A la edad de 18 años, en la madrugada, con todo en calma y tomándome un pocillo de tinto porque tenía que hacer una asignación, miré por la ventana, observé la soledad y sentí paz. Eso me llevó a obnubilarme, a imaginar y a preguntarme ¿por qué tomamos tan malas decisiones? ¿Y por qué seguimos tomando elecciones, si no sabemos qué va a pasar con esa intrepidez que ocupamos?
Le di un sorbo a esa amarga bebida y ensoñé un planeta sin malas decisiones. Basado en eso, no tendríamos tantas experiencias ni hubiéramos reírnos tanto con nuestros amigos, y dije: “Supongo que todo va relacionado: las malas determinaciones con nuestros recuerdos más preciados, porque viéndolo bien, todos nos acordamos de esas cosas que nos hicieron daño y al fin y al cabo nos reímos al poco tiempo de lo sucedido”. Muchos no se acuerdan de cuán frecuentemente le hicieron caso a sus padres o a sus mayores; únicamente de las innumerables veces que se escaparon de casa para dirigirse a una fiesta y al regresar les llamaron la atención, pero después lo que verdaderamente disfrutaste fue la bailada con la chica más hermosa del lugar. A esto me refiero cuando les digo en esta pequeña reflexión de la vida: aprovechemos cada momento como si fuera el ultimo, porque nunca sabes si vas a estar a la vuelta de la esquina, en el final de la animación o mortalidad... Ojo, no los incito a que hagan cosas malas, solo que si tomas una mala elección no es el fin del mundo; te puedes parar, meditar y seguir.
Estamos en un laberinto, nuestro punto de partida siempre es el mismo. Como todos sabemos, desde que nacemos, nuestros padres toman decisiones por nosotros hasta tener cierto punto de responsabilidad. Ya, listo, tenemos madurez. Ahora sí empezamos a indagar el acertijo: doblamos por una esquina, de repente aparece una trampa y caes. Te pones en pie, doblas por otra esquina, te encuentras una recompensa, continúas así hasta llegar al final del laberinto; que viene siendo la muerte. La pregunta que te hago al final de esta analogía es ¿disfrutaste este laberinto o te quedaste pensando en que siempre volverías a caer? Porque al concluir todos vamos al fin del dédalo, sin importar nuestra voluntad.