Porque eso solo pasa en las películas. Aunque ya está mandada a recoger la figura mítica del médico heroico que luchando contra mil obstáculos, como un superdoctor de tiras cómicas, elimina de la naturaleza una cruel patología. Pero seguimos creyendo en esa leyenda como todavía creemos en los superhéroes de nuestra infancia que nos llegan hoy en predecibles secuelas de Hollywood (Superman I, II, III, etc.) Pues tenemos una infantil e ilusa confianza en eliminar todo el mal del mundo.
Y hablando de los pasados premios Óscar me alegré que no se ganara ninguno importante la perversa, desde un punto de vista ético, American Sniper. Solo fue premiada por la edición de sonido. Me imagino que por los muy realísticos ruidos de helicópteros y ametralladoras y ahí radica el error moral de toda la historia: con armas tecnológicamente avanzadas y disparos precisos se acaba con los malos del mundo. Me entristece un poco que el film fuera bien recibido por el público y la crítica norteamericana. Pero eso se fundamenta también en la falsa ilusión que podemos borrar de nuestra vida el mal y las enfermedades de un plumazo o de un “antibioticazo”.
Las enfermedades son problemas de nuestra relación con la evolución (las genéticas) con otras especies vivas (las infecciosas) o con nosotros mismos (las de estilo de vida). Y es bien difícil eliminar estos problemas de relación porque estamos en un mundo complejo delicadamente interrelacionado. Además no hay nada concreto con lo que acabar. Nos pasa lo de aquel marido cornudo que vendió la cama porque su esposa le había sido infiel en ella y la cama no eran el problema. La disposición militar a acabar con enfermedades puede causarnos muchos más problemas que los que tratamos de eliminar. En el fondo, como se decía en la clásica tira cómica norteamericana Pogo: “Hemos encontrado el enemigo y él es nosotros”.
Hace un mes nos informa El País de España sobre “El joven médico que va a erradicar la segunda enfermedad humana” (18 de febrero, 2015). Se refiere la historia a las resultados publicados por un equipo liderado por un español (Mitjà et al., N Engl J Med 2015; 372:703-710) quienes consiguieron disminuir la prevalencia de una enfermedad infecciosa en Lihir, una isla en Nueva Guinea, en un 90 % con una sola dosis de un antibiótico.
La enfermedad es el Pian (Buba, Frambesia, Yaws en inglés) una vieja enfermedad tropical bien conocida en Colombia. A mediados del siglo XX la Organización Mundial de la Salud impulsó una campaña internacional para eliminarla. Se logró bajar la frecuencia en un 95 % pero no desapareció la enfermedad. La explicación ofrecida en aquella ocasión tenía que ver con el tratamiento usado, penicilina benzatínica intramuscular, que era difícil de administrar y dolorosa (así lo recordamos quienes sufrimos de amigdalitis en la década de los cincuenta). Además ocurrieron “problemas” en las campañas de erradicación por parte de gobiernos y ministerios de salud. En Colombia se cuenta una anécdota genial sobre esto.
El médico vallecaucano Santiago Renjifo (los Rengifo de Buga escriben su nombre con jota si son pobres y liberales, me cuentan, por una hacienda que les birlaron en el siglo XIX) fue ministro de Salud de Guillermo León Valencia en tiempos del Frente Nacional. Antes había sido salubrista, importante profesor en la Universidad del Valle, entomólogo, excelente intérprete del tiple en serenatas y reconocido bohemio con decenas de anécdotas. El doctor Renjifo fue enviado como director de la campaña para terminar con el Pian a punto de penicilina a una región olvidada. Como es usual, a las pocas semanas se acabaron los medicamentos y el dinero. Envió entonces un célebre telegrama a la autoridad presupuestal que simplemente decía: “No sólo de Pian vive el hombre”.
Por supuesto la campaña no acabó con el Pian. Esta enfermedad es causada por una variante del Treponema que causa la sífilis. Y es una infección antiquísima que acompaña al hombre desde que salió de África hace cientos de miles de años. Se ha encontrado en un espécimen de Homo erectus que se conserva en Kenya (ClinInfectDis. (2005) 40 (10): 1454-1463). Y mutó a la forma que empezó a causar sífilis en América, pues esta última patología tiene definitivamente un origen americano, hace unos 8000 años. Una enfermedad que acompaña al hombre casi desde que somos humanos no va a desaparecer fácilmente.
Además el antibiótico usado contra el Pian por los investigadores en la isla de Lihir con nombre comercial Azitromicina no debe ser usado en infecciones frecuentes y comunitarias por la posibilidad de desarrollar resistencia bacteriana al medicamento (Academia Americana de Medicina de Urgencias, AAEM, 18 de febrero, 2015) Ya no hay drogas milagrosas como en las viejas fantasías de Hollywood.
