Hay dos variables que van en crecimiento con fuerza en la ecuación gobierno: el fracaso y el desespero. Semana tras semana un lodo sinuoso parece atiborrar a un poder que ya no solo está en crisis sino en duda, permitiéndose absurdos graves de tamaños excesivos. Pero lo peor, es que en consecuencia el país extravió en medio del fango la esperanza perdida, embolatada está en una Colombia que navega en la incoherencia de un poder malsano.
Sí, malsano; el resumen de la semana que acaba de pasar da para enmarcarse en tragedia, cólera o llanto. Claro, dígame si a usted no le darían ganas de llorar en rabia si un día cualquiera, al mejor modo de “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” (pero con mayor nivel de maquiavelismo), le intentaran modificar su memoria, eso, ahora a nivel nación; donde la memoria es importante para reconocer el dolor de las víctimas, de entender los errores para no repetirlos, de saber cuales son para repararlos.
Esa fue la noticia, una alianza entre Fedegan y el Centro de Memoria Histórica, explicada mejor gráficamente por Bacteria en una de sus letales caricaturas. Dadas las condiciones de dicha alianza, las víctimas han decidido retirar los archivos físicos que retratan 25 años de conflicto armado, en un acto que evidencia el extravío de confianza ante el Organismo Gubernamental, dejando un ánimo autoritario, descarado, permisivo e irrespetuoso de la Presidencia.
Posterior a dicho batacazo, desde el Ministerio de Interior salió en grito herido una frase que no cargó empatía, ni inteligencia: ‘Todos chillan por líderes sociales y los otros muertos a nadie le importan" manifestó Alicia Arango, la jefe de dicho gabinete.
En Cali, Colombia presenció el asesinato de Arley Chalar, Escolta del Líder Social Leyder Palacios, el cual busca en la capital caleña huir de la violencia que lo persigue. Por supuesto, alguien de nuestro Gobierno debía pronunciarse: “El escolta de Leyner Palacios no es un líder social, es un escolta”, intervino de nuevo la Ministra de Interior en una frase superflua que llena de más despotismo el actuar gubernamental al intentar categorizar a nuestros muertos y jerarquizar las tragedias.
Y si borrar la memoria y el despotismo no fueran suficiente para arrumbar tanto despropósito en siete días; el desconcierto de Daniel Samper Ospina al ser objeto de investigación en multa por la SIC dado el uso de la imagen de los hijos del Presidente en un contenido de sátira (acción de la cual se disculpó), aperturan el epílogo de una semana donde la esperanza cogió un avión a la nada.
Claro, la SIC actuó con una rapidez, diligencia y dirección extraordinaria, todo bañado en una intensión sutil de censura.
Si leemos lo hasta aquí escrito con atención, parece el diario de un sistema amafiado que actúa con un sentido oscuro y desproporcionado a la realidad. Y justo así se ratificó con una noticia esta semana que, hilando profundamente, podría justificar la palabra mafia en este párrafo. La noticia sobre unas interceptaciones del Ñeñe Hernández, que presuntamente compromete la compra de votos para el hoy Presidente Iván Duque en las campañas presidenciales de 2018 que ganó.
Cada semana es peor, cada semana llega en Colombia con algo más grave, más doloroso, que ni siquiera da tiempo de tragar, digerir o reflexionar en justa medida. Estos siete días terminaron como el paso de un huracán, un huracán que se llama uribismo y que se derrumba encima del país cada día.
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