Los grandes medios han guardado un silencio absoluto frente al fenómeno de redes sociales que representa la serie Matarife, que versa sobre los cuestionamientos en torno a la vida pública y presuntos vínculos criminales del senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez. Las pocas menciones que han realizado han sido para descalificarla por no estar respaldada por lo que denominan un “medio serio”.
Las principales figuras de la gran prensa colombiana señalan que su importancia social radica en ser un control frente a los poderes político y económico. Sin embargo, la realidad muestra que, al contrario, son un instrumento para apuntalar el poder: en sus entrevistas y cubrimientos vapulean a las figuras opuestas al poder, en tanto que ensalzan a sus representantes.
Al margen de las simpatías o rechazos que Matarife puede despertar, el hecho de que en unos pocos minutos alcanzara la cifra de 100.000 visualizaciones y que 24 horas después contabilizara más de 4.000.000 de visualizaciones en su canal de YouTube deja claro que se trata de un acontecimiento destacado en la vida política del país, que en consecuencia debería ser cubierto por los grandes medios de comunicación, que tienen el deber de informar a la sociedad sobre los temas que alcanzan cierta relevancia. Sin embargo, pese a que lleva más de dos semanas haciendo tendencias en las redes sociales y en los medios alternativos, los grandes medios, sean de radio prensa o televisión, parecen tratar de silenciarla.
Escucho la emisora W Radio todos los días. La mayor parte del tiempo transmite una conversación insulsa entre Julito y su mesa de trabajo: las parrandas de Juan Pablo, la vida de Cuquito, el perro de Ana y la lambonería de Alberto Casas con cualquier político del establecimiento que estén entrevistando. Todo ello complementado con la persistente defensa que María Isabel Rueda hace del gobierno Duque y del uribismo en general, en tanto que ataca a Petro, la oposición y los sectores populares. Pareciera que en la emisora de Julito lo que sobra es tiempo. En otros programas la misma emisora le ha dedicado horas a Marbelle, Esperanza Gómez, Epa Colombia y a Amparo Grisales. Personajes de absoluta banalidad y ninguna trascendencia para los temas de fondo de la sociedad colombiana.
Sin embargo, La W, como los demás grandes medios, no ha tenido un espacio para mencionar el fenómeno de redes que representa la serie Matarife. Un indicador de tal fenómeno es que su canal oficial en YouTube en dos días ha logrado 540.000 suscritores, mientras que el canal de la revista Semana, con un gigantesco músculo financiero y décadas de operación periodística, apenas cuenta con 427.000 suscriptores en un canal que tiene 12 años.
Lo anterior pone en evidencia el verdadero rol de los grandes medios de comunicación en la sociedad: son parte del poder, publicistas de intereses determinados, que los financian, sean grupos políticos o económicos. En consecuencia, son instrumento para exaltar a determinadas personas, tendencias políticas y corrientes ideológicas. Así se entiende el favorecimiento de la gran prensa a figuras como Vargas Lleras, el uribismo, Alejandro Char o Sergio Fajardo, ante quienes jamás se lanza un cuestionamiento serio. En cambio, cuando se trata de cuestionar a Gustavo Petro u otros políticos alternativos, se les critica desde los zapatos que usan hasta los médicos que consultan.
Así, los grandes medios usan sus espacios para exaltar a poderosos, denigrar de sus opositores y distraer a la población con temas baladíes tipo novelas, transmisiones futboleras y reality shows, en tanto que ignoran temas que deberían tener amplio cubrimiento en relación a su relevancia social o política. Quizá hoy tratan de silenciar a los medios alternativos y fenómenos de redes sociales como Matarife porque los ponen en evidencia y les arrebatan el monopolio de la información que tuvieron durante años.
Adenda. La pandemia pone ciertas cosas en su lugar: tienen razón Petro y la izquierda que llevan décadas defendiendo la existencia de un robusto sistema público de salud frente a los defensores de la Ley 100 que ven a la salud como negocio para enriquecerse.