he expresado en lo local: "disponed los corazones, que la papayera ya empieza sus actos de Gobierno".