El arte en sus múltiples concepciones es la descripción de lo externo. Lo externo podemos entenderlo como lo visible, una idea de lo real. Pero es entonces donde la cultura, una inmensa industria de significados, permea la visión de esa externalidad y la direcciona a un campo más intimista, un espacio donde lo que no vemos también puede considerarse real. Entre estas dos categorías, lo objetivo y lo subjetivo, habitan el cine.
Muchos me dirán que el arte, específicamente el cine, no es simplemente la descripción de algo. Estoy totalmente de acuerdo. El cine, mediado por la tecnología, construye sensibilidades, es capaz de transmitir un sentimiento de identificación que metafóricamente lo pienso como un espejo.
El espejo.
Personalmente, creo que este objeto es uno de los mayores inventos del hombre, es aquel que logra capturar la esencia de lo real y lo subjetivo en una minuciosa y compleja imagen. El espejo refleja al mundo natural tal y como es, pero a su vez, nos muestra aquellos pensamientos, ideas, posturas, estilos, no visibles al ojo humano, que complejizan el entendimiento de esta misma. Es una composición bella en sus diferentes sentidos estéticos, que permite la reflexión. Como todo arte, nos posibilita pensarnos dentro y fuera de este mundo.
Entonces, ¿somos ahora críticos?
El crítico especializado ya no es el que determina qué es arte o qué no lo es. El público, sujetos con diversas concepciones y experiencias, es ahora capaz de identificarse con la obra de un autor; ya no requieren de un mediador. No importan las estéticas de creación, importa la visión y apropiación de lo social; es lo cultural el nuevo motor de la industria artística.
Abbas Kiarostami entiende muy bien cómo el cine, arte de las imágenes en movimiento, es aquella pieza a la cual el espectador observa, se identifica y desarrolla una postura basada en una crítica. No puedo desligarlo del concepto de entretenimiento, pues este es el pilar de la noción de industria en los tiempos del mercantilismo. Sin inversión no podríamos disfrutar de las distintas historias que, como en un rompecabezas, arman al mundo y sus sensibilidades.
El cine entiende muy bien el balance entre lo banal y lo trascendental, lo comercial y la obra de autor, es el espejo que refleja un contexto observado desde diferentes lentes, lentes subjetivos que intentan reconstruir una postura y diversificar su significado en un campo social. Es el cine entonces un reflejo de lo que somos y un vidente discursivo de lo que posiblemente llegaremos a ser.