Como muchos saben, estoy terminando de pasar la pesadilla de tener un hijo intubado y en coma inducido por más de diez días en una UCI. Hoy él sigue bajo el excelente cuidado de los médicos y del personal del Hospital Universitario Mayor Mederi, quienes lo han atendido magníficamente. A todos ellos a nunca me cansaré de elogiarlos, tampoco a quienes lo trataron en el HUBU (Hospital Universitario de Barrios Unidos), donde estuvo al principio.
Y ya entrados en gastos, aprovecho para denunciar al personal del triage de la Clínica Palermo, donde comenzó todo: por un error de ellos mi hijo ingresó como acompañante de su mamá, quien por ser paciente crónica de EPOC llegó con una urgencia, y una vez allí fueron conducidos a la zona de COVID-19, donde él contrajo el virus (por fortuna, a ella no le ocurrió nada).
Pero volviendo con mi tema, quiero expresar que los médicos que lleguen al país del exterior no lo harán porque la medicina en Colombia no sirva ni mucho menos, sino porque quienes hoy nos atienden no darán físicamente para lo que se avecina. No se necesita ser adivinos para ver cómo las cifras de contagiados y de fallecidos aumentan todos los días, así como por suerte también aumentan los recuperados exitosamente; sin embargo, llegará un momento donde se copará toda esa mano de obra de tan alto nivel.
Aún así daría vergüenza que vengan médicos de otros países y vean el estado tan lamentable de la mayoría de clínicas y hospitales estatales; también, que profesionales como los cubanos, que han ayudado en gran cantidad de países, lleguen a los centros hospitalarios de Guaviare, Chocó, Guajira, Amazonas y demás regiones a donde ningún trabajador de este sector quiere ir (por no tener instalaciones adecuadas ni elementos básicos y dotaciones para atender estos casos). “No invitemos a nadie a la casa mientras la tengamos tan desarreglada porque la visita va y cuenta”, decía una tía.
Por otro lado, por más que acá los critiquemos, la exportación de esos servicios médicos, así como su muy desarrollada industria farmacéutica, son fuentes de ingreso para el gobierno cubano y dan cuenta de la realidad que ese país ostenta en ese frente. En esa línea, qué bueno sería que así como somos berracos para exportar otras drogas, pudiéramos contar con el número de profesionales que ellos tienen. De hecho, creo, sin temor a equivocarme, que Cuba es el único país en el mundo que hoy tiene suficiente mano de obra especializada para dejarla salir a atender a otros.
Pero ahí surge el problema político y afloran los odios, ¿usted se imagina a médicos cubanos atendiendo pacientes en un pueblo cualquiera y que lleguen a asesinarlos por comunistas? Eso puede pasar en la misma Medellín o en Cali o en Bogotá D.C. ¿Alcanza a ver el problema que se presenta y la vergüenza mundial? Por cada médico que llegue habría que asignarle un séquito de escoltas y eso no es funcional ni práctico; además, el mundo entero se asombraría.
Finalmente, debemos entender que estamos ante un problema muy grave y que quienes ya sentimos el mal en nuestras familias no queremos que esto le pase a otros.
