Sin duda es muy desconcertante ver permanentemente que altos funcionarios del Estado, ante llamamientos de la justicia, salen del país huyendo. Ya no son casos aislados sino que se acumula un número significativo de ellos. Los últimos nada menos son, la salida inesperada de la contralora de la República al día siguiente de terminar su período y el segundo, un alto funcionario de la Unidad de Protección. Las acusaciones que enfrentan son serias y respecto al segundo se afirma que está involucrado en casos graves de corrupción.
La pregunta que los colombianos se hacen y seguramente muchos extranjeros, es a qué obedece esta insólita forma de enfrentar juicios por sus conductas. Varios elementos a cual más de preocupante podrían señalarse. En primer lugar, la existencia en Colombia de una justicia porosa en el sentido de que todo la información que debería guardarse sigilosamente hasta que sea comunicada oficialmente por las instancias judiciales correspondientes, se filtra y le llega antes de tiempo a los implicados. Todos los que han tomado las de Villadiego, sabían de antemano que les esperaba y obviamente les pareció mejor que defenderse, salir corriendo con todo y familia.
En segundo lugar, los funcionarios mencionados se van porque pueden hacerlo. Es increíble pero todos o casi todos han contado con sistemas de protección y sin embargo los escoltas son los primeros sorprendidos cuando se les pierde su protegido. Y pero aún, nadie los detiene en el aeropuerto. Magnífica coordinación entre las diferentes instituciones del Estado. Tercero, se van porque los reciben en distintos países; se tiene información de que muchos empiezan a tramitar asilo y ya hay algunos que han sido aceptados como perseguidos políticos, especialmente en Estados Unidos. Sorprendente, cuando por el tamaño de la Embajada Americana y por la importancia que tiene en Colombia, su Gobierno debería estar mejor informado.
Debe haber muchísimas otras explicaciones posibles sobre esta realidad inusual pero las tres anotadas, ya son suficientemente preocupantes. La primera demuestra algo que se denuncia permanentemente y que no ha dado origen a ningún cambio: tenemos en este país una justicia espectáculo que además vive del chisme. Que falta de seriedad que no se merecen sus millones de ciudadanos. Segundo, cómo así que se le desaparecen a los guardaespaldas del Estado sus "personajes " como los llaman en su jerga. O no hacen bien su tarea o no existen protocolos para el manejo de situaciones como las que se analizan. El colmo porque así como estos individuos huyen de la justicia, también podrían ser secuestrados o asesinados sin que sus grupos de protección se den por enterados. Como se diría en el Caribe " tronco de protección". Tercero, que mala imagen tienen de nuestra justicia, de nuestra democracia, países tan fundamentales para Colombia como Estados Unidos, que aceptan tan fácilmente razones de persecución política de personas cuyo comportamiento no ha sido ningún secreto. La conclusión obvia es que ese discurso triunfalista que permanentemente vende el Gobierno colombiano, no permea nuestras relaciones internacionales porque parecería que nos ven como una república bananera. Pobre labor de nuestra Cancillería y de nuestros diplomáticos.
No solo nos está haciendo agua nuestra justicia sino que tampoco funcionan otras instituciones, otros actores y otras políticas. El número de funcionarios que sale corriendo cuando saben que vienen demandas de la justicia no sería tan alto si se creyera en el sistema judicial colombiano; sino fuera tan fácil salir del país sin que nadie del Estado se de cuenta y, finalmente, sino fuera tan fácil asilarse en otros países o vecinos como Panamá o tan importantes para Colombia como Canadá y Estados Unidos y ahora Italia.
Lo mínimo que puede concluirse es algo muy doloroso; cada día parecemos más un país muy poco serio. Esta conclusión haría revolverse en su tumba a todos nuestros antepasados.
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