Germán Vargas empezó campaña de la única manera en que se podía: recaudando firmas para lanzar una candidatura independiente, y de esta manera tomar distancia de un partido que fundo él, con sus ideas y para sus propósitos, y que ha girado en torno suyo desde su fundación. No se equivocó. Todos estos años de precampaña con los programas de vivienda gratuita y los megaproyectos de infraestructura no son suficientes. Tampoco lo son los arreglos declarados que ha cerrado con los clanes electorales, especialmente en la costa Atlántica. Sabiendo que no le bastaba, empezó hace bastante un acercamiento con Álvaro Uribe que se inició con una prueba de confianza: sus ataques tardíos al proceso de paz, que fue la bandera y será el legado fundamental del gobierno que conformó con Juan Manuel Santos.
Ya se dieron, es cierto, unos acuerdos. Se unirán, el Centro Democrático y las fuerzas que acompañan a Vargas Lleras, si este llega a segunda vuelta enfrentado a una coalición de centro izquierda. Pero, ¿qué pasaría si Vargas se enfrenta con el candidato del uribismo en segunda vuelta? ¿A quién le responderán las maquinarias con las que ha cerrado acuerdos pero que también son leales al uribismo? Si Óscar Iván Zuluaga, ahora exonerado por las investigaciones en el caso Odebrecht, volviera a la contienda, tendría una posibilidad extraordinaria de ganar. Y, ¿qué hará Vargas si no le alcanza para llegar a segunda vuelta? ¿Apoyaría al candidato uribista? ¿Sería capaz de volver a concertar con Santos en favor de un candidato de centro?
Si Óscar Iván, ahora exonerado por las investigaciones en el caso Odebrecht,
volviera a la contienda,
tendría una posibilidad extraordinaria de ganar
No le está yendo bien, y él lo sabe. Y le va mal porque está en un purgatorio político difícil de superar. No puede criticar con credibilidad a Santos, ni presentarse ahora como el defensor de la paz. Lo sabe, aunque su séquito no se lo diga, porque son pocos los que se atreven a decirle a la cara las verdades. Pero él se basta con su agudo sentido político, por lo que salió rápido a celebrar la recolección de 2 millones de firmas (la mayoría en la costa atlántica) para cerrarle el paso a los análisis de las encuestadoras, que coinciden en que tiene un nivel de desfavorabilidad muy elevado que le impone un margen muy estrecho para crecer.
Aunque hoy parece, y es el sentir de muchos opinadores, que esta será una elección que girará en torno a los acuerdos de paz, a mí me parece que no, que el tema de la paz va perdiendo fuerza rápidamente, y en cambio hay temas más urgentes, que terminarán influyendo decisivamente en el voto de opinión y en el compromiso de las maquinarias, por ejemplo, el estado de la economía. Aunque el gobierno se empeñe en negarlo, la recesión es un hecho. La producción industrial, las ventas, los negocios, todo está detenido. No hay trabajo, están despidiendo empleados incluso de las empresas más consolidadas, están cerrando negocios por miles cada mes en todo el país, y la carga de impuestos se volvió tan insostenible que ha terminado ahogando a la economía, en lugar de dinamizarla. Paradójicamente, es la economía ilegal la que ha mantenido a flote el barco. ¿Cómo sacar al país de esta crisis? Nadie ha dicho nada. Ni Vargas, que no puede criticar el manejo económico del gobierno del que ha hecho parte, ni sus contradictores, ni el uribismo. No hay propuestas, no hay ideas, no tenemos hasta ahora noticia de cuál es la visión de país que tienen los candidatos. Y ese es el tema más crítico del momento, porque lo que le preocupa a la gente es cómo llegar a fin de mes en un ambiente económico tan pesimista.
Zuluaga en eso le llevaría ventaja a Vargas, en el hipotético escenario de un enfrentamiento electoral, con toda la confianza que le tiene el sector productivo e industrial del que viene, y con la ventaja de haber sido ministro de Hacienda. No en vano celebraba un grupo del sector productivo que saliera bien librado del tema Odebrecht. Es un sector que parece especialmente alarmado por lo que puede pasar cuando entre en operación la Jurisdicción Especial para la Paz en temas de paraeconomía y tierras, y que no se contenta con la palabra de Vargas, tardía en criticar unos acuerdos que avaló.
No es la firma de un acuerdo, ni la promesa de compromisos para la reestructuración del Estado, sino los hechos políticos que se gesten en este proceso de implementación, los que determinarán si esta es una paz transitoria o definitiva. En ese sentido, el próximo presidente tiene que resolver las cuestiones más complejas y amargas: cómo modernizar a un país tan subdesarrollado en materia de infraestructura y producción, erradicar el narcotráfico de una manera eficiente (y sin empezar otra guerra civil), y cómo limpiar la política y devolverle la fuerza y la reputación al ejercicio del poder.
Publicada originalmente el 23 de octubre de 2017