En más de 50 ciudades grandes y pequeñas de Colombia miles de jóvenes se han lanzado a las calles, a pesar de la pandemia, para reclamar futuro con tantos hashtags #28A, #29A, #30A, #1M, #2M, #3M, #4M, #SOSColombia, #CaliResiste, #ParoNacional… que Twitter ya suena a cacerolazo.
Ellos reclaman la mejor educación. Los y las jóvenes colombianos quieren vivir dignamente. Nuestros jóvenes añoran un sistema de salud público y accesible. Tanto ellos como indígenas, afros, camioneros, taxistas, profesores, sindicatos, obreros y todo tipo de trabajadores piden que los impuestos salgan de los bolsillos de los ricos, en lugar de gravar los alimentos y las tecnologías con que las mayorías estudian y trabajan. Pero en medio de este reclamo justo y hermoso, las autoridades nacionales apuntan a asesinar, amedrentar, herir, violar, y también cegar.
Los jóvenes son el futuro, la utopía de bienestar, la semilla de la humanidad que todos queremos conformar. Los jóvenes son la luz. A la luz se opone la oscuridad. A la juventud en Colombia se oponen las fuerzas armadas comandadas por el presidente, quien dio la orden de disparar.
La humanidad es nuestra utopía más preciada. Como dijo el poeta Márquez Cristo: “la evolución del hombre está tomando muchos siglos; no hemos llegado a ser”; pues nos humanizamos en tanto alcanzamos el sueño colectivo de profunda empatía, de una divina sensibilidad social y natural, así como de alta comprensión de nosotros mismos.
Los ojos proyectan esa mirada con que amamos y cobijamos. Los ojos analizan textos teóricos, libros de arte, obras de arte, paisajes y seres vivos. Los ojos son el sentido más preciado para un científico social o natural porque a través de ellos puede ágil y totalmente comprender el mundo. Por eso decimos “¿ves?” cuando queremos preguntar “¿comprendes?”.
Así que ver es comprender como señalaron los cognitivistas Lakoff y Johnson, y la ilusión es siempre ver y saber. De hecho, en nuestra historia retumban voces que indican “el conocimiento os hará libres”, o “las naciones marchan al paso de la educación”, o “la educación es el futuro”. Pero, las fuerzas armadas ciegan a los jóvenes que claman equidad, educación y proceso de paz.
¿Cómo es posible que un gobierno nacional se plantee como blanco de sus disparos los ojos de los jóvenes estudiantes, o sus vidas? Tal vez crean que sin sus ojos no podrán leer o que sin la visión, el pensamiento se distanciará de la lógica o la creatividad. Tal vez su sueño no sea que todos construyamos la utopía de la humanidad. Las fuerzas armadas y el gobierno de turno son culpables hoy de sembrar oscuridad en la utopía de humanización de los colombianos.
