Leandro Díaz se ha convertido en este momento en el programa televisivo que domina el raiting con una audiencia fiel a la historia de este cantautor vallenato. Cada capítulo es estructurado con una historia bien narrada, diferente a la sobrevalorada bioserie de Vicente Fernández que estuvo confusa desde su génesis. Gracias a esta telenovela, muchas familias se han sentado nuevamente al televisor para verla y disfrutar de un producto con buena factura. Aquí el color funciona de maravilla, porque nuestros ojos buscan el ocre, el amarrillo, exteriores que nos aviven, cosa que no sucede cuando pasamos al canal Caracol con Entre Sombras, un melodrama con mucha acción y misterio, donde los matices que predominan son el azul y el verde que generan frío y distanciamiento.
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Cada vez que termina Leandro, me genera esa capacidad de sentir esperanza, esa que nos abre al futuro, que nos muestra que la vida merece ser vivida, que nos ensancha el corazón. La esperanza hace referencia, en último término a un ser humano: yo espero para ti y para mí; espero que todo me vaya bien y espero que tu vida llegue a ser plena, que no dejes de crecer interiormente y que cada vez te configures con la imagen que Dios tiene de ti.
Las historias que ahí se conectan nos hacen descubrir que la esperanza no se rinde, por eso el amor eros entre las parejas pasa a un segundo plano, para dar paso a ese amor de entrega incondicional hacia el otro; del abuelo que camina largas jornadas para ayudar a su nieto, y que nos devuelve a la infancia añorada; el amor de una tía empática que puede recordarnos que el mundo tiene sentido con personas como ella. El amor de Nacha con su hijo enfermo de viruela, que es capaz de morir por el otro. El amor de Leandro por Medina, ese animal que tuvo la fortuna de tener su propia canción; el aprecio de Chico Bolaños libre de envidia y con deseos de que el otro prospere.
Leandro al ser ciego, no puede hacer todo lo que ha deseado. Su actividad física está limitada hasta cierto punto. Pero hace lo que sí sabe hacer, mirar con los ojos del alma. Y con ello ha ejercido una influencia mayor que otras personas que tienen más posibilidades por gozar de buena salud. No se compara con los demás, sabe que no puede cambiar nada de este inmenso mundo. Leandro hace lo que está entre sus manos y entre su alma, por eso el mundo de él se vuelve más luminoso y más cálido pese a las circunstancias adversas que desean opacarle, Leandro tiene un amor auténtico, porque es capaz de sentir con el otro, de palpar exactamente lo que le hace falta y de soportar la situación junto a él.