¿Por qué hoy en día no existe la autocrítica?

¿Por qué hoy en día no existe la autocrítica?

"Las consecuencias son vividas por todos y gracias a ellas nos mantenemos con ingenuidad imbécil como país de tercer mundo o en vía de desarrollo"

Por: Pedro Pablo Latorre Atuesta y Mauricio Latorre Cucalón
julio 28, 2020
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¿Por qué hoy en día no existe la autocrítica?
Foto: @registraduria

En este país, que cada año puntualmente se entrega al Sagrado Corazón de Jesús, se aprecian variadas y contradictorias manifestaciones de torpeza, idiotez o imbecilidad. Veamos por qué.

Cada cuatro o cada dos años, o cada vez que a uno de nuestros líderes le viene en gana, nos llevan a las urnas para votar a favor de la idea que este estima conveniente. Y todos concurrimos como borregos, con el convencimiento imbécil, de estar expresando nuestro deseo, nuestra voluntad, o nuestro sentir.

Hay niveles de imbecilidad: el número uno, ocupado por los imbéciles astutos que se han apropiado de la jerga de otros, a quienes juzgan como sus copartidarios, correligionarios internacionales, quienes igualmente usan en forma repetida el mismo anticuado, improductivo e inútil discurso; lleno de promesas de éxito, felicidad siempre y cuando aceptemos conformar una red social, de igualdades y sometimiento general al líder —figura paterna— que dispensará en forma generosa, toda clase de parabienes y comodidades, tan solo con que el imbécil acepte abdicar a su libertad, individualidad y autonomía.

Los niveles inferiores de imbéciles van optando por esas condiciones exigidas por su líder sin entender lo que, con voz tronante, con sutiles amenazas y expresiones de futuros inciertos, malévolos para los imbéciles, les ordena. Van felices, sonrientes, como partícipes de una relación paterno-filial, y en arrogante grupo votan y eligen a quien se les ha obligado elegir con antelación.

Los elegidos se ufanan de sus seguidores, los imbéciles de nivel inferior. Los siguen engañando con su oratoria, aprendida y preñada con las consabidas promesas, soluciones mágicas a los problemas personales y del país en general, y cuando ya están posesionados —por algún misterioso fenómeno— comienzan a olvidar las promesas y los compromisos hechos con sus votantes, también comienzan a desdibujarse hasta desaparecer.

Por otro lado, ¿ciertamente son capaces de cumplir?, ¿cuentan con las cualidades que se requieren para no fallar en su desempeño? ¡Al parecer no están aptos para un cargo, de tanta responsabilidad y tan complejo! Creo que realmente no están capacitados y entonces comienzan a manifestarse las ayudas, las mentiras, los engaños y otro estilo de promesas más pequeñas y para que las cumplan o traten de hacerlo, se nombran otros personajes, imbéciles de tercer nivel, a quienes no se les endilgan responsabilidades mayores, y no tienen que cumplirlas, tan solo basta con que se lucren en alguna forma y se tornen invisibles cuando sea prudente.

¿Por qué en este país no se incluye —junto con el perfil familiar somero, con la declaración de renta desde antes arreglada, con unas cuantas recomendaciones convenidas y con una persona que cuente con respaldo político para que los presente y los introduzca como sus sucesores— un examen psicológico o psiquiátrico que hasta cierto punto garantice una idoneidad, una honradez y una lealtad sin tacha de ninguna clase de los aspirantes a líderes promeseros?

¿Cuántos de nuestros líderes aceptarían?, ¿cuántos saldrían bien librados?

Pero también sería de gran utilidad para que cada día que transcurre ante nuestros ojos nos permita ver e imaginar los horrendos abismos morales a los que es capaz el ser humano de descender, manteniendo una apariencia que desconcierte a los imbéciles que contemplamos el espectáculo, muchos sin entenderlo.

Las consecuencias son vividas por todos y gracias a ellas nos mantenemos con ingenuidad imbécil como país de tercer mundo o en vía de desarrollo.

¿Hasta cuándo? Sagrado Corazón de Jesús, en vos confiamos.

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