Hace 50 años murió de forma casi súbita e inexplicable, unos de los más grandes cantantes mexicanos de todos los tiempos, Javier Solís. Apenas tenía 34 años y tempranamente había sido afectado por un grave problema digestivo (colecistitis) para el cual se le practicó una cirugía. Fallece como producto de una falla cardíaca por un desequilibrio causado en el postoperatorio. Lo cierto es que no le dió la atención debida a su mal que ya lo venía afectando y limitando, con una evidente daño en su hígado. En esto tuvo mucho que ver su estilo de vida bohemio. En su momento el mundo se convulsionó ante semejante pérdida imprevista de uno de los portentos artísticos más grandes de habla hispana.
A Javier Solís se le debe la creación e interpretación de una de las 20 mejores canciones en español de todos los tiempos “Payaso”:
Hace 80 años nació el mejor cantante ecuatoriano de todos los tiempos Julio Jaramillo conocido como “Mr Juramento” fue de procedencia humilde. El infortunio en su infancia fue grande, primero perdió a su hermanita, luego a la cabeza de la familia. El 2 de abril de 1941, cuando contaba con cinco años de edad, muere su padre debido a un accidente cuando éste fabricaba una cruz para la tumba de su hija fallecida a corta edad. Abandonó sus estudios primarios en tercer grado por problemas de disciplina. Pero más adelante la vida le cambiaría convirtiéndose en la principal celebridad de la farándula ecuatoriana y en uno de los cantantes más queridos en Latinoamérica. La fama, las mujeres y el dinero lo obnubilaron por completo hasta descuidar su propio bienestar. Precozmente su hígado se destrozó y el 9 de febrero de 1978 con apenas 42 años falleció, según el parte médico, de un paro cardiaco, aunque se ha especulado que debido a su vida bohemia murió por una cirrosis. Ecuador se convulsionó por completo y Colombia lo lloró, especialmente el suroccidente.
Fue tan trascendente Julio Jaramillo que el otro himno de Ecuador es 'Nuestro Juramento'. Hoy se lo recuerda, así como Mr, Juramento.
Como estos casos hay muchos más relacionados con talentosos cantantes del mundo, fallecidos tempranamente por su propio descuido o responsabilidad. Se ganaron el éxito, la fama y dinero a montones, pero perdieron la capacidad de valorar su propia salud, con una asombrosa displicencia. Cada día entregaban su vida a pedacitos, asociados al consumo del letal alcohol, dieta insalubre, drogas y otros desmanes. Así le ocurrió a uno de los cantantes más versátiles que ha dado Colombia, Rodolfo Aicardi. Nacido hace 70 años también murió tempranamente víctima de sus propios descuidos ante el control de una diabetes latente, el sobrepeso, el sedentarismo, etc.
La lista es interminable. Y ahora a la misma se suma uno de los artistas contemporáneos más queridos y admirados en el mundo. Juan Gabriel. Hasta el presidente Obama se pronunció en uno de los más conmovedores mensajes. La pérdida súbita del mexicano ha golpeado duro a millones de corazones. Ha sido algo similar a como cuando Colombia perdió a Jaime Garzón. Pero lamentablemente todo tiene dirección y sentido. Muchas celebridades a veces sin proponérselo mucho se creen inmunes, o blindados frente a infortunios fatales y llevan una “vida muelle” (displicente). Juan Gabriel lo tenía todo materialmente hablando, hasta dos aviones. Pero con el paso de los años sus opíparas comidas, su afición a licores finos, el exceso de grasas, su extremo sedentarismo, el excesivo estrés le pasaron factura y lo llevaron a una obesidad mórbida, a una hipertensión (lo cual no es ningún chiste así se tomen medicamentos cuando se habla del asesino silencioso) y a complicar el control de su diabetes.
En esas circunstancias las arterias que nutren y dan vida al corazón progresivamente se van tapando. Con las complicaciones de la diabetes, la obesidad y la ingesta de tóxicos como licor, en las más importantes arterias coronarias se produce una obstrucción crítica que no permite alimentar adecuadamente el corazón. Este entra en paro con elevado riesgo de infarto fulminante y muerte, si antes no se habían tomado unas medidas básicas. Pero era muy obvio que Juan Gabriel no lo estaba haciendo. Su deterioro físico y de indicadores biológicos eran visibles. El desafortunado episodio en su último concierto al mostrar y bandearse con una copa de licor lo decían todo frente a la displicencia y casi desprecio que habría tomado ante a la necesidad de un básico autocuidado.
Incluso horas antes de morir, el sábado se lo ve gozando abiertamente en un restaurante sin mayores cuidados o limitaciones (la sobriedad no era su cualidad), cuando en ese momento mínimo debió pedir una revisión médica o que mentalmente la estaba aplazando. La historia pudo ser otra si hubiera consultado ese día por sus malestares, porque semiológicamente era evidente que estaba y se sentía mal. Es algo incomprensible y que solo lo explicaría su carácter y estilo. Frustrados quedaron decenas de conciertos que daría entre el 2016 y 2017. Entre ellos al menos cinco en Colombia y el que estaba vendido para el mismo día en que ocurrió su temprana y súbita muerte.
Hoy la decepción y desazón es enorme. La tristeza casi infinita por su pérdida tan pronta, cuando aún tenía mucha cuerda artística. Pero una vez más la lección queda servida por cuenta del gran Juan Gabriel. Un proverbio chino nos lleva a una profunda reflexión: La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?