“Es mucho mejor negocio ser concejal de Cali que congresista de la nación”. Esta aseveración la hizo, hace algún tiempo, Clementina Vélez, una veterana política liberal del Valle, que tenía toda la autoridad para hablar del tema porque fue ambas cosas, concejal y representante a la Cámara.
En apariencia, integrar el Concejo caleño es un pésimo negocio porque quienes lo hacen ni siquiera devengan un salario, les pagan una suma, bastante modesta, por cada sesión a la que asisten. Con lo cual, un concejal caleño puede ajustarse unos $5 millones al mes. En Colombia no es un mal ingreso, pero para un político que invierte millones en cada campaña, y que debe mantener engrasada su maquinaria, es una verdadera pichurria.
¿Y entonces por qué es tan buen negocio ser cabildante en Cali? Por el perverso modus operandi que tiene esa corporación.
La cosa opera así: Pocos días después de las elecciones en las que se define la integración del Concejo, los más veteranos lideran la conformación de una coalición, en la que suelen estar unos 18 de los 22 miembros que componen el concejo caleño. Una vez conformada la coalición, se reúnen con el Alcalde electo y le ofrecen un apoyo amarrado a las condiciones que fijan los líderes de la coalición.
A lo primero que se debe comprometer el mandatario, sino quiere que sus iniciativas naufraguen, es a mantener la cuota de PS que cada concejal posee. Los PS no son otra cosa que contratistas que trabajan (¿) en la Administración, cuya chanfa, por supuesto, depende del concejal que se las consiguió.
Es tan cruel el manejo que les dan los concejales a esos contratistas que muchos hacen que los contratos sean por cuatro meses renovables, con lo cual garantizan que sus ‘fichas’ no se vayan a torcer en el camino. Por supuesto, entre más veteranos son los concejales más PS tienen. Ha habido concejales que llegaron a tener hasta mil contratistas en las diferentes dependencias de la Administración caleña.
Estos contratistas son la base con la cual los concejales garantizan su curul de forma indefinida. Con los votos de los PS y los de sus familias completan buena parte de la votación que requieren.
Todos los alcaldes que ha tenido Cali en los últimos años, los buenos, lo regulares y los malos han tenido que someterse a esa no tan sutil extorsión. Pero los mandatarios sinvergüenzas, como el que tiene Cali ahora, van mucho más allá. Porque les dan participación a los concejales en los negocios que montan, con el fin de que se hagan los de la vista gorda frente a su inconveniencia o frente a los sobrecostos que estos generan.
Sea quien el Alcalde que resulte elegido, la política en Cali seguirá sumida en la misma cloaca en la que permanece desde varios años.
Los actuales concejales caleños debieron ser generosamente recompensados por el Alcalde por no decir ni mú frente a contratos tan cuestionados como el empréstito por $650.000 millones que le aprobaron a inicios de esta administración y frente al cupo de más de mil millones de pesos que aprobaron para el MÍO, el Transmilenio caleño. En ambos casos no se especificó de forma clara la destinación que le iban a dar a esos
dineros, mejor dicho los concejales le dieron un cheque en blanco a Jorge Iván Ospina. Que es como entregarle un cheque en blanco a Madoff, el creador de la mayor pirámide de la historia, que estafó a miles de incautos en Estados Unidos.
Los dos concejales que no participaron de esa piñata, por desgracia no estarán en el próximo Cabildo: Roberto Ortiz y Diana Rojas, hoy candidatos a la Alcaldía. Ellos fueron los únicos que levantaron su voz contra de las irregularidades cometidas por Ospina y que realizaron el control político que les correspondía. A menos que uno de ellos obtenga la segunda votación en los comicios para la Alcaldía, lo que le daría el derecho a tener un cupo en el Cabildo.
Muchos caleños me han preguntado por quién votar para el Concejo en los comicios de octubre. Esa respuesta aún no la tengo, pero lo que sí les puedo recomendar es que no apoyen la reelección de ninguno de los actuales concejales. No se lo merecen. Primero, porque no cumplieron la principal misión para la cual fueron elegidos, hacerle el control al Alcalde y segundo porque con total seguridad tampoco lo van a hacer con el mandatario entrante, a menos de que este no acceda a sus chantajes.
Otra situación que impide que el gobernante de Cali tenga alguna vigilancia es que tanto el personero como el contralor de la ciudad son elegidos por ese Concejo chantajista Y por supuesto en el negocio con el gobernante entra la elección de los jefes de esas dependencias: si el mandatario se porta bien, de seguro tendrá personero y contralor amigos.
Los actuales concejales no están dispuestos a dejarse quitar esa minita de oro que es su curul del Concejo. Por eso no es de extrañar que varios de ellos, los de peor calaña, se hayan arrimado a la campaña de Roberto Ortiz, quien según todas las encuestas es el gran favorito para reemplazar a Ospina. Mala señal la que da el Chontico permitiendo que se sumen a su campaña personajes como Carlos Pinilla Malo, conocido popularmente como el Concejal Malo, uno de los grande caciques, en el que se resumen todos los vicios que padece esa corporación.
Mientras Cali anda sumida en el agitado debate que se ha formado por la elección del Alcalde, los veteranos concejales andan muertos de la ‘R’ porque saben que tienen garantizados los votos para permanecer en su curul. Con lo cual, sea quien el Alcalde que resulte elegido, la política en Cali seguirá sumida en la misma cloaca en la que permanece desde varios años.