Una tarde de 1998, Gilma Jiménez caminaba con su equipo de la Dirección de Bienestar Social de Bogotá por la tétrica Calle del Cartucho. En el recorrido encontró un niño en cuclillas inmóvil, en una esquina. Al acercarse a tocarlo, el niño cayó al suelo: estaba muerto y había sido castrado. El impacto de esta imagen marcó la carrera de una funcionaria eficiente y la motivó a buscar las máximas penas para violadores de niños.
Los 15 años restantes de su vida, y los ocho siguientes de la de su hija Yohana, se dedicaron a evitar que este caso se repitiera. Esta obsesión llevó a Gilma Jiménez a hacer carrera política, aprovechando el reconocimiento que había conseguido como funcionaria de la alcaldía de Enrique Peñalosa. Se lanzó al Concejo de Bogotá, a donde llegó por primera vez en 2004.
Su primera idea fue exhibir a los violadores en vallas de publicidad y anuncios de televisión. En 2007 logró que sus “muros de la infamia” se mostraran en algunas de las principales vías de Bogotá, pero no duraron sino dos meses. Una tutela de uno de los que aparecieron en las vallas tumbó los “muros”, en una discusión que llegó hasta la Corte Constitucional.
Aún en sus últimos meses de vida, Jiménez fue vocera del país en temas contra la violencia sexual.
En 2009 Jiménez siguió a su jefe político, Enrique Peñalosa, al Partido Verde. Y convirtió el potencial político de su pelea en la fuerza de una propuesta para forzar la cadena perpetua a violadores de menores. Como la Constitución no permitía detener presos para toda la vida, la idea era proponer un cambio constitucional por medio de un referendo.
La iniciativa llegó a sumar más de 3 millones de firmas, pero varios errores de procedimiento pararon la iniciativa ciudadana, nuevamente en la Corte Constitucional. Aún así, Gilma Jiménez se hizo muy conocida y llegó a sumar 180 mil votos para ser elegida. Yohana también entró al Congreso como parte de la UTL de uno de los copartidarios de su mamá, el representante Carlos Amaya.
A pesar de esto, el cáncer de útero frenó la carrera de la que era reconocida como una de las mayores lideresas de Colombia. El 29 de junio de 2013, y a pesar de una intensa quimioterapia, Gilma Jiménez murió. En sus últimos días entregó sus banderas a su hija Yohana para que siguiera la lucha contra la violación de niños. Además de un parque en la localidad de Kennedy, su recuerdo se dio mediante la búsqueda de la cadena perpetua.
La hija de Gilma Jiménez se quitó el apellido de su padre para demostrar la fuerza de su lucha
El tiempo no amainó la intensidad de esa lucha que se multiplicó con casos mediáticos como el de Yuliana Samboní, la niña abusada y asesinada por Rafael Uribe Noguera en un apartamento del norte de Bogotá en diciembre de 2016. El brutal caso generó un fuerte apoyo a la cadena perpetua hizo que el entonces candidato Iván Duque apoyara la propuesta. El apoyo de Yohana Jiménez también hizo que decenas de congresistas apoyaran esa propuesta.
Desde 2019 la norma estaba en trámite en el Congreso, pero la pandemia trastocó el trámite de la medida a finales de la legislatura de 2020. El último debate que era necesario para llevarla a cabo se dio finalmente este martes. El apoyo de Duque llevó a los partidos de gobierno a apoyar la medida, mientras que los únicos opositores fueron los verdes, Comunes y el Polo. 67 senadores votaron a favor y 14 votaron en contra.
Yohana Jiménez celebró la aprobación de la propuesta, aunque todavía falta una última traba: la Corte Constitucional. Senadores como Roy Barreras alertaron que el acto legislativo que aprueba la cadena perpetua podría tener problemas de constitucionalidad. Aún así, la lucha de Gilma Jiménez, casi ocho años después de su muerte, está más vigente que nunca.
