La petición de tapar la imagen de Ernesto Guevara que se encuentra en la Plaza central de la Universidad y la cual lleva su nombre, no es asunto innovador ni reciente, ha sido una constante de una Universidad que no deja ni dejara de ser reflejo de las disputas políticas de un país que infortunadamente ha vivido más de medio siglo en guerra.
Algunos estudiantes, que parecieran a unísono de la Universidad de aquel reclamo por blanquear la cara del Che, han hecho un sin número de propuestas para su reemplazo, que sin embargo tiene un única pretensión, un alguien o algo que nos identifique a todos y todas. Aquella idea resulta interesante en caso que logremos comprender su carácter para la Diversidad, de no ser así llegaría a ser el reflejo de creer que tomar partido de algo y sentirse identificado con algo es un error y por el contrario reivindicaría la imagen única de quien nos pueda representar y peor aún de que sea la institucionalidad. La idea de que las reglas, de lo instituido como lo que nos representa se puede volver una aberración que niega la importancia de la Diversidad, la Transformación y la importancia de las múltiples identidades y que, con absoluto peligro podrá representar la homogenización del pensamiento, aquella que cercena el pensamiento crítico y el debate propios de la Universidad.
Por supuesto que urge el tener una identidad como estudiantes, pero aquella no puede ser única y universal, la Unidad no se puede contemplar como la uniformidad sino la exploración y explotación de toda la Diversidad. Pero para ello, necesitamos primero reconocer nuestra historia y aquello que hace parte de ella (entenderla y reflexionarla por demás, nunca tratar de negarla), la memoria colectiva como un primer paso para crear una sola identidad (que resalte lo múltiple), de allí que aparezca la imagen del Che.
No podemos seguir viciando todos los aspectos de nuestra vida (en este caso, la memoria colectiva) con aquella idea del consumo, esperando que cada época, como si se tratara de temporadas de la moda, cambiáramos aquellos personajes de la historia, seria caer en lo esporádico donde prevalece lo volátil sobre algo que siempre pesara sobre nuestras vidas, y es nuestra propia historia.
Por eso es que el Che sigue ahí, porque su imagen representa mucho para el movimiento estudiantil, aquel que quiéranlo o no, reconózcanlo o no, se esté de acuerdo o no, sigue grandes cambios y rumbos para nuestra Universidad. Pero el Che no expresa solo la alegría de la que habló al decir que la Universidad se pinte de Colores, también es la evocación de aquella triste historia que nos recuerda que la Humanidad desafortunadamente, y pareciera ser su condición, recurre a las guerras para lograr las mejorías de su condición, para alcanzar los derechos de sí mismos, para buscar la plenitud en la vida, y no por capricho sino por fuerza mayor; y esto sucede porque aquel movimiento estudiantil que se identificó con el Che y que nos heredó al actual movimiento estudiantil muchos de sus vicios y virtudes, tiene tras de sí, la tristeza de tener tantos estudiantes muertos, desaparecidos, torturados y encarcelados. De allí que el Che sea un símbolo que represente la lucha por la Universidad, la memoria histórica de un movimiento estudiantil que se sigue construyendo.
Mantener la imagen del Che, es mantener la memoria colectiva de un movimiento estudiantil que pese a la sangre que se derramo los 8 y 9 de Junio, los aun desaparecidos del 16 de Mayo, aun nos recuerda que su muerte no fue en vano, porque pese todo aún conservamos la Universidad Pública. La imagen del Che, que no debe ser la única, pero si debe ser, debe estar y sobre todo nos debe recordar incesantemente el compromiso con una Universidad a la cual el Estado le ha dado la espalda, omitiendo toda responsabilidad que tiene con esta.
La Unidad no es un camino fácil de recorrer, de serlo así hace rato habríamos de eliminar tanto conflicto y tanta disputa… pero si la imagen del Che evocara así sea, por tiempos determinados, nuevos y más debates sobre la Universidad, bienvenida sea su imagen.
El Che de la Plaza, aunque muchos lo desconozcan, representa la voz en la historia, de aquellos que Walter Benjamín denomina como los vencidos, que no son dioses ni perfectos, solo son los vencidos que seguirán, cueste la vida misma, construyendo y reconstruyendo su historia.