Anoche, en medio de la presentación oficial ante el público de Millonarios del delantero más importante de la historia del fútbol de este país, se logró captar una fotografía que hizo que decidiera sentarme frente al computador a escribir este texto. Y es que la imagen, por más que para la mayoría de los colombianos sea catalogada como “tierna”, para este servidor resultó preocupante.
En la misma, se evidencia que la pareja conformada por el querido Radamel Falcao, un hombre que apenas tiene 38 años de edad, y su esposa, Lorelei Tarón, quien hace unos días cumplió 36, ya cuenta con cinco hijos, siendo la mayor de ellos una hermosa niña de once años y la menor una criatura que no ha cumplido su primer año de existencia.
¿Conoce usted a una mujer de escasos recursos económicos que tenga a sus 36 años de edad un total de cinco hijos? Si la respuesta es sí, lo más probable es que usted recuerde a alguien que, como mínimo, haya calificado a la dama como una persona “irresponsable”.
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Sin embargo, es difícil encontrar a alguien que se atreva a usar dicho adjetivo al referirse a la esposa del gran deportista oriundo de Santa Marta, porque desde luego si hay algo que sobra en la familia colombo-argentina es dinero, y gran parte de nuestra sociedad asume que lo único importante para criar hijos es contar con el dios plata.
Entiendo que Falcao y su esposa han decidido darle rienda suelta a la reproducción como consecuencia de sus convicciones religiosas, siendo esto un hecho que no me sorprende, pues como defensor acérrimo de la despenalización del aborto en Colombia, he logrado entender que en el país del Sagrado Corazón de Jesús el único argumento de millones de enemigos del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo gira en torno a la Biblia y no a la razón.
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Sin embargo, resulta trascendente aprovechar la oportunidad para concluir que es por culpa de la hipocresía de nuestra sociedad y de la influencia religiosa que en Colombia pasamos de tener 16 millones de habitantes en 1960 a contar con casi 52 millones de colombianos en el 2022, lo que representa un aumento demográfico del 223%, una cifra que debería escandalizarnos, pero que acá en algunos sectores hasta se aplaude, porque no falta todavía el que piensa que el niño viene con el pan debajo del brazo o aquel que celebre que una familia de la clase alta tenga instalada en su vivienda una fábrica de niños y niñas.
@andresolarte