Para responder esta pregunta, primero les cuento algunas de las historias que me llevaron a indagar y entender todo lo que les está pasando a los jóvenes emocionalmente, y que los tiene o queriéndose suicidar, o sin ganas de tener hijos, pero sí perros, o gatos, o lo que los reemplace; mejor dicho, redireccionando su instinto hacia los latidos y los maullidos.
He asistido a varias universidades que me han invitado a conversatorios de periodismo y lo primero que supe de sus profesores es que la mayoría de estudiantes de hoy -no únicamente los de periodismo- sienten que el mundo se les va a acabar, tan solo por un examen que van a presentar. Entonces, las universidades han optado por crear espacios para fortalecerlos en la materia y en sus emociones; que ganen confianza y no se sientan mal. ¿Qué? En mi época, con nervios y todo, se presentaba el examen y había que prepararse con lo que éramos y teníamos. Pero, ¿una universidad como mamá gallina? Eso me pareció increíble. Para que terminen de sorprenderse, se han incrementado de manera importante las llamadas de papás y mamás a los profesores preguntando por qué a sus hijos no les va bien en sus materias. ¿¡Peeerdóóón!? Pues con razón no se les puede ni mirar. Oigan papás, ¿de verdad ustedes les hacen ese mal a sus hijos?
Diseño ponqués porque me fascina, porque disfruto la cocina y la pastelería. Una vez me llamó una mamá a pedirme un ponqué para su hijo de cinco años con unas características específicas y me pidió una recomendación. Se la di con mucha franqueza y me dijo: “es que no te imaginas si no hacemos el ponqué como él quiere… ¡se me arma una cosa espantosa!”. La situación me trajo a la memoria un episodio que vi aterrada hace muchos años esperando el cambio de luz en un semáforo. Un hijo de unos 19 años gritándole a la mamá, en plena calle, este horror: “pues usted fue la que me trajo a este mundo, yo no se lo pedí y me tiene que dar plata para lo que yo necesite, me tiene que mantener. ¡Deme plata ya!”, y la mamá tratando de calmarlo. Ni les digo lo que pensé, pero inmediatamente me acordé de las palabras de mi papá, quien hoy estaría cumpliendo 93 años: “fuete fue lo que le faltó”.
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He escuchado que los practicantes o profesionales recién egresados están acusando a sus jefes de acoso laboral por un llamado de atención… ¡uno! Pfffff. Por eso hoy los llaman “Generación de cristal”
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Para rematar, he escuchado por estos días que los practicantes o profesionales recién egresados están acusando a sus jefes de acoso laboral por un llamado de atención… ¡uno! Pfffff. Por eso hoy los llaman “Generación de cristal” y de ellos vamos a hablar hoy en En Blu Jeans.
Con esto visto y oído en distintos tiempos, pero impulsada por lo escuchado en las universidades, volví a consultar a Carlos Maldonado (Maestro PNL de CUME), porque mucho le he oído en sus clases sobre los papás que le llevan a sus hijos adolescentes porque se quieren suicidar. Y miren todo lo que me explicó: “son jóvenes al cuidado de una tableta, YouTube, Tick Tock o en el mejor de los casos por una nana, con una despersonalización relacional profunda, desprendidos y descuidados, en un mundo irreal de redes donde la mayor frustración es no tener ‘likes’, y no conocen la frustración real porque, además, están acostumbrados a que les compren el amor con consolas de video juegos, celulares, etc. ¿Y cuál es la consecuencia de todo esto? Como están metidos como en una cajita de cristal, cualquier situación los abruma, todo lo que les pasa los hace sentir morirse por su bajo nivel de inteligencia emocional, porque no saben solucionar nada en ningún escenario de su vida. Y como si esto no fuera suficiente, llegó la pandemia con una de sus graves consecuencias: el aumento del maltrato infantil”. Como la paternidad y la maternidad están delegados, los padres se enfrentaron a niños que no conocían en una rutina permanente de presencialidad. Agrega nuestro especialista que no hay acuerdos entre padres e hijos, no hay un sistema de comunicación, ni consecuencias, ni fomento de la autoestima, ni reconocimiento, ni les enseñan el valor de las cosas importantes, ni saben de merecimiento porque -repito-, les compran el amor con objetos. Quedé como Condorito, ¡PLOP!
Dice Maldonado, que si les preguntan a cien niños quiénes son sus héroes, la mayoría dicen que sus papás. Pero si a esos mismos niños les preguntan que no les gusta de sus papás, también la mayoría dice que el estrés del trabajo, de la plata, de lo mal que se llevan como pareja… mejor dicho, los héroes no tienen ni el mejor antifaz, ni la mejor capa como para imitarlos. Con un panorama tan sombrío donde para ellos todo parece un problema sin solución, porque tampoco se los enseñan, “empiezan a volverse futurólogos, a no vivir en el presente y a tener una proyección de vida inmanejable. Por poner solo un ejemplo: están comenzando el año escolar en enero y ya están estresados por las pruebas Saber que son en agosto, cuando lo que toca es actuar hoy para que lo futuro salga bien”, enfatiza.
Pongan esto en cada escenario de sus vidas. Comienzan a manifestar un futuro en desgracia todo el tiempo y empiezan a pensar en lo que no quieren en ese futuro: en el mejor de los casos muchos deciden no tener hijos para que no se repita su historia, aunque no sean conscientes de eso; los reemplazan con mascotas. En el peor, unos pocos deciden suicidarse porque proyectan momentos de la vida que no les han llegado y que sienten con angustia que tampoco sabrían cómo gestionar.