¿Por qué los colombianos no sabemos decir que no?

¿Por qué los colombianos no sabemos decir que no?

La verguenza de ser sinceros nos lleva a quedar mal todo el tiempo. Retrato de la cobardía de ser dizque educados

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noviembre 22, 2021
¿Por qué los colombianos no sabemos decir que no?

Conversando con un amigo colombiano que vive en México desde hace muchos años, me contaba que para apaciguar los largos recorridos en el transporte público del DF y en los restaurantes donde acostumbra almorzar solo, les propone la siguiente idea a algunos interlocutores ocasionales, como los taxistas y los meseros que lo atienden:

Dos de los grandes defectos de los latinoamericanos son, por una parte, que no sabemos decir que no. Y por otra, que no sabemos escuchar un no como respuesta. Con base en esas dos premisas, el preguntador busca provocar en su interlocutor ocasional una reflexión sobre cuál de las dos particularidades escogería para ser corregida, como una forma de evaluar las fallas que tenemos en nuestras culturas.

¿Por qué no sabemos decir no?

 Si bien esta es una cuestión muy latinoamericana, Colombia se destaca especialmente por esa característica que es no saber cómo decir no. Por ignorancia, por vergüenza o por pereza, nos cuesta negarnos a hacer algo, a decir la verdad o a asumir con franqueza los asuntos. Vivimos en una eterna abnegación para responder con un sí sostenido, así nos cueste la honra o se ponga en tela de juicio nuestra sensatez. En eso somos muy similares a los chinos:  preferimos sostener una mentira o alimentar una ilusión, que decir de frente que no vamos a cumplir con lo prometido.

Hay un código cultural chino muy arraigado que es el de "Perder Cara", o en mandarín Mianzi (léase Mian-Tsí). El concepto de cara está relacionada con la imagen externa, la dignidad y el prestigio que tiene cada persona en su círculo social, basada en la opinión de los demás. El qué piensa la gente de uno es en extremo importante, y por tanto se debe hacer todo lo posible por mantener este rostro o Mianzi en alto.

En este sentido, una de las tantas maneras en las que los chinos evitan perder cara es ocultando una mentira, o no admiten que desconocen algo. De ninguna manera quieren quedar en evidencia ante el otro, mucho menos si es una persona de mayor rango social o un extranjero.

El Mianzi colombiano

 El “Perder Cara” es un término amplio, que se puede extrapolar a otras situaciones de la vida social, que están basadas en las conexiones de la palabra ofrecida y la confianza puesta tanto en las relaciones cercanas como en la esfera de los negocios o en la política. Se da, ante todo, cuando alguien promete algo que sabe que no va a llevar a cabo, pero dice SÍ aún cuando la realidad sea diferente y la voluntad no se cumpla. O porque no puede, o porque no quiere. Pero de cualquier manera evitará perder cara.

De forma similar, nosotros preferimos “estar descoloridos toda la vida” que “mejor colorados una vez”. A los colombianos nos cuesta dar un no rotundo, poner límites y defender esa posición, como si eso dependiera de la vida misma.

De ahí nace gran parte de la falta de honestidad de nuestros políticos (y politiqueros) y la falla sistémica en la transparencia de nuestros gobiernos. Al no saber negarse, se alimenta la corrupción, se esconden las fallas en las obras públicas, se sostienen promesas de campaña que nunca van a cumplirse. Y así, con bastantes ejemplos que dicen mucho de nuestra incapacidad de pararnos en una negativa y defenderla, en vez de quedarnos en una respuesta concreta que evite malentendidos, desfalcos, pleitos jurídicos e, incluso, la cárcel.

¿Por qué no sabemos escuchar un no como respuesta?

Esto se responde sencillo: porque no saber escuchar un no como respuesta implica que alguien debe decir un no que, en principio, se rehúsa a pronunciar.

Nuestra reacción es adversa ante un argumento negativo: nos convertimos en agentes confundidos que podemos llegar a ser vengativos, sanguinarios y destructivos. Entramos en negación porque es inadmisible que puedan contradecirnos, sin siquiera darnos razones ni opciones.

Podemos convertirnos en ese inolvidable personaje de Michael Douglas en la película “Un día de furia” (“Falling down”), de Joel Schumacher. O, uno más cercano a nuestra idiosincrasia, el fantástico “Bombita” que protagonizó Ricardo Darín en la magistral cinta argentina “Relatos salvajes”, de Damián Szifron. ¿Quién no se ha visto reflejado en esa impotencia y rabia desmedida que genera el rechazo en el hombre común?

La oportunidad de recibir un no como respuesta

Sin embargo, el no saber o no querer recibir una desaprobación, también puede ser el catalizador de un cambio. La oposición frente a una exigencia, que puede afectar a un colectivo y no sólo a un individuo que se siente ninguneado, puede ser el inicio de una movilización masiva que se asegurará de ser atendida de cualquier manera.

Este es el principio de las protestas sociales que han encandelillado a gobernantes alrededor del mundo, y con mayor intensidad desde el 2019. La continua contradicción de los dirigentes para dar una respuesta certera, cualquiera que sea, a las preguntas y demandas que en justicia se merecen los ciudadanos les da razones, sean o no legítimas, para querer incendiar todo. Metafórica y literalmente hablando.

Mientras el no sea la única respuesta, siempre habrá quien busque un sí definitivo. Esa negativa no se puede subestimar, porque puede ser el principio de la transformación del statu quo y de estructuras que ya merecen ser cambiadas en pos de un bien superior, con el fin de generar un reconocimiento de los diferentes actores como interlocutores válidos.

Como individuos como parte de un colectivo, deberíamos proponernos a no aceptar un no como respuesta ante las injusticias, el abuso del poder y la negligencia. Buscar una decisión afirmativa, a través de vías constructivas y con sentido de comunidad, nos pone por encima de quien pretende ningunearnos y plantea las bases para que se establezca una interlocución permanente donde se hable con plena franqueza.

 

El no siempre lo hemos tenido. Ahora busquemos un sí, que proponga unas nuevas bases para la sociedad que estamos tratando de refundar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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