Por qué la Selección siempre falla en los momentos definitivos

Por qué la Selección siempre falla en los momentos definitivos

El principal rival este viernes no es Chile, es nuestro propio miedo, ese que nos ha robado la gloria tantas veces

Por: Yesid Salamanca
junio 26, 2019
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Por qué la Selección siempre falla en los momentos definitivos
Foto: Instagram @fcfseleccioncol

La gente critica que se utilicen los espacios de opinión para hablar de fútbol en lugar de los problemas del país. Es bastante común que muchos haters del fútbol (y otros no haters) lancen ataques a cuanto medio, columnista o ciudadano escriba algo sobre el tema, más en estos días.

Yo, claramente, no soy un hater del fútbol, estoy además bien lejos de ser un experto (gracias a todos los dioses). Es más, no sigo ninguna liga, no soy hincha de ningún equipo, no sé nada del mercado de transferencias, ni sé exactamente dónde juegan los jugadores de Colombia. Lo que es peor, suelo ver los partidos de la Copa América con un amigo que es Brasil y vivo preguntándole cada segundo dónde juega este o cómo le ha ido a este otro en el año, etc. (el tipo responde a todo, sabe hasta quiénes juegan aquí y en qué equipo). Pero por alguna extraña razón me emociono, me angustio, grito, puteo y salto con cada partido de Colombia. Así ha sido desde pequeño y estoy casi seguro de que así seguirá siendo. Así que, con mi escaso conocimiento futbolero,decidí escribir esta columna a propósito del partido de este viernes de cuartos de final frente a Chile.

Se dice por ahí que si quieres conocer a un país y saber cómo se comportan sus ciudadanos debes verlos en espectáculos públicos (conciertos, medios de transporte masivo, marchas y cómo no, eventos deportivos). Estoy convencido de que hay mucha razón en esas líneas. En Colombia somos un país lleno de miedo y no solo porque ciertos sectores políticos se han empeñado en volvernos homúnculos que responden a esa emoción en instancias definitivas (elecciones), sino que algo en nosotros hace que ese miedo salga a flote cada vez que la Selección Colombia juega un partido de fútbol. Sobra decir que a pesar de todas las glorias que nos han dado otros deportes, el fútbol es el que más nos importa, el único que puede parar a todo el país y es amado por la mayoría (aunque también odiado por pocos). Lo curioso es que es lo que más practicamos, lo que más nos mueve, de lo que más hablamos, lo que más practican nuestros niños y nunca hemos ganado un carajo (la Copa América del 2001 no cuenta, no me salgan con eso).

Esta paradoja hizo que empezara a mirar al miedo como el catalizador de nuestros fracasos futboleros, ese miedo que no solo es el del hincha común, sino también el del jugador de fútbol. Sí, yo sé que los que juegan en la Selección difícilmente han pasado su vida aquí y no deberían estar contaminados de ese sentimiento, lo ganan todo en sus clubes después de todo (o eso me dijo mi amigo de Brasil), pero a fin de cuentas sí lo están. Y lo que es peor, se les sale solo en las instancias definitivas (como a nosotros) porque, eso sí, en las fases de grupos son los putos amos. Hagamos un pequeño recorderis de los últimos 10 años de torneos a nivel mayor:

  • Copa América 2011: de primeros en la fase de grupos, 7 puntos, y eliminados por Perú en cuartos.
  • Mundial Brasil 2014: puntaje perfecto, jugadores revelación y luego, eliminados por el peor Brasil de todos los tiempos en cuartos de final.
  • Copa América 2015: buen desempeño en el grupo, y eliminados por Argentina en cuartos por tiros de penal.
  • Copa América 2016: muy buen desempeño en el grupo, quedamos de segundos y luego en semifinales Chile nos clava dos a cero.
  • Mundial Rusia 2018: puntaje perfecto, buena propuesta y una Inglaterra bastante floja nos elimina en octavos por penales.

En todos esos partidos (a excepción tal vez del de 2016 frente a Chile) llegamos más fuertes que el contrario, con más chances, jugando mejor en el torneo, con todas las apuestas a favor nuestro. ¿Qué pasó entonces? Sencillo, fue el miedo, ese que está tan profundamente arraigado en todos nosotros que, en instancias definitivas y con todos los argumentos a nuestro favor, aparece y hace que nuestro cerebro se bloquee haciéndonos decidir y actuar regidos por la irracionalidad, con las patas. Es la misma irracionalidad y desespero que he visto muchas veces en los colombianos de a pie, es la que vi en Falcao cuando se comió el penal ante Perú, es la que vi en James cuando se levantaba impotente del suelo cada vez que los Brasileños lo agarraban a patadas, es la misma de Pékerman arrugado ante Argentina, es la que vi en Carlos Sánchez haciéndose sacar roja frente a Chile, la que vi en todo el equipo que contra Inglaterra no jugó a nada.

Cómo nos ha pesado el miedo también en el fútbol. Este viernes nuestro rival más duro no es Chile, somos nosotros mismos. Cuando me refiero a nosotros no hablo del hincha, pues siempre tenemos una fe estúpida y ciega, sino de ese miedo que incontables veces les ha robado la gloria a esos 23 jugadores que el viernes librarán otra batalla, no contra los bicampeones, sino contra su propio corazón.

Veremos qué pasa.

 

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