Las primeras imágenes conocidas de los gitanos por estos lares, se le deben a Drácula. Aparecieron como los vigilantes del monstruo, los siervos del diablo. El estigma ha perseguido a este pueblo que, antes que llegar a Rumania y los Balcanes, salieron de la India. Hitler los persiguió y exterminó. En Europa siguen siendo estigmatizados. Esta es la realidad de los gitanos en Bogotá.
Así lo ha vivido también la gitana Ana Dalila Gómez, una de los 700 miembros de la comunidad gitana o Romaní en Bogotá, diseñadora de vestidos que vende hasta en 500 mil pesos, pero no le permiten entrar sola a los centros comerciales ni a Corabastos como ella misma lo dice en esta entrevista.
Dalila al igual que la mayoría de su gente es endogámica, no le interesa tener contacto ni procrear con personas de otra sangre. Habla romaní, lengua milenaria que proviene del sánscrito y no se dedica leer la mano ni a hacer hechicería como muchos creen erróneamente.
Solo las personas muy mayores del pueblo rom pueden conservar estas misteriosas tradiciones. Son médicos ancestrales y conocen los secretos curativos de las plantas como la ruda o el ajo y compartir su cultura es un privilegio que Colombia se resiste a darse.
El pueblo rom se siente discriminado en Bogotá porque cuando los ven, creen que van a robar, los tratan mal y mandan un vigilante para que no les pierdan pisada. Igual sucede en algunas plazas y centros comerciales donde los tienen vetados.
En el único lugar donde se sienten seguros es en la Casa comunal de Puente Aranda por la que el Distrito les paga un arriendo mensual de seis millones de pesos. Los 700 miembros del pueblo rom en Bogotá están ubicados en los sectores de Kennedy, Barrios Unidos, Ciudad Bolívar y Puente Aranda.
Los primeros gitanos que llegaron a Bogotá, se ubicaron en el sector donde está hoy el estadio El Campín. Desde sus orígenes en Colombia, vivían de artesanías de cobre, compra y venta de carros usados y reparación de maquinaria pesada. También venden, por encargo, mesas en acero o cobre y pailas de cobre, pero son capaces de fabricar instrumentos musicales como acordeones y pianos.
Conversamos con Ana Dalila Gómez y estas son otras historias que nos contó sobre su vida y su pueblo: