Lo expreso de esa manera en referencia al anuncio del paro nacional convocado para este 21 de noviembre por las centrales obreras de Colombia. Magisterio, sector salud, justicia, transportadores y trabajadores agremiados se darán cita en las calles colombianas en su ánimo de manifestar su inconformidad contra las medidas impopulares de un gobierno errado, equivocado y rodeado de un gran vacío de poder. Definitivamente el más grande de los errores del senador Uribe fue llevar a la presidencia de la república a un muchacho que si bien era juicioso y obediente, también resultó lento y errático en la toma de decisiones. No siempre es lo mejor, como ocurrió con el emperador Claudio, ceñir el laurel del poder a personajes que debido a su falta de preparación aparentan docilidad y maleabilidad; en este caso, en el de Duque, ha permitido que la clase obrera se sienta con las ínfulas necesarias para reclamar sus derechos. Duque trastabilla, cojea, vacila; pero entre más enojo muestra, mayor risa genera. Sin duda alguna que será recordado por su semejanza con Bugs Bunny, pero no por lo hábil y astuto, sino por lo de "¿qué hay de nuevo, viejo?".
Tendríamos que responderle que la insatisfacción de un pueblo por sus políticas contradictorias, como aquel que decía una y otra vez que “fue sin querer queriendo” o que “se le chipoteó”, o “que fue a sus espaldas”. Lo cierto es que con Duque en el poder la clase obrera y trabajadora parece haberle perdido el miedo a los paros, las marchas y las huelgas. Y anuncian tempestades con pronóstico de ser un simple chapuzón. Y es que si bien Duque carece de autoridad ética y moral para ejercer el poder, las centrales obreras también carecen de esa misma autoridad. Los líderes parecen momificados en el tiempo y en el discurso, no pasan del simple “presente, presente, presente…” o el manido “abajo, abajo, abajo…”, gritos y consignas que se tararean maquinalmente durante las marchas y protestas. Y la verdad es que este 21 de noviembre puede ocurrir todo… o nada puede ocurrir.
Para algunos lo más grave que puede acontecer es el enfrentamiento entre la fuerza pública y los manifestantes: peleas, piedras, sangre, molotov, escaramuzas, carreras y algunos desmanes acompañados de grafitis y encapuchados. Toque de queda, ley seca, acuartelamiento de primer grado, orden de chocar y repeler. Pero nada más. Comercio afectado, calles arruinadas, civiles y militares heridos —espero que no muertos—, y un sinnúmero de actos bochornosos y grotescos.
Lo que realmente debería ocurrir, no ocurrirá. Y la razón es simple y sencilla. Los líderes obreros, lo mismo que Duque, padecen de parálisis cerebral, se encuentran abochornados por tantos años de simples gritos y estulticias mal disimuladas. Sin duda alguna que el gran vacío de poder que rodea a Duque sería y es la mejor oportunidad para que las clases obreras sienten en Colombia sus verdaderas pretensiones salariales y sociales. Se podría reformar de una vez y por todas el sistema impositivo, reducir el IVA, embestir el sistema financiero en sus raíces, alcanzar una sociedad equitativa y justa, reformar el congreso y reducir los salarios que se constituyan en una verdadera afrenta para el trabajador colombiano. Pero no, basta con unas cuantas pedradas, con unos cuantos golpes y un sinnúmero de sandeces. Seguramente el 22 de noviembre todo continuará igual: el sistema financiero, el régimen de salud, los salarios de hambre, las inequidades e injusticias, la baja inversión en educación y las malas carreteras en el sector rural. La corrupción seguirá inmodificable y reinando en el sistema político colombiano.
No sé por qué los colombianos de a pie esperamos que este 21 de noviembre todo se altere. La verdad es que no hay reales propuestas de cambio, serán simples modificaciones que nos permitirán uno o dos puntos más en el salario. Las escuelas continuarán cayéndose, los pobres seguirán multiplicándose, los niños seguirán muriéndose de hambre y los grandes capitales seguirán en las manos de los mismos dos o tres empresarios. Con tanta fuerza únicamente seremos capaces de unos cuantos e insignificantes cambios. En esencia seguiremos siendo los mismos, la misma sociedad, los mismos exprimidos que nos contentamos con unas cuantas migajas. Nos detenemos en las nimiedades desconociendo las verdaderas causas de tanta ignominia. Si Duque es lerdo, nuestros dirigentes lo superan.
“Hay que cambiar todo para que todo siga igual”. No sé qué esperamos los colombianos de este gran paro que anuncia tormentas y que puede ser un simple chapuzón. Pero no por falta de motivos; por falta de líderes, de pensadores profundos y reflexivos, de visionarios que sepan encauzar las energías y voluntades de los pueblos. Es bastante absurdo el observar a unos cuantos encapuchados enfrentarse a la fuerza pública, modernos David que sin honda y con piedras de humo pretenden destrozar un sistema económico que se afianza hasta en nuestro subconsciente.
Colombia requiere verdaderos líderes. No simples provocadores. Todo puede ocurrir sin que nada pase o, más bien, todo puede suceder sin que nada cambie.