Ya lo dijo el viejo alemán Federico Engels en su discurso ante la tumba de su gran amigo y camarada Carlos Marx “...Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.”, primero lo primero.
Una ciudad no puede ser referente de progreso o desarrollo si sus principales ejecutorias están desligadas del bienestar social de sus individuos.
Comer, ese acto básico, elemental, que necesitamos los seres vivos para asegurar nuestra existencia es una completa hazaña para más del 70% de los barranquilleros, es decir, poco más de 800.000 personas se van a la cama sin probar las tres comidas al día.
Esto tiene como causa principal la implementación de un modelo de especulación inmobiliario expansivo en el norte de la ciudad (sector de personas con altos ingresos), acompañado de la realización de grandes obras, como la canalización de arroyos (deuda histórica y mal ejecutada), creación y remodelación de escenarios deportivos, nuevas obras y vías como el Malecón (el más insigne de todos), a costa de un sobreendeudamiento financiero de las arcas del Distrito que se traduce en una deuda con la banca comercial por más de $1.4 billones de pesos -al año 2.020-, vigencias futuras comprometidas hasta el 2.036 por $2.3 billones de pesos, el tren ligero de $530.000 millones de pesos y el superpuerto, según el reconocido académico y economista Jairo Parada y el préstamo del BID por $250 millones dólares (más de $1 billón de pesos), esto es, estamos endeudados hasta los tuétanos.
El milagro financiero que nos han vendido con bombos y platillos resolvió asuntos relacionados a la infraestructura y embellecimiento de la ciudad, como apuesta estratégica para hacer atractiva a la urbe a inversionistas privados nacionales y extranjeros, que se puede decir, se logró hasta cierto punto, tanto que hoy estamos ad portas de traer a la Fórmula 1.
Pero la principal apuesta que es la de garantizar un mejor bienestar para los ciudadanos sigue estando relegada a un segundo o tercer plano, por la razón sencilla de que no es una prioridad dentro del esquema de gobierno que viene aplicándose desde el año 2008 con la llegada de Alex Char a la Alcaldía de Barranquilla y los sucesivos gobiernos de Cambio Radical hasta la fecha (Elsa Noguera, Alex Char y Jaime Pumarejo).
El tema de las concesiones es otro elemento que ha afectado el nivel de vida de los ciudadanos, pero que encaja a la perfección en este modelo de ciudad que privilegia los intereses de un pequeño grupo de empresarios y políticos que han captado las rentas del distrito para amasar cuantiosos recursos.
Tal es el caso de la concesión de alumbrado público, que de forma absurda y antipopular tiene como una de sus fuentes de financiación las multas impartidas a los ciudadanos por infracciones al Código de Tránsito, lo que explica en gran medida la actuación persecutoria de los agentes de policía sobre los conductores de vehículos públicos y particulares y motocicletas para imponerles multas y comparendos y lograr así las metas fijadas en esta concesión para asegurar su sostenimiento financiero.
¿De quién es esta concesión? De un reconocido filántropo de la ciudad.
La concentración de riqueza es pasmosa y aberrante, en contraste con la arruinada y deprimente realidad de la mayoría de nuestros conciudadanos. Este modelo no puede continuar más, no es viable ni justo.
El debate político que se avecina, al margen de las inclinaciones y afectos políticos, tiene que pasar indefectiblemente por la creación de un programa de alto impacto que mitigue el hambre en la ciudad y promueva la generación de empleo, a través de la creación de nuevas empresas y puestos de trabajo y la inversión del distrito junto a los gremios de la ciudad en estas iniciativas, de la mano con el Gobierno Nacional.
El estallido social de abril de 2021 es una señal inequívoca del agotamiento de los colombianos y colombianas respecto del actual estado de cosas. No hay una realidad más impactante, más envilecedora y que catalice la delincuencia como el hambre.
Ya lo dijo el cura guerrillero Camilo Torres cuando en los años sesenta las diversas facciones políticas de izquierda se debatían y molían a golpes y la unidad era un asunto imposible:
“¿Para qué nos ponemos a pelear nosotros los católicos con los comunistas, con quienes podemos decir que tenemos más antagonismos, sobre si el alma es mortal o es inmortal, en lugar de ponernos de acuerdo en que el hambre si es mortal?”.
El hambre es mortal y recorre Barranquilla como un fantasma que a la mayoría nos aterroriza, juntemos fuerzas para acabarla.