Los altos prelados directivos de la Conferencia Episcopal de Colombia, con ocasión de las manifestaciones de la Minga Indígena Nacional, hicieron un significativo llamado a las autoridades gubernamentales y a los colombianos, en general, para que los escuchen.
Adhiero a ese mensaje porque soy jesusiana, vocación de vida muy cercana al legado de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, donde la humildad debe ser el eje fundamental de toda acción. Así recuerdo las palabras del maestro: “…porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande” (Lucas 9:48). Así mismo, mi padre dijo: “Yo no soy yo personalmente, yo soy un pueblo que se sigue a sí mismo cuando me sigue a mí que lo he interpretado”. Igualmente, afirmó: “Yo no me siento a la cabeza de las masas, me siento empujado por ellas”.
El presidente Duque pregona a todos los vientos que es católico y también dice que es gaitanista. Incluso tiene una fotografía de mi padre en su despacho presidencial, además de una multitud de vírgenes. Lo que sucede es que Iván Duque tiene la cultura de la democracia representativa, donde la “democracia” se limita a que votemos cada cuatro años para delegar el poder absoluto en los elegidos. Una vez en sus cargos, se transforman en mandatarios totalitarios, porque esa es la estructura y el dogma de la democracia representativa o burguesa.
Si queremos que los dirigentes asuman que hablar con los ciudadanos es un deber y no una concesión, se requiere sustituir la democracia representativa por una democracia directa, donde prevalezca la humildad de los dirigentes bajo el principio pregonado por Jesús: “los últimos serán los primeros”, como lo citó el papa Francisco tomándolo del evangelio según San Mateo.
Es lógico que, mientras impere una democracia representativa, o sea delegataria de los derechos ciudadanos, la Minga Indígena Nacional le puede pedir cita al presidente y el presidente, mondo y lirondo, dice que no.
Como gaitanista que soy, reitero el objetivo de la lucha del gaitanismo para insinuarles, a los integrantes de la minga, que no se atengan a los pedidos al presidente y al gobierno en general, sino que se propongan, como meta, la instauración de una democracia directa, tal como es el objetivo del gaitanismo: “Lo que queremos es la democracia directa, aquella donde el pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo ejerce control sobre los tres poderes de la democracia burguesa: el ejecutivo, el legislativo y el judicial y que, además, garantice la equidad en el aspecto económico. Allí donde el pueblo es el pueblo, el pueblo ordena y ejerce un mandato directo sobre y en control de quienes han de representarlo. Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos y exige un profundo cambio constitucional para disponer de una constitución acorde con la necesidad de un mandato popular directo sobre los destinos de la patria, que elimine los filtros que la democracia burguesa establece y defiende”.