Los colombianos somos seres muy particulares: Queremos que todo cambie sin que nada cambie. O dicho en otras palabras, estamos inconformes con todo lo que pasa en el país pero nos da náuseas siquiera pensar en un cambio radical en la política.
Sólo durante el último año, los paros campesinos, la inseguridad ciudadana y la tragedia ambiental del Casanare, le han dado rienda suelta a nuestro inconformismo. Hemos señalado, sin miedo, a todos los posibles culpables de estos asuntos. Las redes sociales, que son el gran palimpsesto de nuestro tiempo, están llenas de denuncias y de clamores de cambio.
Ante esta situación, uno quisiera creer que se acerca un cambio profundo, que por fin nos estamos cansando del mismo círculo vicioso en que andamos quién sabe hace cuanto años ya. Pero no, a pesar de que las encuestas no sean tan benévolas con él, todo parece apuntar a que Juan Manuel Santos será reelecto como presidente. Y, de todas maneras, si no lo fuera, los otros opcionados son personas del mismo corte. Mejor dicho, más de lo mismo. Excepto una.
Esa excepción es Clara López Obregón. Sin yo considerarme de izquierda, considero que es la única persona en este momento histórico que puede darle un giro definitivo y positivo al rumbo del país. Considero eso, precisamente porque ella no es “más de lo mismo”. Si bien desciende de algunas de las cunas de oro de Colombia, ha hecho una carrera política corta, contundente y ejemplar, sin que su linaje la haya condicionado jamás. Ha demostrado su coherencia, su capacidad de gestión, su espíritu crítico. Y, además, es mujer.
¿Por qué le tememos tanto al cambio? ¿Por qué nos cuesta dar por fin un salto al vacío?
Repito, más que considerarme de izquierda, creo que hay que tomar riesgos de una vez por todas y darle la oportunidad a alguien que rompa un poco el molde. Lo pensé en su momento de Noemí Sanín, de Carlos Gaviria y de Antanas Mockus. Todos ellos, desde su orilla de pensamiento, hubiera podido POR LO MENOS hacernos sentir diferentes. POR LO MENOS hubiéramos creído que no estábamos “condenados” a la misma historia de cada cuatro años, cuando escuchamos infinidades de propuestas y terminamos eligiendo el camino “más seguro”, el “más confiable”. Clara López es, en este momento, quien rompe el molde.
Si resultara electa y dentro de cuatro años la conclusión es que las cosas empeoraron o siguieron iguales, pues bueno, volvemos a lo mismo, volvemos a elegir a alguien de la misma estirpe que creemos que es apta para gobernar. Pero en este momento no deberíamos desperdiciar la tremenda oportunidad que tenemos servida de elegir a una persona diferente.
Los cambios no son fáciles, los cambios cuestan, los cambios son traumáticos. Pero son necesarios. Son, además, ineludibles en ciertas ocasiones. Ahora, cuando cada vez se notan más las dificultades del campesino para vivir y trabajar, cuando cada dos por tres una mujer inocente termina desfigurada con ácido, cuando por robar un celular se mata a alguien, cuando se destruye un ecosistema completo por intereses económicos, deberíamos replantearnos el rumbo y entregarle el timón a alguien que nos lleve por otras aguas. No sé si mejores o peores, pero al menos diferentes.
La opción existe, deberíamos tomarla.