Mucho se destaca en los medios de comunicación la cantidad de protestas que se levantan en este momento contra el gobierno.
Buena parte de los opinadores y los periodistas aclaran que no parece que estén manipuladas por la izquierda ni por la oposición uribista, y más bien señalan la aparente falta de conexión o de punto común entre ellas.
Pero pareciera que se satisfacen con constatar esto, sin ir más allá a buscar explicaciones para la coincidencia en el tiempo, ya que no la ven en las causas.
Sin embargo, en las declaraciones de los voceros o líderes de esos movimientos sí aparece un motivo en común, resumido en frases que lo que muestran es el gran escepticismo en relación con lo que dicen las autoridades, tanto respecto a lo que afirman como resultados como lo que aseguran se está desarrollando a futuro.
Lo dice como pregunta en El Tiempo Yamid Amad (a quien no se puede tildar de oposición): “Pero, en resumen, sobre la Ley de Tierras, sobre los maestros, sobre el alza de salarios, sobre Chocó, sobre Buenaventura, todas sus respuestas (de Alfonso Prada vocero oficial del Gobierno) parecen unas promesas de campaña presidencial”. Y vale la pena anotar que más que el hecho que se esté hablando del futuro cuando lo que se está protestando es por la falta de cumplimiento de lo esperado del pasado, es que nada enerva hoy más y produce más desconfianza al ciudadano que las promesas electorales.
Y como lo dice Rudolf Hommes (que tampoco pude ser acusado de oposición a nada):”… pero más inquietante es que el gobierno se manifiesta satisfecho”. Y aunque él se refiere a la situación económica, la misma apreciación aplica a lo que causa la queja de los grupos protestatarios.
Así el porqué de tantas protestas no es un misterio. No es como lo presentan algunos ‘optimistas’, una señal de que el proceso de paz abre nuevos canales de expresión popular. Es simple y llanamente el descontento con el gobierno. Que hay diferentes motivos, sí; pero hasta ahora no ha habido argumento que contradiga lo justo de esas expresiones.
Que la protesta no es comparable con la de los venezolanos,
¡claro que no!
Ni Santos es un Maduro ni se trata de que caiga Santos
Pero en este vacío, en esta falta de liderazgo en la cabeza del Estado, el peligro puede ser otro. Ya no pueden los partidos achacar a las Farc o al uribismo la organización y menos la coincidencia de estos paros. Pero, adicionados estos al desastroso caos que siente hoy el país (con escándalos financieros, reformas pendientes, ausencia de un sistema judicial creíble, desprestigio de todas las instituciones y la incertidumbre por lo mal manejado del proceso de paz) los políticos en general —y en especial los extremistas— buscan aprovechar esa movilizaciones para su beneficio. Con esto se está aumentando la polarización hacia los extremos y encausando lo que pueden ser nuevas fuerzas para confrontaciones futuras; nada bueno puede esperarse de tal radicalización, aún si se limitara solo al campo electoral, pero ni se diga si sale a otros terrenos como lo propone Fernando Londoño.